Primeras clases

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Me desperté temprano, ya que hoy empezaban las clases. Encontré mi horario en la mesilla de noche y descubrí, por desgracia, que tenía dos horas pociones aquel día, justo las primeras clases. Por suerte, después me tocaría DCAO, con Lupin, algo bueno tenía que haber. Solo tenía herbología por la tarde, con lo cual, tenía bastante tiempo libre.

Me cambié rápidamente y me dirigí a las mazmorras, donde un malhumorado (como siempre) profesor esperaba a que todos nos sentásemos. Compartíamos horas con los Ravenclaw; con lo cual, los Huffies, no teníamos mucho que hacer. Nos cayeron unas cuantas reprimendas. Todo iba bastante bien, hasta que como es costumbre, al ir a preguntarle una duda, que ahora que lo pienso, no merecía la pena, tiré por accidente, el caldero de uno de mis compañeros, haciendo que un muy amargado Snape, me quitase cien puntos y que toda mi casa, excepto Maggie y Oliver, me mirasen bastante mal. Lo único bueno de aquella clase, es que por una vez en seis años, hubiese podido sentarme acompañada, de mis dos nuevos amigos.

En cuanto salimos de pociones, los tres nos fuimos al aula del profesor Lupin, siendo los primeros en llegar. El profesor nos saludó con una sonrisa indicándonos que nos sentásemos mientras esperábamos a nuestros compañeros.

-Muy bien clase, hoy estudiaremos los centauros.

La clase siguió tranquilamente. Compartíamos hora con los Slytherin, que aunque al principio se tomaron a risa la clase, acabaron participando incluso más que mi casa. Imaginaos como tuvo que ser, para que casi toda el aula estuviese en silencio. Lupin era el mejor profesor de DCAO que había tenido hasta el momento, que habíamos tenido nunca. Estuvo durante toda la hora explicando, haciendo preguntas, demostraciones, hechizos; y yo, por supuesto, tomé apuntes de todo lo que decía.

Al final de la clase, me reuní con mis compañeros para ir al gran comedor. Recogí mis libros, y cuando me dirigía a la puerta alguien me llamó.

-Señorita Tonks, me gustaría preguntarle algo- me llamó el profesor. Yo caminé hacia él sonriente.

-Claro profesor.

Miró hacia los lados y cuando todo el mundo se había ido, me volvió a mirar con aquellos ojos dorados que la verdad, cada vez me gustaban más.

-¿He estado bien?- me preguntó. Yo solo alcancé a reírme, delante de su cara. Lupin me miró confundido- ¿Tan mal lo he hecho? ¿Creí que por eso tomabas apuntes? por qué te había gustado la clase o algo.

-Claro profesor, me ha encantado su clase. Ha conseguido que hasta los Slytherin se estén callados, eso es un gran logro- le aseguró sonriente. El me devolvió la sonrisa y sentí como se me formaba un nudo en el estómago. Mi pelo cambió a un naranja chillón.

-Muchas gracias, me alegro de que os gustase la clase. Por cierto...tu pelo- me dijo quitándome un mechón rebelde del rostro.

Yo desvié la mirada avergonzada.

-Cambia solo a veces, no sé qué me pasa.

-Bueno, creo que tus amigos- dijo señalando a la puerta, donde los mellizos esperaban a que acabase de hablar con el profesor- te esperan para ir al gran comedor.

-Muchas gracias profesor, ha estado genial, hasta mañana.

-Adiós señorita Nymphadora.

Salí corriendo con los hermanos Junt hacia el comedor, donde nos sentamos a comer y esperamos a la siguiente clase.

Cuando terminó herbología, una clase que a mi parecer es verdaderamente aburrida y monótona, salimos a dar un paseo por los jardines los tres juntos. Me sentía bastante cómoda con ellos; y claro, mis primeros amigos en años, se sentía bien. Me contaron de dónde venían, porque se habían mudado y que la ceremonia de selección se les había hecho días antes de empezar el curso.

Pasamos casi toda la tarde en la orilla del lago, charlando, haciendo bromas, paseando...

Cuando ya comenzaba a anochecer, los hermanos se fueron al castillo, pues aún les quedaban cosas por hacer, y yo, cómo sabía que tenía tiempo por la noche, me quedé un rato más fuera.

Al cabo de un rato, escuché unas risas a lo lejos, pero cuando me di la vuelta para ver que eran, un grupo de Slytherins me había acorralado. Eran cinco, y yo, por desgracia, una. Habían esperado hasta que estuve sola, y eso no presagiaba nada bueno.

-¿qué haces sola bicho raro?-dijo uno de ellos, al que reconocí como el capitán del equipo de quidich.

-Se te está haciendo tarde para cenar, si quieres te acompañamos- dijo otro amenazante, era bajito y con cara de hámster.

Me acerqué a uno de ellos para encararlo de frente.

-A ti seguro que no te hace falta comer más- le dije al cara hámster.

-Cállate metaamorfa.

La verdad, aquel insulto me molestó bastante, pero cuando fui a responder un empujón por detrás me tiró al suelo. Me hice daño en un tobillo, tal vez en la rodilla. Noté como me gritaban cosas como mestiza, sangre impura, amorfa, bicho raro, abominación...

Noté más golpes, en los costados, el estómago...no sé cuánto tiempo estuve así, tirada en el suelo recibiendo patadas por todo el cuerpo. Llegó un momento en el que casi pierdo el conocimiento. Cuando se cansaron de gritarme cosas y pegarme desaparecieron, dejándome sola, a oscuras, junto al ago. Hacía mucho frío, y hasta tiritar me dolía.

Escuché unos pasos a mí alrededor, pero no conseguía enfocar la vista. Noté como alguien me llamaba, como gritaba mi nombre, pero no fue hasta minutos después, cuando conseguí abrir los ojos por completo, que fijé la mirada en unos ojos dorados que me miraban con gran preocupación. Era el profesor Lupin.

RiddikulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora