EXTRA: SHAWN & DIANA

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Las tres reglas de oro del papi.





Abraham.







05 de Junio, 2020.

Songovia, Gonvehia; Palacio White Fang.

―Iré con James y Terry a Gohunve a buscar al abuelo ―Kathren aplica un poco de alcohol en sus manos, busca un paquete de guantes de látex y termina por tomar su tapabocas―. Con el tío Ron en cuarentena en Alemania no puedo dejar a Seymour sólo.

―Lo sé, pero... ¿Por qué tienes que ir tú, amor? ―inquiero buscando tal vez convencerla.

El Coronavirus se ha expandido como una ola por todo el mundo y sin dar señales de detenerse. Se ha mantenido a Songovia bajo una gran y larga cuarentena. Hemos hecho el mayor esfuerzo por mantener a los infectados aislados y mantenemos un fuerte régimen de desinfección en el país y en todos los estados.

La tasa de desempleos ha bajado gracias a nuestras medidas de mucho cuidado. Se han permitido laborar a algunas empresas y organismo del estado. Pero, el miedo sigue en muchos nosotros.

―Debo ir porque haré la revisión en el Organismo de Protección al Ciudadano ―ella rueda sus ojos y frunce su ceño―. Unos imbéciles están vendiendo el desinfectante y desviando las provisiones que enviamos a los pueblos cercanos y no habrá ni un puto corrupto en mi gobierno. Es mi deber, cielo.

―Kathie ―la tomo de las mejillas y la hago verme directamente―, por favor, no vayas.

―¿Me extrañarás mucho, Abe? ―sonrío en cuanto me toma de las mejillas y planta un pequeño beso sobre mis labios.

―Sí... Y tampoco quiero quedarme con los demonios.

―¡Son nuestros hijos!

―No, no. Son hijos de Satán.

Aunque suene a chiste, hablo muy en serio cuando digo que Shawn y Diana son unos terremotos. Más Diana que su hermano a decir verdad...  Al principio eran unos dulces bebitos hasta que comenzaron a ir al jardín de niños.

Adiós dulzura. Hola caos.

―Hijos del Yizen o no, salieron de mí y tú te encargaste de hacerlos ―ella se ríe y comienza a colocarse sus guantes de látex.

La puerta es tocada un par de veces y es abierta en cuanto Kathren responde. Edmund, el mayordomo de Kathie aparece haciendo una reverencia.

―Majestad, el Jet está listo y sus guardaespaldas la esperan junto a los pilotos.

―Gracias, Edmund ―Kathie le esboza una dulce sonrisa―. ¿Algo más?

―Ah, sí ―ríe con picardía―. Su padre... Uhm... Ya no quiere cuidar a los Príncipes, creo que dijo que entre ellos y su hermana le hará tener más canas.

―¿Ves lo que te digo? ―señalo a Edmund haciendo referencia a que habla sobre nuestros bebés―. Son demonios. ¡Ni siquiera Ren los aguanta y eso que me aguanta a mí!

Kathie ríe a carcajadas y Edmund intenta reprimir sus risas. Suspiro derrotado aceptando que estaré varios días con mis pequeños. Kathie me besa, nos decimos palabras bonitas y sale de nuestra habitación.

Desde que dimos la orden del aislamiento social sólo contamos con Edmund como mayordomo real, Muriel como nuestra cocinera y ama de llaves;  a James, Terry y Vincent como guardaespaldas y entre todos nosotros nos encargamos de ayudar en la limpieza del Palacio.

Salgo de mi habitación y camino por los ahora desolados pasillos de mi hogar. Se siente aún extraño no poder salir de casa a menos que sea estrictamente necesario y cabe destacar, que es muy fastidioso. Extraño verme con los chicos y creo que nunca había estado tanto tiempo sin ir a Londres a ver a mis sobrinos y a mi familia. Sobre todo ahora que estamos muy preocupados porque Isabel pueda contagiarse.

La Obsesión del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora