Capítulo 37. Contra Voluntad

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Damien Westermann

Ella lo había dicho, la tenía a mi merced, podía hacerlo ahora mismo, pude hacerlo cuando me lo pidió, había luchado tanto para traerla hasta acá y ahora que finalmente estaba listo me detuve. ¿Por qué, maldita sea? Fue como si el interés se estuviera conteniendo en mi interior, el deseo y el esfuerzo para que Katherine fuera mía, las ganas de hacerla sufrir, de matarla como lo había deseado tantas veces simplemente se había detenido, el impulso se silenció, ¿Qué estaba pasando conmigo? Ella no era especial, solo era diferente en un sentido que todavía seguía siendo un enigma, el hecho de que yo mismo quisiera alargar el proceso no significaba que deseaba que sobreviviera, ella moriría como todas, ella vino aquí para buscar su propia muerte y la iba a encontrar.

Mi único problema era enfrentarme a mi mismo, terminar con toda esta confusión, mi lucha interna debía acabar, ya no podía seguir esperando a ver de que lado me inclinaba más, no estaba en discusión la vida de Katherine porque no había razón para hacerlo, era insignificante buscarle sentido a ello.

Mi único problema era enfrentarme a mi mismo, terminar con toda esta confusión, mi lucha interna debía acabar, ya no podía seguir esperando a ver de que lado me inclinaba más, no estaba en discusión la vida de Katherine porque no había razón para ...

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Katherine Weber.

Lo único que podía tener en esta habitación que me diera un significado del día eran las ventanas –que penas y podía recorrer por las gruesas y pesadas cortinas —para ver que hora del día era, no había otra cosa con que contar las horas ni los días pero calculé unos cinco, no tenía nada que beber durante el dia por lo que iba al baño y daba sorbos de agua en el lavabo aunque estuviera gélida. Damien solo me había dejado una bandeja con un pedazo de pan y la mitad de una manzana para sobrevivir estos días, el frío ya se había convertido en un problema de vida o muerte, estaba mostrando signos de un fuerte resfriado, estornudaba sin parar, la cabeza me pesaba horrible que permanecía acostada por horas, tenía escalofríos más por mí que por el frío, sentía mi cuerpo caliente y débil  que poco a poco me desvanecía, no quería dormir, tenía miedo de no amanecer aunque no sabia  si era mejor que así fuera.

No deje de temblar cuando escuche que entraba por la puerta, yo tenía los ojos cerrados porque era la forma que utilizaba para intentar controlar los síntomas de mi resfriado, me abrigue con lo que pude en lo que dejaba la nueva bandeja de comida cerca de la cama, esperé a que se largara pero no lo hizo, se quedó parado quizá observando el espectáculo de mi temblor que no paraba. A como pude di la vuelta sobre la cama para encontrarme con él y en efecto estaba examinándome, las facciones de su rostro eran rudas y sus ojos muy indagatorios, no lo miré demasiado, volví a darle la espalda y traté de no pensar en su presencia pero era cada vez más concentrada.

—¿Eso quieres? ¿Verme morir? —inquirí, castañeando con los dientes, mi garganta tenía una sensación rasposa, la alerta perfecta de una infección, por ello la temperatura y mi dolor de cabeza —Lo estás logrando.

No se movió, ni siquiera pestañeo, me estudio un buen rato y de un momento a otro habló.

—Dejo que el tiempo pase, eso es lo que hago.

Oscuros Encantos©+18 [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora