Cap. 1 - Escena 2

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Se necesitó mucha agua y gran parte de sus reservas de jabón, pero por fin la niña dejó de parecer un feto que había emergido de las entrañas de su madre antes de tiempo y empezó a parecer... bueno, una niña. Una niña desconcertada y no demasiado inteligente, parada en medio de la cabaña envuelta en una manta y goteando agua de su largo cabello. No quedaba nada de la locura cegadora y la agresividad que la cazadora había visto en sus ojos azules y demasiado grandes para su cara.

—¿Vas a decirme cómo te llamas? —preguntó la cazadora.

La cría parpadeó un par de veces, como si fuera la primera vez que notaba su presencia, aunque había sido ella quien la cargó hasta allí, la metió en una cuba de agua y le restregó la piel hasta que estuvo roja por acción de la esponja y no por la sangre. Quizá el golpe en la cabeza hubiera terminado por destruir sus pocas facultades. La cazadora estaba a punto de repetir la pregunta o decirle que se marchara cuando ella habló con voz suave y tímida:

—Goldilocks.

Tenía sentido. Su cabello, aunque opaco por el agua, ya había empezado a enroscarse en enormes rizos desiguales, y cuando estuviera seco, seguramente sería de un dorado brilloso. Alguien no había sido particularmente ingenioso a la hora de nombrarla. Pero, claro, eso no era infrecuente entre padres de poca imaginación.

—Locks, ¿eh? ¿Qué hacías dentro del cadáver? —siguió preguntando la cazadora.

Ella continuó mirándola boquiabierta, como si no hubiera registrado la pregunta.

—Tu cabello es violeta —comentó al fin—. ¿Eres una princesa?

La cazadora se echó el pelo hacia atrás con una mueca. La próxima vez que fuera al mercado, necesitaría conseguir más tinta. ¿Y qué clase de pregunta estúpida era esa? ¿Acaso una princesa viviría en el bosque?

Le dio la espalda y sacó el vestido de la cuba. El agua estaba negra por la mugre y los deshechos, pero la tela había recuperado su color azul original.

—No contestaste mi pregunta —señaló la cazadora, mientras estrujaba el vestido—. ¿Tú mataste a ese oso? ¿Sin ayuda de nadie?

Silencio. La cazadora empezó a frustrarse.

—Niña —la llamó. Dejó el vestido sobre una silla y se dio la vuelta. Goldilocks seguía exactamente en el mismo lugar, aferrándose a la manta con fuerza, como si tuviera miedo que se la fueran a quitar. Ya no estaba mirando a la cazadora, sino que tenía la mirada perdida en un punto vacío de la cabaña—. Oye...

No hubo respuesta

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No hubo respuesta. La paciencia de la cazadora era un bien escaso, y tras una noche en vela, consideró que sus reservas se habían agotado. El brazo de Goldilocks era tan delgado que consiguió rodearlo con una sola mano.

—¡Contéstame cuando te hablo! —gritó la cazadora, sacudiéndola un poco.

Aquello consiguió una reacción, por fin, si bien no la que la cazadora esperaba. Los ojos azules de la chiquilla se llenaron de lágrimas, y su labio inferior empezó a temblar por los esfuerzos de contenerlas.

La cazadora consideró que era suficiente y la soltó.

—¿Vas a decirme qué te pasó? —insistió, poniéndose una mano en la cadera—. Porque no tengo tiempo para...

—¿Estamos en los Bosques del Norte? —preguntó Goldilocks.

Su voz seguía quebrada y sus manitos se aferraban a la manta con todavía más fuerza.

—¿No tienes idea de dónde estás?—. La cazadora alzó una ceja—. Son los Bosques del Sur.

—Oh —murmuró Locks, sorprendida—. Estoy lejos de casa.

 Estoy lejos de casa

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House of Wolves (Novela ilustrada) + Bitácora de autorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora