En esta casa no hay privacidad.

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Acarició su espalda fría con calma, delineando los omóplatos con una delicadeza algo inusual en esos momentos. Su camisa había desaparecido desde ya hace un rato dejando ver los músculos formados, que ligeramente se mostraban en los entrenamientos juntos.
Dos cuerpos semi desnudos, que poco a poco iban quedando completamente desnudos. Se desespero un poco con las mordidas de Edward, las caricias empezaban a tener la reacción esperada, pero él no quería quedarse como el de abajo. Lo tomo del cuello le hizo cambiar de posición, sentándose en su abdomen, sus bóxers empezaban a doler y la impaciencia le hacía querer quitárselo.

—¿Y esto a qué se debe?—le cuestiono bajando sus manos por su espalda delineando con sus dedos la columna.

—A que no puedes esperar que me quede quieto—lo beso en los labios con calma, recorriendo el pecho con toques lentos. Que se volvieron a apasionados a cada segundo que pasaban comiendose la boca mutuamente.

Él vampiro bajo cada vez más hasta la espalda baja empujando un poco a Jacob, haciendo que su erección rozará contra su abdomen, la fricción le resultaba totalmente placentera.
Se sujetó de los hombros de su pareja, y se apartó de sus labios alargando un gemido inapropiado, restregando se contra el cuerpo del vampiro.
Era algo raro ya que esa pareja más que sexo rudo y salvaje como la habitación demostraba. Eran una pareja que se demostraban su amor por medió de besos y caricias tiernas; en gran parte inocentes. No eran las típicas parejas que donde el sexo es lo importante. Pero ahí estaban los dos apunto de iniciar otra ronda de besos apasionados. Besos húmedos donde la imaginación se quedaba corta. Otra vez esas lenguas se enredaron deleitándose con el sabor de la boca ajena. Los labios brillantes por la saliva, los ojos nublados de pasión y amor. Las manos recorriendo el cuerpo ajeno sin pudor pero con amor. Eso era lo que se podía observar en esa pareja que estaba enredados en las sabanas blancas.

De repente una morena espalda de cabello azabache totalmente revuelto por las actividades realizadas en la cama, se ir guió de forma coqueta y desvergonzada. La sabana resbalaba de sus hombros hasta deslizarse por la espalda y llegar a donde termina y empieza la tentación visual de cualquiera; no supo en que momento Edward los había cubierto, estaba entretenido en desnudarse mutuamente. La perfecta y acaramelada espalda se arqueo de forma suave pero sensual. Los labios carmesí de la persona dueña de esa espalda soltaron un gemido desvergonzado.

Los cabellos azabaches y finos se movían al aire con una sensualidad indescriptible. Todo en esa sexy persona que parecía disfrutar, era un deleite visual; era un deleite para todos los sentidos. Pero en ese momento tan glorioso una interrupción se hizo presente. Un celular sonó. Mejor dicho el celular de su pareja es el que estaba sonando. Al parecer ya los habían descubierto, o también podría ser su padre buscándolo.

Una blanca mano se deslizó por la espalda erguida, se deslizaba con sensualidad. Ignorando el sonido del molesto aparato siguió con su plan de hacer que esa persona encima suyo disfrutara. Ya tendría tiempo para pensar en lo demás. Por ahora solo disfrutaría el ver como la espalda ajena se curvaba, de como los sonoros gemidos le hacían besarlo hasta dejarlo sin aire. Ya luego arreglaría el que los hayan descubierto. El de hebras negras se pego al cuerpo del mayor, deslizó una mano coqueta por el pecho de un joven de cabello cobrizo para luego besarlo en los labios.

—Debo contestar—murmuró al sentir como las frías manos del mayor deslizaron su bóxer con una calma que empezaba a molestar. 

El vampiro sólo sonrió y siguió en su labor. Ya lo sabía. Sabía que había sido descubierto y no le importaba. Como importarle. No entendía por que debía importarle. Teniendo esa espalda sensual, esos labios color carmesí brillosos por su saliva, esas largas y estilizadas piernas; que se habían marcado gracias al arduo entrenamiento al que él lobo estaba acostumbrado; a cada lado. No le importaba nada que no tuviera que ver con pasar tiempo con ese chico con el que se casaría y hoy le estaba haciendo disfrutar. Porque tenía planeado hacerlo suyo eternamente.

—¿A caso importa?— cuestionó—. Sabes que realmente no me importa—introdujo el primer dedo con la calma y la delicadeza normal en él. La mueca de disgusto del lobo dejo en claro que no debía moverse por el momento.

El chico de cabellos negros sonrió de forma coqueta. Deslizo su mano hasta el cuello de su compañero y paso sus manos como intentando hacerle entender al mayor que estaba de su parte. Así que entendió que podía ir rápido sin arrepentirse de ello, porque no era una dama y tampoco le gustaba ser tratado así.

El de cabello cobrizo entendió la indirecta, vaya que había sido una buena idea el escapar de aquel lugar tan loco y refugiarse en aquella habitación ya remodelada a gusto propio, el segundo dedo entro moviéndose en tijeras, los primeros momentos fueron los dolorosos, pero luego él solo buscaba tener más contacto de esa forma.

—Quizás si importe...— dijo jugando con un mechón de cabello, mientras intentaba no gemir con tanta fuerza.

—¿O quizás no?— termino diciendo al oído, mientras sacaba sus dedos de su interior.

El menor soltó una risa algo escandalosa pero a la vez armoniosa. Después de aquella respuesta el sincronizado ritmo de estocadas reinicio. El menor subía y bajaba de forma sensual. Su espalda se arqueaba de manera hermosa. Mas que hermosa, de una forma excitante. Era el tocar el cielo para el de ojos azules. Mientras que para el de ojos color cobre era el puto infierno. El infierno por que lo obligaba a pecar. El infierno por que el verlo lamerse los labios ante cada certera estocada era como ver a un ángel. Su curvatura de espalda seguida de un imparable y obsceno gemido era como perderse en algo pecaminoso pero exquisito. Era el infierno y el chico era su pecado.
Si lo condenaran gustoso se iría y más si su carcelero fue el de cabellos negros, más en aquellos momentos en los que no supo cuando entro en él, es que lo volvía loco y lo perdía.

Lo tomo de la cintura con delicadeza. Poso sus manos en aquella sensual cadera. Saco su pene de aquella pequeña entrada. Arremetió con una estocada que hizo un sonido obsceno y que provocó que las piernas le fallaran al menor. El chico grito de placer. Placer que solo su pareja le proporcionaba. 
Estaba feliz. El molesto aparato hace rato había dejado de sonar. Pero en cambio recibió unos gemidos mas sonoros fe su pareja.

El menor disfrutaba el sentirse de su pareja. Para que negaría que le encantaba cuando le daba esas embestidas que provocaban que el pene de su pareja chocara contra su pequeña entrada y hacia un sonido tan obsceno que no creía que eso fuera capaz. Era un pecado el hacerlo pero vaya que era el mejor pecado de todos. El cielo era poco comparado con lo que su pareja le hacía.

Estarían en grabes problemas. Se habían quitado de una cena importante, aunque era solo una reunión con la manda. De hecho ni habían asistido. Estarían en problemas pero eso poco les importaba ahora. Solo se limitarían a disfrutar del otro. Vaya que les iría como en Feria pero ahora eso no les interesaba.
Pero ahora no pensarían en eso. Solo pensarían en lo placentero que se siente enroscar sus lenguas. En lo sensual que eran y se podrían sentir los movimientos de caderas de ambos. Se perderían en el gusto de besarse como si el tiempo no pasara. Se acariciarían por placer y el hacer temblar a su pareja. No pedían más. No pedían menos. Sólo el gusto de hacerse disfrutar mutuamente. El placer de escucharse gemir. Solo querían complacer a su pareja en ese día. 

Mientras ellos se divertían en la oscuridad de su habitación, en otra un poco alejada descansaba un chico de cabello castaño, ojos whisky, que tenía lunares por todos los lugares conocidos y por conocer. Con un lobo negro encima suyo protegiéndolo de los tormentos de la noche. Pero él no lo sabía, había estado perdiendo tiempo a lado del metamorfo, coqueteando y besándose, no tenía idea que él hombre lobo dormía con él inocente adolescente que quería conseguir para Aro, abrió la puerta dislumbrado al chico dormir de espaldas, cerro con el cuidado necesario para no despertar al menor.
Pero no el suficiente para que un ser sobrenatural no se diera cuenta de su intromisión.
El lobo hizo cambiar su color de ojos al rojo imponente característico de los Alphas, eso le hizo retroceder, él chico literalmente se codeaba con lobos, estaba tranquilo con la bestia encima suyo, está gruñó mostrando los colmillos y alzando la cabeza intimidante, mostrando que se había metido en su territorio, donde sea que él castaño estuviera, era su lugar, porque no dejaría que atacarán al Omega; aún humano; de su manada.

Actualización, se supone que iba ha subirlo ayer, pero no sé guardaron los cambios en el capítulo y tuve que volver a escribir. Tal vez algunos lo leyeron ayer, pero no estaba listo😅😂😒😔😕 puto Wattpad que cambia mis historias.

Desde el crepúsculo hasta el amanecer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora