XXIV

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 Nuria se movía por toda la habitación mientras Magda se entretenía leyendo cartas, no había explicación alguna para lo que acababa de pasar.

 Comenzó a repasar todos los pasos de los primeros días que pasó en el anterior tiempo, y una idea pasó por su cabeza, en realidad, una imagen, un mapa.

 -Ayúdame.- le pidió a su amiga que terminó de leer tranquilamente y luego le prestó atención.- busca un mapa.- Magda se encogió de hombros y se levantó.

 La biblioteca era tan grande que incluso había una escalera en un entrepiso donde había más libros, así que Nuria empezó por allí.

 -Acá.- la llamó Magda luego de media hora de búsqueda que la habían sofocado, no dejo de insultar y maldecir a todo el mundo, ¿cómo iba a ser tan difícil encontrar un mapa?.

 La que lo encontró lo abrió primero antes que la otra llegase. Nuria miró a la gigante, pálida, desorbitada, y luego sería ella.

 El mapa, superando las expectativas que tenía la más baja, no era ni de su mundo, ni del anterior, era otro, y volvían a caer en un lugar que se adaptaba a la tierra dónde ellas vivían.

 Ésta vez, no era un solo trozo de tierra, parecía que había unos quince continentes, entre ellos, la España dónde se encontraban, y eran pequeños, como islas.

 La idea de poder volver a donde vivían se esfumó de las cabezas de ambas, no cambiaban de épocas, sino, de mundos.

 -El viejo nos había ''invocado''.- susurró Magda.- ¿alguien pudo hacerlo aquí también?.- 

 -Si... pero.- no sabía como reaccionar a los sucesos que estaban viviendo.- aquí tuvimos una vida, parece como si tomamos la consciencia de dos personas que ya vivían aquí.- 

 Magda rompió bruscamente el vestido de Nuria y ambas quedaron más impactadas que antes, el brazo que se supone debía estar tatuado, estaba limpio.

 Ambas se quedaron mirando, y la pequeña no dejó escapar un detalle.

 -Tú no tenías ese lunar debajo del ojo.- le señaló a su amiga.

 -Espera.- Magda dejó el mapa.- nosotras dos caímos a ese mundo con nuestra ropa y sin ningún cambio físico, aquí sí, incluso antes no nos conocíamos, ni teníamos conexión alguna.- comenzó a divagar en su mente.

 -Tal vez nos adaptamos a la forma en la que nos llaman, o debido a qué nos llaman.- siguió Nuria.

-No entiendo nada.- la mayor miró el techo.- ¿y si nos suicidamos?.- la pregunta dejo sin aire a Nuria.- tal vez revivamos.- siguió levantando sus hombros como si la idea fuese muy lógica, aunque en ese momento la lógica nos existía.

 -No des más ideas.- respondió Nuria yéndose a sentar.- no nos queda otra que adaptarnos, como lo hicimos antes.-

 Magda no alcanzó a sentarse que un señor calvo y flaco abrió la puerta.

 -Señorita Bonachera, su carruaje ya está aquí para recojerla.- ambas lo miraron, luego se miraron, ¿cuál de las dos era?

 Magda recordó que la mujer la había tratado peor a ella y la había insultado, así que pellizco a Nuria, estaba segura que era ella porque no la trataron como alguien de la casa.

 -Ah si, ya voy.- dijo la pequeña con una mano en el brazo pellizcado, le dolía, un empujoncito bastaba.

***

  Nuria volvía a estar maravillada con el mundo, todo lo que ella había estudiado y visto a lo lejos lo estaba viviendo, tanto las crueles realidades, como la belleza del paisaje.

 Ahora no les quedaría alternativa alguna que saber para que estaba ahí.

***

 -Señorita.- la llamó una chica joven.-su madre me mandó a prepararla para la cena.- Magda la quedó mirando y solo asintió.

 Magda estaba considerando seriamente golpear a esa chica, a pesar de pedir que pare de ajustarle lo que sea que le ajusta en el pelo estaba pasando por alto todo sus quejas, parecía incluso que lo disfrutaba.

 Cuando por fin terminó esa tortura, casi que le perfora la oreja con un aro, y eso si que no lo iba a dejar pasar.

 -A ver.- dijo mostrando su altura.- no necesito tu ayuda para ponerme unos putos aretes.- expresó con furia quitando bruscamente de la mano de la chica las joyas.- que no puede ser que me queje y que te lo pases por alto, fuera de mi vista.- 

 -Nunca me levanto la voz.- dijo impresionada.

 Magda la miró a través del espejo, tal vez por eso ella no cedía a sus quejas, nunca la habían puesto en su lugar, comenzó a pensar en las cartas, la Magda que escribía demostraba una actitud sumisa, ante todo, y recordó un nombre, Amelia.

 -¿Cómo era tu nombre?.- preguntó cruzándose de brazos.

 -Amelia, señorita.- respondió.

  En las cartas se quejaba constantemente que esa chica la dañaba cuando la peinaba, la bañaba, la cambiaba, por un momento pensó que llegó allí para poner orden, pero le parecía extraño, el cambio empieza por uno mismo, pedir eso es estúpido. Incluso si cambiaba las cosas, cuando volviese la otra Magda revertiría todo.

 Mientras pensaba la joven solo la miraba esperando una respuesta, y ella se la iba a dar.

 -A partir de mañana no te quiero ver más cerca mío.- Amelia trato de defenderse pero ella no la dejo, vaya uno a saber cuantos años hizo lo que quería con ella.

  Bajo las escaleras, calculaba que para hacer un cambio de ¿dama de compañía? ¿se llamaban así? debía decirle a sus padres.

 Entró en un enorme comedor, todo adornado en tonalidades rojas y verdes con algunas insignias bordadas en manteles y cortinas, un hombre en una de las puntas se levanto, tenía algunas canas, pero mayormente el pelo negro y un porte muy elegante.

 -Mi hermosa Magdalena, siempre puntual.- dijo y le señaló un asiento a su lado.

 En las cartas muy pocas veces se quejaba de su padre, solo cuando se ponía estricto, pero era lo normal en cualquier persona, a nadie le gustaban las actitudes rectas de los padres.

 Poco a poco fue llegando su familia, bastante grande, era la hermana mayor, dos de sus hermanos estaban en la escuela, y luego tenía otros tres hermanos, la única mujer, a parte de su madre, la sonrisa no estaba en las facciones de su cara, parecía que chupaba limones constantemente.

 -¿Cómo estás para la fiesta de mañana querida? Estoy tan emocionada de que comiences tu temporada para buscar esposo.- Magda se atoró con el trozo de fruta que tenía en la boca.

 Necesitaba comunicarse con su amiga, pero no había teléfonos, ni cosas así, luego buscaría en las cartas, seguro que mencionaba algo de ésto.

Atemporal: encuentro con el pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora