XI

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  Mateo trato de explicarle con las mismas palabras que a ella el pequeño tema de su secuestro, sentía pena por él, pero no tanta como para soltarlo, es decir, adoraba vivir, así que disimuladamente, cuando el hombre desvió la mirada de ella y Mateo se concentró en dar explicaciones, camino hasta la salida.

-Tú no te vas.- dijo la voz del mayor a sus espaldas.-le recuerdo que usted arrastró el cuerpo inconsciente de este pobre hombre y lo ató, como una experta en el tema.- ¿Pero qué estaba diciendo?.

-El plan fue tuyo, tú me ordenaste que hacer y como hacerlo, solo seguí tus ordenes.- El hombre llevo una mano a su pecho, fingiendo que le dolían sus palabras.

Luego de eso, todo se llevo a una discusión en la cual, ambos trataban de echarse la culpa el uno al otro del secuestro, bajo la atenta mirada de Luciano, que aún estaba atado.

***

-¿Como alguien tan pequeña pudo cargarme?- se preguntaba mientras analizaba a la mujer desconocida, tenía un vestido rosado claro con escote cuadrado y mangas tres cuarto, lo que dejo notar una marca extraña que cubría parte de su brazo. Era innegable la belleza que poseía, pero ese no era el tema principal en su situación, si no, su secuestro.

-Cierren la boca.- dijo por fin cuando desvió la vista de la joven.-Ambos tienen la culpa, tú por planearlo, y tú por hacerle caso.- recalco el tú y a quién se dirigía antes de seguir.-¿Me harían el favor de desatarme?.-

***

Nuria y Mateo se miraron seriamente, ninguno quería acercarse.

Nuria miro con desconfianza, Mateo le hizo señas con la cabeza, y lentamente lo rodeo y comenzó a desatar el nudo que retenía sus manos. Cuando por fin termino retrocedió hasta apoyarse en una mesa de donde podría agarrar cualquier cosa en defensa propia.

El intervalo de tiempo en el que se levanto de la silla, no sabía si sentirse una persona fuerte por poder arrastrarlo, porque a decir verdad era enorme, o miedo, pero por las dudas sus piernas dejaron de responder.

-¿Qué? No les voy a hacer nada.- dijo el hombre mirando a ambos, aunque seguro ganas no le faltaban de golpearlos.

-Bien.- dijo Mateo.-Nuria, te presento a Luciano, Luciano, te presento a Nuria.- Su mente quedó en blanco, ¿cómo debía saludarlo? ¿le ofrecía la mano para que la bese, hacía una reverencia?, lo había secuestrado, las formalidades no debían servir de nada.

-Hola.- dijo con cierto grado de timidez.

-Tener ese miedo irracional de que te voy a golpear hace ver que seguro no te trataron muy bien.- dijo antes de girarse a Mateo y comenzar a discutir con él.

-Pero... ¿Quién se creía para psicoanalizarla? Era el hijo de un loco, no de Freud. Aunque no estaba errado, con un simple saludo bastaba- pensó Nuria casi en voz alta, mientras prestaba atención a esa ancha espalda que no permitía ver a Mateo.

***

Alexander estaba revisando cuentas, gastos, recortes para una posible guerra cuando tocaron la puerta de su despacho.

Luego del "adelante" entró un criado que servía a él desde que estaba en el poder, con cara de preocupación.

-Dime.- dijo Alexander para darle el permiso de hablar al canoso hombre.

-Mi señor, espero estar equivocado, pero creo que Mateo y alguien más trajeron al hijo del loco.-

Alexander dejo las hojas sobre la mesa antes de levantarse bruscamente y abalanzarse al pobre hombre para que le de toda la información.

¿Que hacía ese bastardo en sus tierras? ¿en qué demonios pensaba Mateo al traerlo?, eran algunas de las preguntas que se hacía camino a la habitación del viejo, la furia que sentía en ese momento estaba asustando a todos.

  Llego a la puerta y escucho una pequeña discusión entre Mateo, y una voz masculina, seguramente él, sin más abrió la puerta.

La imagen que se encontró fue, a un gigante rubio discutiendo con el ermitaño, y a ¿Nuria? Apoyada sobre una mesa mirando la escena con pánico, ¿como llegó allí? Si esos idiotas le hicieron algo, se decía acumulando más furia.

***

Nuria, que hasta ahora solo se mantenía al margen, sintió que se hacía invisible de la palidez al ver a Alexander abrir la puerta y clavar la vista en ella, estaba muerta, oh si, ya veía su vida pasar frente a sus ojos y casi se desvanece al verlo ir hacia ella.

-¿Se encuentra bien? ¿le hicieron daño?.- las preguntas la dejaron confundida, y solo pudo decir en un susurro que se encontraba bien.

Alexander giró hacia los dos hombres que lo miraban, y el primero en hablar fue Luciano.

-¿Ella? Ella esta más que bien como para colaborar con mi secuestro.- dijo con total indignación.

-No había opción de traerlo, sin él, no podemos.- trató de decir Mateo, pero Alexander lo interrumpió.

-¿Qué no podemos? No necesitamos esta basura.- como era de esperarse, el comentario ofendió a Luciano que salió en su defensa, y nuevamente Mateo empezó con sus justificaciones, que eran las siguientes:

Nadie conocía mejor que él a los vikingos, debido a su exilio viajó a varios lados y estudió el comportamientos de éstos.
Su conocimiento de la mente humana era exquisito.
Nadie mejor que él podría entender las estrategias que dejó su padre.

Entre otras.

Pero nada de eso parecía importarle a Alexander, que lo único que hacía era destilar odio.

Por un momento se preguntó ¿qué habrá hecho para recibir tanto odio?, no creía que sea solo por su padre, pero luego de unas palabras, parecía que si, lo culpaba por los crímenes de su progenitor.

-Creo que no deberías castigar al hijo por los errores de su padre.- dijo con la voz firme, pero lo más calmada y dulce posible, no quería que le griten.

-¿Disculpa?.- preguntó Alexander girando hacia ella.-Así como lo pudo hacer el padre, nada me garantiza que él no lo haga.-

-Yo ni siquiera pretendía ayudarte, y tampoco daré alguna explicación que cambié tu pensamiento, porque no me interesa.- respondió Luciano, pero con un tono más calmado, aunque, con más desprecio.


Atemporal: encuentro con el pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora