27. "Maldita ingrata"

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—¿Tu... hijo? —pregunté sorprendida. Pero ahora que lo miraba mejor, podía ver el gran parecido, si no fuera por el color de ojos y pelo, podrían pasar por gemelos.

—Un placer conocerte Marissa. —dijo Tritón* con una enorme sonrisa pícara en el rostro, era idéntico a su padre. Tomando mi mano, depositó un casto beso en el dorso como un saludo coqueto.

—¡Ni se te ocurra! —gritó Poseidón apuntando al rostro de su hijo —Ella está prohibida para cualquier macho, sobre todo para ti, ¿quedó claro?

—Sí padre... —respondió Tritón bajando la cabeza, en muestra de respeto —¿Quieres que me encargue de los preparativos del recibimiento?

—No hace falta, sólo ve que esté lista la habitación coral para nuestra invitada. —ordenó Poseidón.

—Como ordenes padre... —respondió Tritón, con una reverencia se despidió de nosotros y marchó rumbo a la ciudadela.

Quedé hipnotizada al verlo marchar, su enorme aleta le daba un gran impulso, se movía en total armonía, como una danza, sin dejar de verse feroz.

—¿No fuiste algo cruel con tu hijo? —cuestioné.

—Para nada bebé, ahí donde lo ves con su cara angelical...—respondió Poseidón con una enorme sonrisa —Es todo un demonio, tiene predilección por las mujeres jóvenes y hermosas, temo que eso lo heredó de mi, pero que puedo decir, es un digno hijo mío.

Entre risas por el comentario, emprendimos la marcha hacia la ciudadela. Las casonas y edificios estaban revestidos de algas marinas, estrellas, conchas y pequeños arrecifes, había peces de todos los tamaños y colores nadando por doquier, pero lo que más me llamó la atención eran sus habitantes.

Los atlantes realmente eran unos seres hermosos, más los cambios que tuvieron al hundirse Atlantis, solo los hizo más exóticos. Las mujeres eran menudas, con colas delicadas de membranas transparentes en la aletas, variaban en tonalidades de verde, de piel blanca como la porcelana, llevaban cabellos coloridos, los senos prácticamente desnudos, una especie de escamas cubrían sus pezones.

Los hombres en cambio, eran más grandes y fornidos, de hombros anchos y cintura estrecha, sus aletas eran enormes y musculosas en tonos verde oscuro o azul, sus cabellos variaban en tonalidades de marrón, negro y violeta oscuro. Todos llevaban los brazaletes anchos como Tritón, e iban armados con sai* y arpones, por más que se veían amigables, pareciera que entrarían en combate a la menor provocación. Poseidón me explicó que a las mujeres se les decía sirenas, y a los hombres tritones.

Todos saludaban con alegría y reverencia a su rey, él les respondía con cariño, se nota que es un gran gobernante, amado por su pueblo. Nunca imagine ver a Don como algo más que el muchacho despreocupado que conocí en Santorini, en cambio ahora sé que es un gran hermano, un padre amado y un gobernante respetado.

Cuando nos acercamos al castillo, era como sacado de un cuento de hadas. Tenía unos arcos de piedras talladas que indicaban la entrada, el edificio era circular y de tres pisos, con grandes ventanales y balcones en los pisos superiores. Había muchos tritones patrullando el lugar, también habían depredadores marinos que parecían estar patrullando también, desde tiburones blancos, peces espada hasta pulpos nadaban alrededor del castillo.

Poseidón me tomó de la mano y bajamos hasta un camino de piedra frente al arco más grande, que asumí era el que indicaba la entrada al castillo. Apenas posé mis pies en el camino, sentí como mi cuerpo dejó de flotar y se fijaba al suelo, se sentía muy extraño. Don me tiró de la mano para que siga el camino, estaba literalmente caminando bajo el agua, una vez que cruzamos el arco mi cabello dejó de flotar a mi alrededor y cayó normalmente, lo más impresionante es que estaba seco; mi cabello y mis ropas estaban secas, es como si nunca hubiera entrado al agua, me sentía, me sentía como si estuviera en la superficie.

Bienvenida al Inframundo - #1 Trilogía RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora