XXV

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  Nuria llegó a su casa, luego de un viaje de dos horas, un hombre la ayudó a bajar y vio la fachada de ese lugar.

 Una enorme edificación de piedra blanca, no podía especificar que era, su fuerte no era la arquitectura, enorme ventanales, pisos que variaban entre el mármol, la madera, rocas y azulejos, una decoración muy exagerada con colores muy extravagantes, jugando con verde, amarillo, azul, naranja, en fin, parecía un circo -que gusto  horrible-  pensó, pero luego noto de donde provenía.

 -Nuria.- la llamó una voz chillona.- ¿qué te pasó en la ropa?.- preguntó llevándose la mano a la cabeza y exagerando todas las expresiones, era su madre, estaba segura, o tal vez una hermana.

 -Yo...- trató de responder pero la señora negó y la hizo subir a su habitación a bañarse y cambiarse, agregando que debía cenar allí por una razón que no entendía.

  Mientras comía frutas de una bandeja y algo de carne, por suerte cocinada, comenzó a pensar seriamente en algo, ¿si era otro mundo, cómo era posible que aparezca esa guerra? o peor, ¿cómo aparecieron ellas?, no iba a dormir hasta sacarse la duda, así que mandó a una de sus doncellas a buscar un mapa, y libros de historia, tendría que volver a estudiar.

 Luego de sacarlas de su cuarto, se sentó en su cama, muy bonita y limpia, pensó que tendría piojos y pulgas como le habían enseñado, pero tal en ese lugar tuvieron suerte y no había.

 Primero empezó por ver el mapa, fijándose cada detalle, y encontró uno muy curioso, Essex, el lugar donde estuvo, estaba ahí, pero lejos, muy lejos de donde estaba ahora.

 Entre los libros que le trajeron había algunos de geografía, mostraba relieves, climas, y comenzó a pensar en su mundo, según mucha evidencia antes existía un solo continente, Pangea, pero era imposible, fue un proceso muy largo el de la separación.

 Así que comenzó a indagar más en la historia, comenzó con reinos, pueblos, ciudades, una gran parte de éstas había desaparecido, pero no aparecía el porqué.

 Ya habían pasado horas, y no llegaba a una conclusión fija, pasó desde la separación del continente, a un meteorito que destruyó todo, pero los tiempos de esos cambios no eran exactos, ni siquiera mucha evidencia de éstos e incluso la sociedad siguió avanzando, pero si tenía suerte mañana vería a Magda, ella podría entender los libros de ciencias exactas que trató de entender una hora antes y como era obvio, fracasó.

***

 La carcajada de Magda se escuchó por toda la casa.

 -Es ridículo, y estás loca si piensas que usaré eso.-  le dijo a su madre al ver el vestido en frente de ella.

 -Pero querida, es la última moda, todas las señoritas te envidiarán.- trató de convencerla la mujer.

 Realmente, el vestido era de un color salmón espantoso mezclado con algún tipo de marrón similar al de un río contaminado, ni muerta se pondría eso.

 La modista al ver el rechazo sacó el vestido, y mostró otro, color blanco, con decoraciones en rosado pastel.

 -Ese es más bonito.- dijo Magda, aunque no le gustaba a idea de parecer un muffin, pero era lo mejor que había.

 La madre hizo seña de aceptación y comenzaron a vestir a Magda, que comenzó a considerar eso un elemento de tortura.

 Empezando por la ropa interior, los corsés y corpiños, luego el miriñaque, una falda de metal para levantar el vestido, si bien era incómodo, podías acostumbrarte, menos a los zapatos, Magda pensaba seriamente en el suicidio.

Atemporal: encuentro con el pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora