Capítulo 3. Lluvia de estrellas

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No fue difícil la escapada de la humana con los saiyajins. Logró manipular por más de treinta segundos las cámaras de vigilancia al igual que el panel de la puerta por la que marcharon. Bulma se felicitaba por tener esos conocimientos, pero luego su mente se nublaba al ver que no era capaz de hacer lo mismo con una nave para huir de la base.

Todo allí estaba bien vigilado. Había cámaras grabando las veinticuatro horas del día, en pasillos y comedores. Antes también se encontraban en las salas de entrenamientos, pero Bulma improvisó un plan bastante agotador. Reconstruyó las salas para poder eliminar las cámaras y así tener privacidad cuando fuera a ver a sus amigos.

Miró al frente estando atrás del todo junto con Raditz. Veía a Nappa hablar con el príncipe, el cual no le contestaba, que caminaba firme delante del grupo.

–En tu planeta no se hacían picnics ¿verdad?–Raditz miró a Bulma que intentó sacar un tema de conversación entre ellos.

–Claro que no–el saiyajin se cruzó de brazos haciendo notar su musculatura–. Esas cosas son una gran pérdida de tiempo, y nosotros lo gastamos en entrenar. –

–Te haces el duro pero en realidad adoras la idea de mi picnic–Bulma cargaba una cesta la cual le mostró a Raditz que pronto observó con una sonrisa al oler el aroma que desprendía–. Serán una pérdida de tiempo pero uno de los motivos son del agrado de vuestra raza. La comida.–

–Espero por tu bien que esa comida la hiciera la cocinera–Bulma miró al frente para ver a Nappa que paró para esperar a los jóvenes y andar a su lado. El príncipe estaba irritado y su presencia sólo acrecentó aquel estado, dándole un grito seco donde le ordenaba su retirada antes de que conociera la muerte–. Cocinas muy mal, mocosa. –

–¡No me saques el tema de nuevo, Nappa!–la chica infló sus mofletes dejando verse infantil, molestando notoriamente a los dos guerreros. Odiaban sus extraños comportamientos, el mayor porque lo veía ridículo y el joven porque lo veía insinuante aunque no lo fuese–. Sólo cociné una vez y... –

–Y será la última–Bulma miró con el ceño fruncido al guerrero de larga melena que reía con fuerza para molestar más a la científica–. Si algún día pretendes matar a un ser superior a ti dale de comer. Conseguirás el puesto de Freezer.–

–No es gracioso, bobo–antes de recibir reproches por el insulto Bulma cambió la conversación al ver las botellas que Nappa cargaba–. ¿Y eso?–

–Las robe en la última misión–Nappa miró una de las botellas negras que portaba–. No sé que demonios pone, pero sabe bien. Me recuerda a los licores de mi planeta.–

Bulma hizo un gesto de asco arrugando la nariz al escuchar al calvo. Odiaba los licores, no había probado ninguno y ni falta le hacía. Había visto sus efectos y también olido su aroma en los labios de Raditz, que al estar más o menos en un estado de embriaguez se le acercaba más haciendo que su aliento chocara contra su rostro juvenil. Suficiente para decir que jamás probaría tal veneno.

Volvió su mirada al frente viendo como Vegeta paraba delante del pequeño lago verdoso que había en aquel bosque. No dijo nada, sólo se fue hacia el lado de la orilla y se dejó caer sentado en la hierba. Los demás le siguieron, Nappa y Raditz andando y la peliazul corriendo para poner el mantel blanco y dejar la cesta sobre este.

–Siéntate en la tela, Vegeta–el nombrado miró de reojo a la joven. La oscuridad la hacía verse hermosa, y por ende, peligrosa. Él apartó su mirada y la clavó en el horrible lago del cual salían burbujas que rompían soltando un gas amarillento–. Como el príncipe dese.–

Ella tomó asiento en el mantel y pronto los demás la siguieron. Ante la insistencia de los guerreros por comer algo, sacó de la cesta todo lo que Tara la había preparado a ella y sus amigos, pero no era suficiente para alimentar a tanto saiyajin.

Almas perdidas [BulmaxVegeta] ORIGINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora