Pasé dos, o quizás fueron tres días, durmiendo. Solo despertaba para comer o ir al baño; luego me volvía a dormir, me sentía tan agotada. No tenía idea de que haría hora, llevé de casa de Xander todo lo que tenía algo de valor para mi, mi tablet, mis auriculares bluetooth que fueron un regalo de Mauri, y algo de ropa; dejé todos los vestidos caros y zapatos de marca que Xander me ordenaba usar, no me sentía cómoda con ellos, no era yo.
Afuera llovía, yo estaba en mi antiguo cuarto, desde que me mude de aquí a los 18 mi madre no movió nada de mi habitación, ella no estaba contenta con mi decisión de ir a vivir con mi novio, pero yo insistí, y Dios sabe lo terca que soy, hice mis maletas y me fui. Creí que iba a ser feliz, que sería exitosa y tendría una familia a esta altura del partido.
Estaba en mi cama, envuelta con la manta, mirando mis afiches de Sailor Moon, había sido tan inocente.
Toc. Toc.
—Pase.
—Hola bebé, ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó mi madre, mientras sujetaba una taza de chocolate caliente.
—Mejor, creo. Al menos ya deje de llorar, creo que se me deshidrataron los ojos — ella rió, se sentó a mi lado en la cama y me paso la taza.
—Está regresando el sentido del humor, eso es bueno —dijo y me besó en la frente.
—Cuando termines de bajar, necesito ayuda para preparar las masas.
Le regalé una sonrisa, asentí con la cabeza y ella se retiró. Mientras bebía mi chocolate recordé que de niña fui su pequeña ayudante de cocina. Siempre terminábamos llenas de harina, Mauri llegaba y nos regañaba por ensuciar; lo llenabamos de harina y huevos, salía hecho una furia.
Me levanté, fui a darme un largo baño, se sentía tan bien, yo me sentía bien. Me puse unos shorts militares con una camiseta negra suelta, me miré al espejo y me iba a hacer una coleta de caballo pero me detuve. Xander siempre me obligaba a llevarlo, lo odiaba, termine haciéndome una trenza que caía por mi espalda casi hasta mi cintura; miré en el espejo, no me quedaba nada mal, y mi rostro ya no tenía ninguna marca, estaba un poco ojerosa pero no era nada que un buen maquillaje no solucionaba, me puse un poco de base y bajé.
Mauricio estaba en la cocina hablando con mamá, pero cuando me vieron ambos se quedaron callados.
—Ehm ¿Sucede algo? —dije y me detuve frente a ellos con los brazos cruzados.
—Solo estábamos diciendo que quizás debas ir conmigo al taller, no tengo mucho tiempo y necesito ayuda con el papeleo. Serviría para que te mantengas entretenida ¿Te parece? —Mi hermano es el ser viviente más desorganizado que existe, imaginé la pila desordenada de facturas y recibos, sería un trabajo de nunca acabar; justo lo que necesitaba, Sonreí.
—Claro, ¿Dígame jefe cuándo puedo empezar? —Mamá se rió mientras preparaba un pastel.
—Es sábado enana, tenía que recibir una motocicleta que enviaban del Brasil para que le eche un ojo a su motor, pero esta lluvia detuvo la grúa por el camino y llegarán mañana... Así que, creo que hoy no, pero tendremos que inventarnos algo para hacer.
—Mi primer día como tu asistente y ¿Ya tengo libre? El mejor patrón del mundo. —Me acerqué, me puse de puntitas y lo alcance justo para darle un beso en la mejilla, odio ser tan baja.
—A ver mis amores, ¿Qué les parece si termino esto y nos dedicamos a ver películas?
Mauri y yo nos miramos y ampliamos nuestras sonrisas. Cuando éramos pequeños teníamos la costumbre de que en días lluviosos hacíamos maratón de películas con mamá, despatarrados en el sofá y pidiendo comida a domicilio.
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Bienvenida al Inframundo - #1 Trilogía Redención
FantasíaPrimer libro de la Trilogía Redención. Después de años de agresiones y maltratos me rebelé y huí de mi carcelero. Me fui lejos a rehacer mi vida, a vivir mi sueño. Lo que jamás imagine fue que me toparía con dioses griegos, si, de esos que lees en l...