Katherine Weber
No dejé de meditar aquel momento en el que el señor Westermann se había quedado frente a mi cubículo: la sonrisa, sus ojos que no me dejaron de ver ni siquiera cuando le llevé el café... Me fui preguntándome sobre todo acerca de la insistencia que tenía por no quitarme la mirada de encima, ¿yo tenía algo malo? ¿Se habría arrepentido de contratarme? Me inquieté tanto que cuando Lauren y yo salimos de la oficina para pasarnos a beber esos tragos que teníamos pendientes, me sacudió el hombro.
— ¿Oye? ¿Me escuchaste?
La miré con la cabeza desorientada, consciente de que ella estaba hablando conmigo, pero sin saber de qué.
—Lo siento, estaba pensando en el trabajo, no deja de molestarme.
Ella suspiró y me tomó del brazo para guiarme hacia su auto —un Jeta plateado—, y siguió parloteando de que le había estado tirando un ojo a un chico del piso 21 que iba a cada hora para entregar correspondencia, según ella decía que solo lo hacía para verla, yo fingí escuchar la mayor parte del tiempo, solo me concentraba en el tema cuando sus ojos me miraban la cara.
—Ya verás, estoy segura de que en cualquier momento tendrá que dejar de actuar —me dijo con seguridad, subiéndose al auto—. Yo no seré quien de el paso, ya sabes, el hombre debe ser el primero.
Tomé el asiento del copiloto. Deseé que Lauren instalara la calefacción ya que el día de hoy llovió demasiado y la humedad de la tierra mojada me daba escalofríos.
—Es cierto —admití. Nunca me pareció correcto que la mujer fuese quien diera el primer paso, pero con estas costumbres modernas, no había mucho que esperar.
Lauren manejó en silencio, tal vez porque necesitaba concentración a la hora de tener de por medio precaución con el pavimento mojado. Aquel silencio me favoreció ya que necesitaba un momento de tranquilidad, no deseaba contarle nada porque sabía que le serviría de reproche para molestarme, además, pensándolo de manera más racional, no tenía que sentirme tan mal, era una empleada nueva y tal vez el verme ahí le había parecido demasiado nuevo.
Entramos al bar que llevaba por nombre The Drink of Midnight. Dentro había bastantes mesas desocupadas, una banda de jazz tocando en el rincón y una barra en donde la mayoría de la gente se la pasaba tomando las bebidas; jamás había venido a este lugar, me parecía demasiado oscuro y reservado para los gustos de Lauren pero bueno, con tal de tenerla contenta me conformaba. Avanzamos hacia una mesa que estaba lejos de la banda, ya que no quería molestarme con tanto escándalo. Mientras ella se las ingeniaba para encargar algo, yo examiné el lugar: había montones de fotografías en marcos de madera que estaban puestos en la pared, insignias que parecían ser de tipo Boy Scout y letreros de neón pequeños que anunciaban los nombres de los platillos más famosos del lugar, era algo raro.
— ¿Qué va a tomar? —me preguntó la mesera; cabello rojo, delantal verde militar y blusa blanca de botones, no pude ver su nombre de la placa.
—Una margarita —respondí sin querer parecer ausente.
Cuando se fue, Lauren sacó un espejo de mano y se retocó el lápiz labial.
—Gracias por acompañarme, la última vez fue un fiasco, no tenía a nadie con quien charlar, necesito que alguien me escuche. —dejó el espejo a un lado—. El trabajo cada día se pone más pesado. Sabes, he considerado renunciar, llego a casa y realmente no encuentro nada interesante que hacer más que esperar otro día de laborioso trabajo.
—Te lo dije —rezongué con una mueca—. Ni siquiera disfrutas lo que haces.
—Ni tú tampoco —me recordó con amargura—. Admitámoslo, nadie en esta vida tiene lo que quiere, ni tú ni yo ni nadie, para qué preocuparnos en conseguirlo si las cosas nunca saldrán como las esperas.
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Oscuros Encantos©+18 [COMPLETA]
Ficção GeralDamien Westermann es obsesivo con el orden, tiene un carácter explosivo, goza de un poder que le gusta proyectar a la mayoría de las personas que lo rodean y no parece tener ningún defecto; su apariencia le ha ayudado a conseguir lo que quiere pero...