Interludio 1

250 25 10
                                    

Le dolían los pies en el interior de sus zapatos gastados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Le dolían los pies en el interior de sus zapatos gastados. Goldilocks no estaba hecha para caminar grandes distancias, mucho menos al ritmo que había llevado esa tarde. Se dijo a sí misma, sin embargo, que si pudo viajar desde los Bosques del Norte a los del Sur, entonces perfectamente podía moverse por un par de kilómetros hasta el pueblo y el castillo. No quiso tener en cuenta que ese viaje lo había hecho siguiendo el capricho de su mente desquiciada, deteniéndose según le dictaba el dolor de sus músculos o el rugido de su estómago. Ahora ignoró ambas cosas. Se arrepintió de no haberle pedido a Hood un poco de comida. Estaba segura que se la habría dado. Después de todo, había sido lo bastante amable para escuchar su historia y lavarle el vestido.

No que importara demasiado. Cuando se puso en camino el sol estaba en su cénit, y junto al arroyo no había demasiados árboles que la protegieran de su inclemencia. La cara le ardía y sentía el cuerpo y las axilas empapadas de sudor. Seguramente para cuando llegara al castillo, su vestido sería un desastre de nuevo. Además, se había olvidado de preguntarle a Hood en qué dirección quedaba el Norte.

 Además, se había olvidado de preguntarle a Hood en qué dirección quedaba el Norte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pero Goldilocks era una optimista por naturaleza. Creía sinceramente que a pesar del cansancio y la falta de direcciones, llegaría al castillo con toda facilidad. Y si se topaba con algún oso, bueno... tenía el cuchillo de su padre escondido debajo de la falda. Siempre era un consuelo recordarse eso.

Tomó la precaución de recoger algunas bayas por el camino. La voz de su madre le resonaba en la cabeza: "Si están verdes, no están maduras y te enfermarás. Si son violeta oscuro, las puedes comer sin ningún problema. Nunca pruebes las rojas. Nunca, ¿me escuchas?"

Goldilocks nunca había preguntado por qué debía evitar las bayas rojas, pero estaba convencida que debía haber un motivo para ello. Recordaba la urgencia en la voz de su mamá cuando se lo dijo, el día que salieron a recogerlas para hacerle una tarta de cumpleaños a su papá. El tono alto, las palabras estirándose, la mano sobre su hombro para asegurarse que la mirara a la cara cuando le hablaba. Casi convirtiéndose en un chillido, un chillido que se ahogó en sangre cuando un par de zarpas enormes le desgarraron la garganta, cuando un hocico de aliento caliente y dientes afilados se cernió sobre ella...

House of Wolves (Novela ilustrada) + Bitácora de autorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora