Primera clase, reflexión

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¡Pero qué le ocurría a ese hombre!

¡No podía entender que no sabía estar cerca de ella!

Me mareé tanto cuando supe que a partir de ese momento pasaría con ella a solas dos horas todos los días. TODOS LOS DÍAS. SOLOS.

Serí más difícil de lo que pensaba. Pasé el resto de clases bastante confundido. Mis clases no fueron que se diga muy buenas y entre una cosa y otra me olvidé que al día siguiente sería luna llena.

Cuando fui al gran comedor para la cena, estaba hecho un saco de nervios. Severus me miró burlón cuando derramé el vaso de vino ante todo el comedor, o cuando me tropecé mientras salía a toda prisa hacia la biblioteca. Estuve allí media hora antes de las ocho; y esperé a que pasase el rato apoyado sobre una columna. Fue ahí, cuando me di cuenta de mi cansancio por el calendario lunar. Apenas me podía sostener de pie solo.

En cuanto ella llegó, fue como si el pasillo se inundara de colores. Vestía su túnica de Hufflepuff y llevaba el pelo rosa chillón de nuevo. Parecía nerviosa cuando me miró a los ojos y tuve que sujetarme al muro para no caerme. Estaba preciosa.

-Buenas noches profesor- susurró. Los últimos alumnos salían de la biblioteca cuando nosotros, en silencio, nos sentamos en una de las mesas, uno en frente del otro.

-Y bien... ¿por qué quieres empezar? Te advierto que no soy muy bueno en pociones- le dije nervioso.

-Creo que historia de la magia estará bien profesor- me encantaba que dijese profesor...deja de pensar en eso Remus, me recriminé mentalmente.

-Está bien, comencemos.

Estuvimos dos horas comentando los primeros capítulos de su libro. Estaba más a gusto de cómo había imaginado. Yo le explicaba, ella leía, yo resolvía dudas, hacíamos resúmenes. Incluso hicimos varias bromas.

Me estaba enamorando, mierda.

ME di cuando de eso cuando la miré a los ojos, y durante unos instantes, deseé no sr más su profesor, quise besarla en aquel mismo instante en el que nuestras miradas se encontraron. Fue como si todo se me hubiese olvidado...

Tonks carraspeó y yo me separé levemente.

-Creo que ya son las diez profesor...debo volver a mi torre- dijo en un susurro - buenas noches, señor.

Yo solo asentí en silencio viendo como salía sin hacer ruido.

Me levanté minutos después. Había estado a punto de besarla, no podía permitirme esas cosas, no ahora, no quería perderla.

Dumbledore podía saber perfectamente lo que sentía yo. Porque lo sabía, estaba más que claro. Pero nadie estaba seguro de lo que sentía ella. Y no quería cagarla, ella jamás sentiría lo mismo, de eso no cabía duda.

Me fui a mi habitación destrozado de cansancio. Mañana no podría dar clases, y los siguientes tres días tampoco, lo que implicaba nada de clases particulares con Nymphadora...

Mejor, me intentaba convencer mi sentido común. Peor, me gritaba mi corazón.

Porque ya no eran mis ojos los que la buscaban en el comedor, ya no eran mis manos las que anhelaban en contacto, ahora era todo mi ser el que me pedía tenerla cerca.

ME acosté tan pronto como pude, me tomé la poción para dormir sin soñar y me quedé dormido.

Estuve los siguientes tres días en la enfermería, tomándome la poción matalobos todas las noches en mi habitación y amaneciendo lleno de heridas, cicatrices y rasguños. La echaba de menos. Aquello era en lo único en lo que podía pensar. Quería volver a estar bien para poder dar clases particulares, quería poder mirarla todas las mañanas, admirarla tomar apuntes en mi clase y preguntar algo todos los días. Deseaba poder verla reír con sus amigos, verla caminar por los corredores tarareando alguna letra o simplemente ver su magnífica sonrisa.

La extrañaba, era innegable.

Inadmisible, también lo era.

Incontrolable. Por supuesto.

RiddikulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora