"¿Cómo le llamas a una dictadura en donde todos los oprimidos parecen estar felices de estarlo?"
90 minutos restantes para el ataque
La blanca sala de reuniones olía a desinfectante y café. Antes de que Martin pudiese entender en dónde estaba, escuchó casi de manera subconsciente, el silbido y el resoplido rítmico de las máquinas del piso inferior de los laboratorios Green, visible por los grandes ventanales a su izquierda y que inyectaban plásticos de diferentes tipos en moldes, creando las piezas de cada cosa mecánica que se necesitaba en Alfa. A su espalda estaba la ventana por donde entraba el sol, mitigado por el clima artificial que daba un calor agradable a la tarde.
Frente a él, del otro lado de la mesa que asemejaba el cristal, Malkon Bailey, el joven estudiante de ciencias que era el asistente de la junta directiva le hablaba al profesor. Martin por unos momentos vio como sus labios se movían, pero no entendía lo que estaba diciendo. Kalvin y Livingshtone, los otros dos miembros de la junta directiva, se levantaron preocupados y se apoyaron en la mesa inclinándose hacia el profesor. Malkon volvió a hablar y su voz fue la que finalmente logró que Martin aterrizara en su cuerpo completamente. Tomó aire fuertemente como si acabara de salir del agua y sintió que todo le dolía como una quemadura.
– ¿Profesor Martin? ... ¿Está usted bien?
– ¿Malkon? –El profesor se llevó las manos al pecho, como si le estuviera dando un infarto, y escucho que Kalvin le dicía a B5 que llamara al servicio médico
– Espera, no será necesario. –Le dijo. –Es sólo que estoy aturdido, Es... mi tensión arterial. Últimamente he estado fallando. ¿Puedes explicarme qué estábamos hablando?– Martin se quitó los lentes y se apretó las facciones intentando mantenerse despertar del todo. Poco a poco, los tres hombres regresan a sus asientos. Abelard Livingstone Mantuvo la mirada con suspicacia por unos instantes en el rostro de Martin y este se dio cuenta. Él sabía que sería difícil mentirle a él, ya que era uno de los dos científicos más importantes de Alfa. El otro era él mismo.
Luego del respectivo vaso de agua y de unos momentos más para tranquilizar al comité que para recuperarse del todo, Martin le pidió a los demás que continuaran, los ojos verdes de Livingshtone lucían más serios que nunca enmarcados desde su canosa barba marrón.
–Martin, Estábamos hablando del próximo informe al gobierno sobre la investigación militar, y cómo estamos retrasados al menos un año. Lo importante es que el gobernador no sabe que estamos retrasados tanto tiempo. Ya deberíamos tener lista la primera línea de soldados entrenando con lo que sea que le vayamos a presentar.
–¿Seguro que estás bien, viejo? – Kalvin lo miró seria pero empáticamente por encima de los cristales redondos de sus lentes. Martin asintió alisándose un poco la chaqueta, que Martin se había arrugado sin pensar mientras se apretaba los brazos para soportar el dolor. Kalvin continuó con la idea de Livingshtone – El problema básicamente, y quiero que este sea la presentación preliminar de mi informe de este mes, es que aunque seguimos generando resultados, no podemos evitar que los químicos que estamos aplicando, incluso en las presentaciones modificadas de las últimas dos semanas en los sujetos de prueba, alteren su genética. Estamos creando pequeñas lamias, no soldados. Mientras que el gobernador espera que nosotros le entreguemos una especie de suero de inmortalidad que hará que los miembros de cualquier escuadrón de policía se transforme en supersoldados: del Agente Jekill al Super policía Hide para que peleen con los de afuera sin que le de cáncer de vejiga luego, o se incendien mientras caminan.
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Los Cediks: Libro Rojo
Science Fiction¿Qué pasa cuando un villano psicópata acepta el reto de acabar con lo que está mal en una ciudad distópica? ¿Y cuando los que se supone que son los héroes están condenados a trabajar para el dictador? ¿Y si además los héroes tienen tanto poder como...