''Profesor R.J.Lupin''

3.3K 142 3
                                    


Genial, un año más en Hogwarts, por lo menos en este espero no reprobar pociones, no me gusta nada ver a Snape reírse de mí, estúpido profesor amargado... Pues sí, ya empezaba mi sexto/ séptimo año en Hogwarts. Digo sexto/séptimo porque empecé el colegio un desde primero con un año más que los demás, algo de los metamorfomagos y las leyes mágicas que desde luego lo único para lo que sirvió es para que tenga que estar todas mis clases con compañeros más pequeños y acabe aburrida como una ostra todas las lecciones. En fin, la verdad es que tampoco puedo quejarme mucho, tengo mi propio cuarto para mí sola en la torre de los premios anuales, junto con otro chico de Ravenclaw que no sé si ni siquiera sabe que estoy allí, voy a terminar Hogwarts con un año más que mis compañeros y fui prefecta el año pasado, no está tan mal, claro, eso si no contamos que nadie se acerca mucho amí por eso de las transformaciones. No los culpo demasiado, soy algo así como el bicho raro de Hogwarts, el primer metamorfomago en siglos de esta escuela, de vez en cuando incapaz de controlar sus transformaciones, odiada por Snape (no sé exactamente por qué me odia tanto) y más torpe que un dragón gigante bajando por unas estrechísimas escaleras con los ojos vendados, llevando una carísima vajilla de porcelana. Por desgracias, mi torpeza habitual, hace que jamás haya podido unirme a ninguna jugarreta por la noche con mis compañeros, ni poder intentar colársela a Snape con alguna broma, ni saltarme alguna clase porque tenía demasiado sueño, todos notan cuando no estoy en clase, será porque nunca se cae nada cuando falto por casualidad a alguna asignatura (pociones). No tengo demasiados amigos, para los que no me conocéis; tal vez podría considerar amigas a unas chicas que conocía el año pasado, de mi misma edad, que por desgracia, este año ya no asisten a Hogwarts.

Ahora que ya me conocéis un poco mejor (mis dieciocho años resumidos en solo unos minutos...) podréis entender que para encontrar un compartimento en el tren...puedo tardar un buen rato, al menos encontrar uno vacío.

Al fin llego a un compartimento relativamente vacío. Solo había una persona, y no parecía precisamente un alumno. Miré hacia fuera, buscando otro lugar, pero como no había nadie por el pasillo del tren, supuse que todos estaban ocupados. Resignada, me senté frente al hombre y me quedé mirando a mí alrededor en busca de algo que me dijese quien era.

'' Profesor R.J.Lupin''

Genial, un profesor, esto me ayudaría a hacer más amigos (ironía por cierto). Lo observé con cuidado de no despertarlo. No parecía tener más de treinta, pero su rostro parecía cansado y triste. Una larga cicatriz marcaba su cara en la mejilla derecha y su pelo, del color de la arena, caía desordenado por su frente. Estaba ligeramente pálido, su ropa...bueno, no parecía tener muchas túnicas, porque si aquella estaba tan remendada y roída por todas partes, sería por que la usaba demasiado. No era un hombre que a la vista saltara que era guapo, no exactamente, pero si pude darme cuenta de que era mono, un bigote del color de su pelo le daba un aire interesante y la cicatriz lo hacía...misterioso. No era feo, eso seguro, pero claro, apenas se le veía la cara, la llevaba tapada con su capa y no podía verlo de frente.

Cuando terminé de observarlo (seguro que de haber estado despierto se habría sentido incómodo o acosado) me quedé mirando por la ventana.

Estaba tan aburrida que opté por buscar mi cuaderno de dibujos en mi mochila y ponerme a dibujar. Intenté dibujarle a él, pero no me salía demasiado bien, así que comencé a dibujar tonterías y cosas completamente al azar. Unos golpes me sacaron de mi trabajo y vi que la señora del carrito me miraba, esperando.

-¿quieres algo del carrito niña?- me preguntó chillona.

Yo me levanté para elegir algo, la barriga me rugía de hambre. Miré todo lo que tenía aquel carrito y elegí rápidamente unas ranas de chocolate y un zumo de calabaza. Cogí también nos gusanos cambiantes de gominola, y viendo como estos comenzaban a alternar sus colores y sabores y colores, pagué para volver a sentarme, claro que con lo torpe que soy, la tranquilidad no podía durar mucho. En cuanto la señora se fue, como normalmente me pasa, me tropecé con mi propio pie y caí sonoramente al suelo. Del golpe, la maleta del profesor se me cayó encima y emití sin querer un gritito de dolor. El maletín se me había caído justo en el tobillo, que había proferido un sonoro crujido y sospeché al instante que estaba roto.

Desde luego estas cosas solo me pasan a mí.

Gracias a mi grito, el profesor Lupin se despertó y me miró, tirada en el suelo como estaba, con cara de confusión. Rápidamente, se levantó y me tendió la mano para ayudarme.

-¿Estás bien?- preguntó amablemente, pero yo solo pude fijarme en aquellos ojos dorados como el caramelo que me miraban sonrientes (¿cómo una persona puede sonreír con los ojos? Pues yo que sé, pero él lo hizo).

-Yo-Yo-Yo...estoy bien, creo- contesté cuando aparé la mirada. El alzó una ceja y me ayudó a sentarme de nuevo- mierda- susurré al notar un pinchazo en el tobillo. El hombre me miró interrogante.

-Te has hecho daño- afirmó- ¿Necesitas ayuda?

-El tobillo- dije simplemente. El profesor sonrió, sacó su varita, y con un rápido movimiento, mi tobillo volvió a su posición original y dejó de dolerme- muchas gracias profesor.

Él me sonrió y recogió su maleta. De paso cogió todo lo que había comprado yo y me lo dejó en el asiento de mi derecha.

-No hay de qué.

-Siento haberlo despertado profesor...soy muy torpe y...

No te preocupes enserio, no quiero llegar dormido al castillo señorita...

-Tonks- respondí rápidamente.

-¿Tonks?- preguntó extrañado- creí que era un apellido, no sabía que también era un...

-No, no señor, es mi apellido, no me gusta mi nombre- dije encogiéndome de hombros. Ahora que me fijaba mejor (si eso era posible), me di cuenta de que era bastante guapo...para Tonks, es tu profesor, me dije a mí misma.

-Seguro que es bonito, ¿cómo te llamas?

Yo levanté la mirada y la clavó en sus ojos. Era intimidante.

-Nymphadora- contesté y él abrió mucho los ojos- Nymphadora Tonks.

Noté como el cabello se me volvía rojos de vergüenza y sus ojos se abrían tanto que hasta pensé que había hecho algo mal.

RiddikulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora