23."Que empiece el juego"

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Hades había sentido la presencia de Perséfone, segundos antes de que atravesara las puertas del salón. Con su cabello blanco, su vestido de cuero y tul negro de estilo gótico, la hacían ver hermosa e inalcanzable, pero su corazón era un témpano de hielo.

Él se había obsesionado con ella cuando la vio por primera vez en los Campos de Enna*, su melena lacia era de un color cobrizo, tenía el rostro de un querubín, la nariz respingona y brillantes ojos azules. Era el rostro de la inocencia, la bondad, Hades llevaba solo eones, solo Caronte y los mellizos habitaban el palacio en aquél entonces, él al verla sólo quería sentir su bondad y compañía, la quería con él.

Hades no había dudado en aparecer frente a ella, sus doncellas al ver de quién se trataba huyeron despavoridas, pero Perséfone le sonrió, tomó su mano y bajó con él. Ella estaba asombrada por el mundo que él había creado, por el poder que tenía, Perséfone le dijo que si la hacía su reina lo amaría por siempre, que gobernarían juntos, que ya no estaría solo.

Al sexto día, Caronte oficializó la ceremonia de matrimonio frente a los habitantes del Inframundo, seguida de la coronación, anunciando así a su nueva reina, la fiesta duró tres días. Al atardecer del noveno día de su llegada, Hermes* trajo un mensaje de los dioses.

Hades estaba en el jardín que Perséfone creó en el patio interno del palacio, siendo ella la diosa de la primavera, hizo florecer infinidad de flores y árboles, creando un espacio de ensueño dentro de las frías murallas.

—Hades, que bonito lugar tienes aquí —dijo Hermes entrando al jardín, más bajo que Hades, él era delgado y algo encorvado, de pelo castaño claro con ojos verde oscuro, no aparentaba más de 20 años, llevaba una túnica celeste con adornos dorados.

—Has venido a traer las felicitaciones de los Olímpicos por mis nuevas nupcias, supongo —dijo Hades, vestido con una túnica gris, estaba jugando con unas ramas, recostado en las raíces de un árbol de cerezo, desde donde podía apreciar la creación de su joven esposa.

—Si, bueno, sobre eso...—dijo Hermes con una sonrisa sarcástica —Las órdenes del rey son que devuelvas a su hija, a los brazos de su amargada madre.

—Tu rey no tiene poder aquí —respondió Hades, devolviéndole una sonrisa burlona —Así que, si eso era todo, puedes retirarte.

—Mis órdenes son regresar a la superficie con ella, Hades —contestó Hermes, poniéndose serio.

—Yo no me alejaré de mi esposo. —dijo Perséfone, entrando al recinto llevando un vestido romano color beige, le quedaba como una segunda piel, marcando sus curvas. Ella se acercó hasta ponerse al lado de Hades.

—Dile a mi padre, que es aquí donde pertenezco. —dijo ella con decisión.

—Me temo que no puedo hacer eso, debes volver conmigo niña —dijo Hermes acercándose a ella —Por las buenas o por las malas.

Hades se interpuso entre ellos, protegiendo a su esposa, las venas negras se hacían notar en el rostro.

—Ya la oíste Hermes, ella se quedará aquí.—gruñó Hades.

—Me aseguré de eso...—dijo Perséfone —Así que dile a mis padres que si quieren verme, deben pedirle una cita al rey.

Perséfone tomó la mano de Hades, entrelazando sus dedos. Hermes se veía molesto por la actitud de ella.

—¡Eres una inconsciente! —gritó Hermes molesto —¿Tienes alguna idea de lo que tu desaparición ha causado? Eres la maldita diosa de las flores, traes contigo el don de hacer florecer todo... Tu madre por buscarte ha descuidado su labor de madre tierra, haciendo que todo se marchite, en nueve días hay mortales muriendo por sequías, plagas y cultivos podridos.

Bienvenida al Inframundo - #1 Trilogía RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora