IX

513 45 2
                                    

Se miraron por un momento, nunca habían estado tan cerca el uno del otro, pero ninguno movió un pelo.

Nuria fue la primera en desviar la mirada, y decirle lo que había descifrado, bajo la atenta mirada de él.

Hablaron un poco más del tema, no supieron cuanto tiempo había pasado, pero en su conversación, ambos se movían alrededor de la enorme mesa, hablaron de los puntos claves, las primeras ciudades en caer, las fortalezas militares, estrategias, de todo un poco.

Estaba impactada, era el único que no hablaba tan vulgarmente, y no desprendía ese característico olor a mugre tapado con perfume, para su sorpresa olía bien.

***

Estrategia que le contaba, estrategia que le encontraba baches, hasta la de el enemigo, que para él parecían tan complejas y bien armadas, detalles que nunca se puso a pensar, tal vez lo que decía el viejo Mateo era cierto y podía ayudarlo a defender sus tierras, sería algo muy adelantado proponer que ella sea su estratega, pero no podía darse el tiempo de pensarlo mucho y la pregunta salió casi por si sola.

***

¿Ser la estratega?, la pregunta la dejo en shock, cada vez que quería responder algo le impedía, como ella podría dirigir un ejército, si perdían no podría con su angustia, aunque con todo lo que la ayudaron, lo bien que la trataron, no se negaría, trataría de usar todo lo que tenía a su alcance.

Asintió, y como si fuera la respuesta que Alexander esperaba, salió de la habitación, desapareciendo por el pasillo.

Se quedo un rato en el lugar, se sentó en el piso a pensar en que había hecho, como aceptar semejante cosa, allí no había armas de fuego, comunicación, nada.

Tiro su cabeza hacia atrás golpeándola contra el muro y miro el techo, la luna estaba justo en la ventana, le pareció una vista maravillosa, incluso parecía que los hombres se dirigían a una victoria absoluta. Una pequeña carcajada salió de sus labios, se estaba adelantando a todo.

Como a los treinta minutos se levanto y fue a su habitación, tomó prestadas algunas estrategias, no era una persona que pueda con sus impulsos.

Alba la estaba esperando con la comida, la joven seguro se había cansado y se sentó, pero al momento de verla entrar se paro enseguida.

-Siéntate, no importa.- dijo para que luego ésta se desplomara nuevamente en la silla.-Quiero conocerte.-

Alba la miro impresionada, pero, estaba sola, solo hablaba con Sir Mateo, necesitaba una amiga.

-¿Qué quiere saber?.- le preguntó.

Y luego de esa pregunta, la conversación fluyó, era muy graciosa, aunque su historia era un poco trágica, y tuvo que dejar a su familia atrás para poder trabajar, su sonrisa no se borraba, en esa época era bastante adulta para no estar casada, ella disfrutaba eso y desde que la designaron como la dama de Nuria, su vida giraba en torno a ella.

Pasaron horas, hasta que ambas se fueron a dormir.

***

Alexander había pasado casi toda la noche pensando en la impulsiva decisión que había tomado, no sabía si era una traidora, llegaba justo que los vikingos atacaban, descubría fácilmente fallos en las estrategias, era excelente peleando, aunque algo le decía que podía confiar en ella, era una persona que demostraba seguridad, que podría hacer lo que quisiera, le llamaba la atención y por ese momento, estaría al margen hasta que algo le demuestre que no lo traicionaría.

***

Román sabía donde estaba su hermana, aunque casi lo descubren infiltrándose en el castillo, su agilidad para escabullirse lo salvó.

El lugar era enorme, pasaría desapercibido fácilmente, pero no iba a encontrar a su hermana tan rápido, así que preguntaría.

Las personas lo habían echo recorrer medio lugar hasta que llego a una puerta, supo que estaba ahí por su particular risa y sin más abrió la puerta.

***

Ambas giraron serias, el cuerpo de Alba le impedía ver quien entró, pero movió su cabeza para un costado y se cruzó con la mirada de un niño pequeño, de unos diez años.

-Román.- dijo Alba parándose y yendo a el para cerrar la puerta y que no lo vieran.-¿Que haces aquí?.-

-¿Quién es?.- Preguntó Nuria en su completo asombro.

-Mi hermano mi lady, lo siento.- se disculpó agachando la cabeza y haciendo que el niño también lo haga.

Luego de incómodo silencio, Alba hizo que Román se volteara y ayudó a Nuria a vestirse.

Nuria les permitió hablar en su habitación, aunque lo que escuchaba de lo que decía el niño, le provocó un sentimiento de rabia, impotencia y tristeza al mismo tiempo. No sabría lo que sería estar en el lugar de Alba o Román, pero los llantos de esos dos la desconsolaban.

Debía avisarle a Alexander, si ese niño llego en un día, faltaría menos de una semana para que lleguen los desgraciados esos.

Salió del lugar y lo buscó por todos lados, hasta dar con él, en medio de un entrenamiento, tomo aire y silbó para llamar la atención, cuando todos voltearon a ver se sintió incómoda, Alexander se acercó, nuevamente con su indescifrable mirada de si la iba a matar o dejaría que hable.

Cerró los ojos, tomo aire, y soltó todo lo que sabía, al terminar abrió un solo ojo, y lo volvió a cerrar, si no lo veía, no tenía esa expresión tan terrorífica.

-Mireme.- le dijo serio y con voz firme.-repita lo que acaba de decir.-

-Dije que el hermano de mi doncella nos contó que los vikingos atacaron su pueblo y que si él tardó un día en llegar esos hombres pueden estar muy cerca y...- un gritó de frustración salió de lo más profundo de Alexander que calló hasta el viento.

Se tomó el cabello y giro a sus hombres.

-Hay que estar alerta, quiero que se separen en grupos, algunos vayan a la guardia de los muros, los otros custodian la ciudad y el castillo entero, dividan ustedes los hombres, y a la mínima sospecha me avisen, no quiero ni una cara nueva en mi territorio.- todos asintieron y comenzaron a moverse mientras él le indicaba que lo siga y así callada lo siguió.

Atemporal: encuentro con el pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora