Tras una semana de confinamiento, el inspector a cargo del caso, apareció frente a Leon con una expresión amarga.
—¿Qué sabes? —dijo él entonces.
—¿Mmm?
—¡Qué sabes! —ordenó.
Leon sonrió sin verse afectado por esa actitud arrebatada.
—Inspector, por favor, cálmese. No involucre los sentimientos personales en el trabajo, o corre el riesgo de que le asignen otro caso... —Leon hizo una breve pausa mientras se relajaba—, eso no me gustaría, ya me encariñé con usted.
Leon miró a otro lado, a simple vista parecía dar pena; pero un análisis más profundo demostraría que su actitud era evasiva e indiferente. .
—Tú... —volvió a decir el inspector con recelo, viendo a Leon con ojos inyectados de veneno.
—¿Pasó algo interesante?
—¡Dime lo que sabes!
—¿Qué podría saber un pobre chico en confinamiento?
—Antes dijiste que serías liberado sin ningún cargo, ¿por qué estabas tan seguro? ¡Dime!
—¿Porque soy inocente? —Leon actuó con gentileza, nadie percibió esa ligera burla y desdén que ocultaban sus palabras astutas.
—¡Mientes!
Leon soltó un bostezo y esta vez lo miró: la mirada de Leon eran tan aguda que podría performar a cualquiera que sostuviera su contacto visual por varios segundos.
—¿Por qué no me cuenta lo que pasó? —preguntó Leon sin interés real—. ¿Qué lo tiene tan agitado?
—Mi hermana... —dijo él apunto de echarse a llorar, desconsolado.
Leon no dejó de sonreír.
—Parece que tienes algo como eso... ¿es linda?
—¿Qué?
—¿Qué pasó con ella? —preguntó Leon.
—Desapareció.
—Ya veo...
Leon se regodeó en silencio mientras observaba el mártir de un hombre que lloraba la ausencia de su pequeña y preciosa hermanita.
—Entiendo el sentimiento... —habló Leon sin emoción aparente, solo fueron unos segundos. Si el inspector hubiera alzado la vista de manera furtiva habría visto la expresión vacía de Leon, él habría notado que la empatía de Leon era tan falsa como sus palabras.
Sumido en sus emociones, el inspector se dejó llevar por el rostro triste de un chico que parecía compadecer su lamentable situación. Una vez más, él no vio nada, como era de esperarse, como debería ser.
A lo largo de los años, Leon fue perdiendo parte de sí mismo, apenas contenía recuerdos e imágenes inconexos de un recuerdo particular del pasado: la de su preciada hermana que no había vuelto a maquillar.
¡Ah, qué recuerdos tan lejanos!
Qué preciosa era la imagen que guardaba en su memoria dislocada.
Con la mención de esa hermana desaparecida, Leon solo pudo emocionarse por lo que acontecerá.
"Vienen momentos divertidos" se repitió a sí mismo sin dejar de sonreír.
—Entiendo el sentimiento... —afirmó Leon otra vez.
Leon solo dijo esas simples palabras, pero por alguna razón, hizo sacudir el corazón del inspector..
¿Qué sentimiento entendía?
Mientras más miraba al inspector a Leon, más se convencía de que algo dejaba pasar por alto. Esa mirada aguda que veía a través de él lo calaba en su interior con ponzoña sin antídoto que se escurría en una rendija invisible a la vista.
Era extraño.
—¿De qué hablas? —Se atrevió a preguntar.
—También tuve una hermana menor. La condenada era muy linda... —contó para sorpresa de él—. Casi siempre tenía las mejillas rojas.
Leon apoyó la cabeza en una de sus manos mientras clavó la mirada en la pared, mirando al vacío.
En un pasado muy, muy lejano, Leon recordaba que, luego de salir de la escuela, su hermano y su hermana se encontraron con un hecho extraño: el negocio familiar se encontraba cerrado a pesar de ser un día hábil y apenas era el mediodía. Los niños habían asumido que la mamá estaba indispuesta para abrir: era correcto pensar que ella estaba borracha o armando un escándalo en el interior de la casa, era lo habitual.
Leon y sus hermanos solo se tomaron de la mano y caminaron en silencio hasta la cocina, tras dejar sus mochilas en el sillón de la casa. Sin embargo, les esperaba una situación diferente.
Su mamá los esperaba pacientemente en la cocina con el almuerzo listo sobre la mesa...por primera vez. Era extraño, desde un principio era poco creíble la escena y la situación.
—Mis niños —decía ella con cariño.
Los niños debieron haber notado la irregularidad en ese momento, pero nadie refutó y cuestionó, se dejaron llevar por esa bienvenida calurosa. Después de todo, era la primera vez.
Pero, a pesar de tener mentes privilegiadas, no dejaban de ser niños que añoraban el cariño indispensable de una madre hacia sus queridos hijos. Al final de todo, todos los niños eran monstruos, ¿no?
Ellos ingenuamente creyeron que su madre había entendido una premisa tan fácil, pero la realidad era diferente.
Ella, al igual que los niños, tampoco estaba cuerda.
—¿Y papá? —preguntó Rosita.
—Se fue... —dijo ella con fingida indiferencia—, pero volverá. —Ella sonrió con alegría.
Los niños al ver esa reacción emocionada, sus ojos brillaron también y comieron sin pensar en nada más.
Leon comió sin expresión alguna, pudo haberse sentido feliz en ese breve lapso, pero realmente esos recuerdos los consideraba de papel: fácil de arrugarse, de quemarse, de borrarse. Era tan simple y ajeno que podría arrojarlos a la basura sin sentir remordimiento y algún sentimiento especial al respecto.
Quizás en el fondo lo sabía.
Todos lo sabían, pero les gustaba fingir.
Leon también fingió porque parecía que era el juego del día.
Jugaban a ser una familia feliz.
Jugaban a tener una madre amorosa que les preparaba el almuerzo.
Jugaban a comer yogurt de postre.
¡Qué estupidez!
Leon recordaba que, mientras su familia se comía el yogurt, antes de hacerlo él también, alguien había llamado a la puerta.
¿No les parece que esta historia es muy loca y desordenada? jajaja
Quienes siguen aquí tienen mi respeto <3
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Juego carmesí
Mystery / ThrillerLeon se siente atraído por las mujeres que visten de rojo. Es un asesino sádico. Un demente que maquilla a sus víctimas y les pinta los labios de carmesí. ...