Capítulo 3

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Hay días en los que simplemente quieres descansar. Desaparecer del mundo tan solo por un mínimo instante.

Ese es mi caso justo ahora.

La noche cayó hace bastante rato y el trabajo me tiene sumamente agotada, pues horas y horas de esfuerzo físico no deben ser para nada saludables. El estómago ruge en mi interior, pidiendo por algo de alimento, no obstante, el tiempo es valioso y la paga es medianamente buena como para tomarme un leve respiro.

La estación de servicio atiende 24/7 y el turno nocturno consiste la misma rutina de siempre. Los clientes escasean, exceptuando uno que otro joven que va de fiesta, pero de allí no pasa gran cosa.

Esta sería una noche interesante.

Recostada en una de las tantas máquinas expendedoras que fungen como mi área de descanso, oigo como el odioso de mi jefe grita malhumorado por el campo abierto del establecimiento.

— ¡Eh, Yeseo! —entorno los ojos —. Atiende al joven, no te pago por flojear. —exclama observándome con vehemencia. Lanzo un suspiro, llevándome un mechón de cabello tras la oreja.

—Si señor. —contesto lo más cortés posible, obviando el hecho de que mi rostro refleja lo contrario. Ya sabiéndome el trayecto, avanzo unos cuantos pasos hasta el surtidor de gasolina preguntándome cuando llegará el bendito día en el que mandaría todo por la borda.

Cuando saco la vista del piso, mis ojos colisionan con unos orbes negros profundos. Mi rostro se contrae con sorpresa y desagrado al ver la expresión de suficiencia de aquel patán —: Parece que el destino nos quiere juntos. —dibuja una sonrisa ególatra y amplia en su rostro provocándome ira. Sí, ira. Personas como él son las que me roban el sueño.

—Ya quisieras. —respondo seriamente — ¿Cuánto quieres?

—Tres litros y tu número de teléfono si es posible. —suena arrogante, tan seguro de sus palabras que me irrita.

—Te los doy, pero mi número no se lo entrego a cualquiera. —replico, poniendo la manguera en el agujero de su auto para llenar el tanque.

—Oh dulzura, no soy un cualquiera para tu información. —la insistencia en sus palabras comienza a matar la poca paciencia que me queda. Parece ser que mi expresión no es suficiente para comunicarle lo poco y nada que me importan sus intentos de coqueteo.

—Escucha, ¿Yoongi cierto? —finjo no recordar su nombre —. No me interesa conocerte y no me interesa tener algún tipo de conexión contigo. —él hace una mueca de fingido dolor.

—Muy directa, eso me gusta. —murmura con voz enronquecida. Nuevamente giro los ojos y extraigo la manguera colocándola en su lugar respectivo.

—Son 7.000 —le estiró la mano, evitando su mirada analítica. Él simplemente ríe en respuesta, entregándome el dinero correspondiente —Muchas gracias. —estoy por irme, sin embargo, siento como me toma de la muñeca y tira de mí en su dirección, de modo que quedo con la cabeza pegada a la suya — ¿Qué haces? Suéltame. —hago intentos para alejarme, fracasando en el acto. El pelinegro esboza una sonrisa torcida y acerca su rostro a mi cuello, consiguiendo ponerme los pelos de punta.

Puedo sentir la profunda inspiración que toma para luego murmurar —: Hueles muy bien.

No me queda más remedio que apartarlo de un empujón, anteponiendo distancia prudente entre nosotros y girándome con las mejillas enrojecidas de vergüenza. Ni siquiera me digno a observarlo, pues eso solo empeoraría la situación.

¿Por qué me sigue y como mierda sabe dónde trabajo?

Tal vez solo se trata de una coincidencia increíble, pero me parece dudoso. Sacudo la cabeza en un intento por alejar esos pensamientos y poder continuar con mi labor.

Monster | Min Yoongi | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora