El enemigo de Doflamingo

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Ya todo estaba listo como una importante cena, una gala donde el más importante aún no llegaba; nadie parecía estar tranquilo, cada persona en la presente ubicación miraba la nada o susurraban entre ellos con tal de encontrar un punto donde la confusión y el miedo no se unieran. Nadie podía predecir lo que las acciones de Doflamingo -llevando a Crocodile consigo- podrían provocar. Solo tenían el único deseo unísono de que el hombre que acompañaba a su jefe, fuera alguien confiable y que no pensara que la traición era un la opción...

•••

— ¿A dónde estamos yendo...? — preguntó el pelinegro, mirando como los paisajes cambiaban en la ventana del auto, habían salido de su casa hacia ya unos cuarenta minutos, seguía conduciendo y de la Z2 pasaron por la Z3 y no solo eso, se habían adentrado a una carretera bastante solitaria y bastante descuidada, no parecía ser parte del tránsito habitual por el estado decadente, además de que había muchos carteles de peligro por derrumbes y minas ... las minas eran un claro símbolo de la Z4 — Ya lo sabrás, es mejor que lo veas a que trate de explicarte — fue la justificación del rubio quien empezó a disminuir la velocidad hasta pararse debajo de un árbol chaparro que escondía a la perfección el auto negro de Crocodile, éste bajo imitando al más alto y con algo de desconfianza inmediatamente se puso a su lado, esa zona le traía demasiados recuerdos y finos en detalles, casi podía verse a sí mismo como un niño intentando escapar de los depravados. Doffy le abrazó ligeramente y beso su cien, empezó a caminar sin soltarle; siguieron caminando por la carretera al punto que fue difícil seguir en la misma posición, esta vez, se separó para tomar su mano y seguirlo guiando entre el camino rocoso que iniciaba, descendieron cuidadosamente y en ello se vieron obligados a entrar en un edificio parcialmente destruido, no obstante, tras ingresar a las ruinas del mismo Croco descubrió que estaban desapareciendo de la fas de la tierra, pues su destino era bajar por unas escaleras, recorrer pasillos y volver a bajar, su nerviosismo le hizo contar mal, pues solo bajaron 3 pisos bajo tierra, el contó más de 7.

— Aquí es... — el gran salón del edificio, adaptado por toda su familia para que fuera algo decente, nada lujoso, pero lo suficientemente limpio y preparado para ser un salón de reuniones. Al abrir la puerta, se dejaron ver cada uno de los integrantes de aquella familia, desde hombres y mujeres de avanzada edad, hasta niños que no pasarían de los 10 años ... todos miraban fijamente al pelinegro quien por un instante se congeló, Doffy solo río un poco y le hizo avanzar poniendo su mano en su espalda baja — No te harán nada... — susurro, avanzó con él hasta la silla donde siempre se sentaba, a su lado -preparada para su acompañante- había otra silla similar, el silencio era algo incómodo y muy pesado, todos miraban con bastante sigilo al hombre quien sentía que su mundo se hacía cada vez más pequeño — Basta — escuchó la voz del rubio, voz que resonó en la sala pese a ser de un tono normal de voz y de un volumen medio-bajo. La tensión seguía en el ambiente, pero al menos ya no estaban insistentes con el acompañante de su jefe — Waka* ¿En serio... ya...? — habló una agraciada mujer, al parecer la más anciana del lugar, tenía un peinado extraño y no se diga de su extravagancia en colores y ropa. Se le veía angustiada, temerosa y muy nerviosa, quien la miraba se sentía identificado con su estado, muchas de las dudas de los presentes se resumían en esa pregunta — Si, es tiempo de terminar con esto — su voz fue casi una brisa, iba a su ritmo y poco a poco invadía la sala con su seguridad y determinación, aunque la ansiedad seguía en el aire, nadie podría juzgarlos... estaban por iniciar una guerra con un poder militar. — ¿Que haremos entonces? — la voz aguda de una pequeña niña sorprendió a la mayoría, parecía tranquila y se alojaba en el regazo de Delinger quien también sonreía como si esperara a que todo iniciara. Mirando bien a los presentes, solo los más viejos tenían sus preocupaciones, los más jóvenes estaban tranquilos y los más niños se dividían en quienes entendían la situación y los que no. Sin embargo, nadie en aquella familia era del todo normal, sus pensamientos estaban de más.

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