IV

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Alexander no podía creer que en un solo día ya se le escapara esa mujer, no la iba a tener encerrada o algo así, solo quería aclarar algunas dudas, ninguna de sus sirvientas estaba segura de haberla visto y los guardias tampoco.

Cuando estaba pasando a su despacho pudo ver a Sir Mateo saliendo de lo que el llamaba su cueva, pues ese hombre era un ermitaño, pero sin él, nada funcionaría allí.

-Lo buscaba mi señor.- dijo haciéndole señas de que entrase a ese apestoso lugar, se acerco y lo siguió por el pasillo hasta la biblioteca, le indico que tomara asiento y movió algunos de sus utensilios y cosas así.-¿Quién es la joven castaña que deambula por aquí?.- preguntó sin mucha vuelta.

-¿Como demonios ese hombre dejó que se acercara? Si a sus hombres los sacaba como perros rabiosos.- pensó pero no lo dijo.

-Así que estaba por aquí, es una joven que encontré en una subasta.- el hombre lo miro extrañado.

-Busco algunos pergaminos sobre la historia del lugar, ¿no cree que sea raro que una "joven que encontró en una subasta" sepa leer?.- no se había parado un momento a pensar en eso.-¿Ni que llevase joyas de oro y plata consigo?.- a medida que hablaba se iba sintiendo más estúpido, ¿a quién dejo entrar en su casa?.

***

Nuria había leído ya dos pergaminos, pero los nombres grabados en su historia no aparecían, tomo una pluma y un tintero y comenzó a escribir lo que ella sabía, comparado con lo que leía, cada vez que su cabeza parecía encontrar similitudes, leía una parte que le parecía ilógica y así hasta llegar a la última parte de un pergamino.

-Nicholas el loco, el rey demente, que obligaba a sus habitantes a bañarse en su orina diciendo que era santa, que dirigió a la ruina el oro real, gastando en artefactos extraños y desconocidos para cualquier hombre.- eso último llamo su atención así que siguió con lo suyo.- tuvo una esposa, que acuso de traición y la quemo en la torre este del castillo, a la vista de todos.- su lectura se vio interrumpida cuando Alba abrió la puerta y le dijo que el señor la buscaba por todo el castillo, se levantó de su silla y salió siguiendo a la joven.

Había tantos pasillos que incluso se mareo, pero nada salía de su sorpresa, mientras miraba la arquitectura majestuosa, pensaba en pedirle un mapa del mundo al viejo de la biblioteca, la puerta se abrió ante ella y un pequeño empujon la hizo adentrarse en la sala, mientras la puerta se cerraba tras de si.

-Veo que ya estuviste recorriendo el lugar.- dijo el hombre sentado en frente de ella en lo que parecía un escritorio de ¿roble? No era buena adivinando de que eran los muebles, así que solo se dignó a asentir mientras investigaba el lugar.

El suelo, era de mármol, en comparación con los otros lugares del castillo, había la alfombra de un animal justo en frente de ella, una enorme chimenea a su derecha con dos sofás rojos, o algo así era, arriba habían colgadas dos espadas enormes, y seguro pesadas. A su izquierda había una armadura que seguro era de alguien corpulento, parecía de metal, con una insignia de plata justo en el pecho, no alcanzo a leer lo que decía, y un chasquido le impidió seguir inspeccionando.

-¿Si?.- pregunto dirigiendo su mirada a los ojos color miel que parecía que la estaban apuñalando.

-Le indique que se siente.- respondió señalando la silla justo en frente de él. Solo le bastaron cinco pasos hasta tomar asiento.

Él solo se dedico a mirarla fijamente por un momento, y prestar atención a su cara y manos.

-¿Como llego a la subasta?.- preguntó y a Nuria se le erizo hasta los pelos de las orejas sin exagerar, ¿qué le diría? Estaba en el siglo XXI y de la nada pare en manos de comerciantes de esclavos de esta epoca, dudo un segundo en contestar.

-No lo recuerdo, solo se que desperté atada a esos hombres.- en realidad no le mentía, era algo así, esquivando algunas partes.

-¿Como se llama?.- Nuria pensó que sería su fin, digamos que si la interrogaba mucho, había respuestas simples que se volvían complejas en su situación.

-Nuria.- solo asintió y le estiro una mano y le señalo que le de la suya.

***

Cada vez que hablaba, decía una palabra, lo hacía con gran delicadeza y cuidado, esa mujer no podía ser plebeya, y termino de comprobarlo cuando le extendió su mano, era suave, seguro nunca trabajo en su vida, sus uñas eran prolijas, toda ella lo era, su anillo tenía la inicial de su nombre, era fino, de oro, donde estaba la letra, era un ovalo también de oro, y la N estaba marcada con oro blanco, y había lo que parecían dos puntos a los lados, como pequeños diamantes incrustados, volvió a dirigir su mirada a ella.

Su cara no tenía imperfección alguna, sus cejas estaban bien marcadas, sus ojos eran de un color gris extremadamente oscuro, y sus pestañas eran largas y curvadas, siguió por el contorno se su nariz, pequeña y recta, sus labios estaban marcados de un color rojo suave, y de su cuello colgaba un collar también con una N, este parecía ser de plata.

-¿De dónde sacaste estas joyas?.- pregunto a la joven que volvía a parecer perdida de vuelta, lo miraba de la misma forma que un conejo mira a su cazador.

-Me los regalo mi abuela, se llamaba como yo y para su muerte quiso que yo los tenga.-

-Que abuela más generosa- pensó mientras dejaba la mano de la joven libre.

***

Mientras el investigaba su mano, comenzó a fijarse en él, tenía unos ojos color miel marcados por pestañas rectas, que lo hacían parecer delineado, sus facciones eran masculinas, pero delicadas, como alguna escultura griega, su tabique era recto hasta la mitad, que hacía una pequeña curvatura, seguro que se la habían roto, no tenía barba y su mandíbula era cuadrada, pero no exageradamente, que parezca que su cabeza sea un cuadrado.

-¿Como aprendió a leer?.- ahora si, no tenía nada para inventarse en ese momento, así que solo lo miro y su boca se movió por si sola.

-Mi padre me dio una educación estricta.- aunque si, era verdad, no diría que educación porque no se sabría explicar.

-Veamos, sabe leer, tiene joyas que le dio su difunta abuela, recuerda la educación de su padre, pero no de donde viene, ¿me cree estúpido mujer?.- acababa de decirle su nombre y no era precisamente "mujer" pero no diría nada, tenía lógica.

-Bien, recuerdo mi vida, pero no como llegue a la subasta, sinceramente siempre viví alejada, solo se que mi padre aparecía en pocas ocasiones en mi casa y eran una tortura.- dijo sin más.

-Bueno, digamos que le creo, ¿qué quiere conocer de la historia?.- preguntó antes de volver su vista a sus hojas y empezar a sellar sobres con cera roja.

-No la recuerdo.- Alexander volvió a mirarla, parecía disgustado.

***

Hablar con ella era como hablar con un muro, pero cuando trato de volver a entrabalar conversación, ella lo interrumpió con un largo suspiro y comenzó.

-¿Conoce a algún Athelstan de Inglaterra?.- él solo la miro impactado, ¿y ese quién era? No había nombre que se le parezca, negó y ella volvió a suspirar y se tiro nada femeninamente contra el respaldo de la silla.-¿Conoce a Alfredo el grande?.- otra vez, ese nombre tampoco lo conocía, ¿de dónde vendría en realidad?, solo negó con la cabeza.-¿Y a los vikingos?.- ahora si, un nombre conocido, pero le disgustaba completamente.

***

Si no conocía los dos primeros nombres, pero si el de los vikingos, significa que se podría aproximar una guerra, la guerra que unificaria Inglaterra, o lo que dicte su historia.

La mirada fría que le dirigió cuando dijo vikingos le heló la sangre, pero ahora por lo menos sabía algo, lo único en común que existe, es la guerra.

Pidió permiso para salir del despacho e irse, fue una afirmativa con condición, debería cenar con él, tal vez para seguir conversando, le pareció la oportunidad indicada para advertir sobre su alimentación, pensó un momento, ¿cómo podía estar pensando en eso y no en volver?.

Atemporal: encuentro con el pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora