Gatos. Parte 2

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Bastó una noche, valor y algunas palabras para que ambos conocieran los sentimientos reprimidos que tenían, sin embargo, aquello solo aumentó culpa que sentía el rubio al seguirle ocultado muchas cosas que, serían bien, la razón principal por la cual no podrían estar juntos. Crocodile, ignorando eso, sentía que todo iría por un mejor camino desde ahora, tenía la ilusión de haber encontrado realmente a una persona que llenara su mundo de colores y jamás la dejaría ir.
•••

Ambos terminaron acostados en la cama, uno refugiado en el otro. Dejando que el silencio los arropara y pequeñas caricias apaciguaran las dudas, tenían tanto que decirse, pero tenerse uno al lado de otro resultaba ser más que suficiente. Solo hubo algo que detuvo ese magnífico momento, los maullidos tiernos de unos gatitos que necesitaban comer. Doflamingo suspiro y sin tener opción de levanto, eran su responsabilidad y no los dejaría morir de hambre, en su mano cabían tres pequeñas botellas que compró especiales para ellos, lleno las cinco botellas con leche y después de alinear a los gatos les acerco la punta del biberón, sin duda alguna estaban hambrientos, pues muy desesperados succionaban el líquido que su nuevo dueño les daba. — Hey... Doflamingo ... — escuchó la voz baja del pelinegro quien se había sentado sobre la cama, le miraba con gran insistencia así que su atención pasó a ser de él — ¿Puedo quedarme contigo esta noche? — aquello le tomó por sorpresa, esperaba que aún fuera demasiado pronto para el contrario y que decidiera irse, no estaba procesando bien las cosas y regreso su mirada a los pequeños que seguían tomando la leche — Claro, puedes dormir en mi cama, yo iré al cuarto de Rosinante, no tenemos ni camas extras ni otras habitaciones aquí — comentó con algo de broma, pero sentir las manos del hombre en sus hombros le fueron haciendo entender la situación — No, quiero que durmamos juntos ... en tu cama... — entre más escuchaba más irreal parecía, tanto tiempo de evitarlo y de la nada le provoca de esa forma, pero tampoco quería dudar de él, y mucho menos con su reciente confesión, lo miro, debatió consigo mismo y respondió — De acuerdo — obtuvo de respuesta una hermosa sonrisa por parte del pelinegro.

— Bien, déjame ayudarte con algo — agregó Croco estando obviamente feliz por estar con él rubio, toda su ansiedad y preocupación parecían haber sido una muy mala broma, pero ahí estaban ya con los sentimientos claros y los pensamientos dichos, incluso... el pelinegro estaba esperanzado a que pudiera superar el miedo a la verdad sobre si mismo... quería complacer plenamente al rubio en la cama. — Podrías calentar un poco de agua o podrías bañarte... la cena la haré yo ... — se había acostumbrado tanto a hacer las cosas por sí mismo, que Doffy no sabía que pedirle, no quería dejarlo malganado por ofrecerse ayudar, por ende, le dio la tarea más importante al momento. — No, vas a alimentarlos — suelta una de sus manos y toma la ajena para cederle su lugar, en unos segundos quien sostenía los biberones muy nervioso alimentando a los pequeños era un muy nervioso Croco, su concentración fue digna, pues no se quejó ni hizo caras de molestia. Doflamingo sonrió un poco y tras observar el orden, salió de la habitación y se dirigió a su cocina para empezar a preparar la cena.

En menos de 20 minutos, el pelinegro salió con los recipientes vacíos y algo cansado. Al llegar al lado del más alto suspiro, jamás pensó que alimentarlos y acomodarlos para que durmieran de nuevo, fuera así de complicado... sentía que los rompería o aplastaría. Aportó lavando los biberones y poniendo la mesa, también aprendió a usar una escoba. Inesperadamente, y pese a su origen, nunca había hecho una limpieza, ni siquiera con su variedad de trabajos a lo largo de su vida. Ayudó a transportar la comida, poniéndola sobre superficies a prueba de calor, después de eso, ambos se sentaron a cenar en un silencio algo extraño, pero que no molestaba ni incomodaba a ninguno, era más que ese silencio les precia algo grato.

— Déjame lavarlos ... no he ayudado realmente — dijo Croco queriendo hacer aún más por el rubio, éste, realmente estaba algo atribulado, no sabía que decirle o siquiera que pensar, las tareas siempre habían sido su trabajo desde que tenía memoria -con Rosinante como su hermano- las cosas eran extremas y nunca tuvo ayuda, siempre que el menor tocaba algo lo empeoraba... suspiro cediendo la tarea suponiendo que estaría bien, se dedicó a levantar los trastes y dejar que el otro los lavara, no había mucho que hacer así que puso a trabajar la cafetera mientras preparaba una pequeña canasta con algunas galletas, se sentía extraño que tuviera a una visita así de inesperada y que no le causara molestia, al contrario, lo quisiera aún más cerca de lo que ya estaba. Sintió una mano fría sobre las suyas, no se tomó a la tarea de ver que sucedía, el contacto era algo que había añorado por días... y ahora que lo tenia no haría nada estupido para perderlo otra vez — Vamos... — dijo el rubio, tomó las dos tazas de café y dejó que el pelinegro tomara las galletas, encendió la chimenea y en medio del silencio ambos se acurrucaron sobre el sofá, se podían percibir sus suspiros y sentían claramente sus leves caricias, ambos pensaban que les había tomado demasiado tiempo decir esas cosas pese a ser un par de cuarentones tratando de actuar como adolescentes, pero el amor que sentían no era de adolescente, y eso, lo entendían perfectamente.

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