La persecución había llevado a Ricardo y a su fugitivo a los pisos superiores, siempre a través de saltos difíciles y lugares angostos. Cuando Ricardo conseguía un transporte, el terrorista respondía entrando a lugares al que no tenía acceso ninguna máquina, como fábricas, edificios o pasillos peatonales. Cuando pedía apoyo para que los drones de la policía lo persiguieran, este parecía leerle la mente y sencillamente desaparecía cambiando de ubicación geográfica, o escalando hacia el siguiente nivel de Alfa. Finalmente habían llegado al piso cuatro, y se le acababan las opciones a ambos. Si el fugitivo subía más, la persecución sería ahora tomada por su comando entero de policía y él quedaría en ridículo. Si volvía a los pisos inferiores podría prolongarse por mucho más tiempo y Ricardo ya estaba sintiendo el agotamiento en cada uno de sus músculos.
La carrera lo llevó directo a la calle industrial en donde se fabricaban alimentos y productos para Alfa. Al fondo, un edificio destacaba por sobre otros por tener una quemada fuerte en su fallada. Los laboratorios Green.
Cuando Ricardo escaló sobre la plataforma en la que estaba la calle, vio que finalmente él y el terrorista estaban sobre el piso plano a apenas diez metros de distancia. Desenfundó su arma y sin quitarle del todo los ojos al hombre revisó la carga. Sólo le quedaban cinco tiros. Sin pensarlo disparó dos veces a la espalda del hombre, pero este, como si se tratara de un gato, o más bien, la sombra de un gato, los esquivó dando un salto con las piernas sobre la cabeza. El hombre ahora lo miraba directamente, y estaba agazapado de una manera extraña esperando otro disparo. La capucha de la chaqueta se le había salido de la cabeza y pudo ver que el hombre tenía el pelo largo sujetado en una cola que le caía por un hombro. Se veía joven, como de unos veinte años o menos. Detalló que su respiración estaba acelerada, y eso lo hizo percatarse de que la suya estaba al tope también. Las luces de la calle entonces se fueron apagando una a una, desde el lugar en donde se encontraban hasta el fondo de la calle. Ambos hombres pensaron que el otro lo había hecho de alguna manera.
– ¿Eres rápido, no? –Ricardo seguía apuntándolo. – Pues no importa lo rápido que seas, yo no me rindo nunca. – El hombre sonrió y abrió la boca para decir algo. Esto fue lo que necesitó Ricardo para dar dos disparos rápidos. Este dio un salto hacia atrás, pero recibió los impactos a la izquierda y a la derecha del pecho y lo hizo caer de espaldas. El policía corrió hacia él pensando en rematarlo con el disparo extra, pero cuando estaba casi sobre el terrorista se dio cuenta que el hombre estaba demasiado preparado. Había abierto su chaqueta y estaba sacando una cadena con pomos metálicos en las puntas. Ricardo pudo ver debajo de la tela quemada una cota de malla plástica con alguna especie de recubrimiento táctico. El hombre tenía una armadura antibalas. Le disparó a matar, pero antes siquiera de apretar el gatillo, el terrorista se había movido de donde estaba rodando sobre su espalda hacia atrás de Ricardo. En algún momento había lanzado la cadena hacia sus tobillos y la estaba apretando con una mano. Ricardo cayó de golpe sobre sus antebrazos. Como pudo apuntó al terrorista y disparó, pero al ver que la pistola se había quedado sin balas se la lanzó lo más fuerte que pudo. Por supuesto, esta pasó sin problemas por sobre uno de los hombros del hombre que sólo le dedicó una sonrisa condescendiente. Ricardo Levantó su mano y su guante iluminó la palma de su mano. La pistola regresó hacia su mano, golpeando la nuca del fugitivo antes.
– ¡Ouch! –Dijo sobándose el cuello. Entonces corrió hacia Ricardo, y cuando este pensó que lo patearía o lo arrollaría de alguna manera, El hombre sólo le pasó por encima, dejando incluso la cadena pegada a sus pies. Corrió por el fondo de la calle y Ricardo maldijo con un grito.
Al fondo de la calle, en uno de los edificios, una puerta se abría de par en par. Eran los laboratorios Green. El fugitivo corrió hacia la puerta, pero en último momento torció la carrera hacia la izquierda, por sobre su hombro saltó a una barra vertical que sobresalía de un poste y entró a la ventana abierta del edificio de al lado.
Ricardo Ya lo seguía, sólo que en lugar de saltar por el poste, decidió abrir la puerta utilizando el programa que le proporcionaba su inteligencia asistente. El cerrojo abrió rápidamente y corrió pasillos adentro. Una voz le habló desde los altavoces:
– Buenas noches, Oficial. Mi nombre es B06 y soy la inteligencia de la fábrica de cloro y productos de limpieza de ciudad A...
–Ahórratelo. ¿Dónde carajo está el hombre que entró por la ventana del piso seis? – ¿Por qué no has activado las alarmas?
–El hombre sigue en el piso de arriba, le mostraré el camino.
Una luz circular y amarilla se activó en el piso a dos metros de donde estaban los pies de Ricardo. El hombre primero caminó por el pasillo extrañamente oscuro y luego corrió siguiendo el patrón de puntos amarillos que aparecían y desaparecían cada vez más rápido frente a él. El patrón lo condujo por un sinfín de salones, escaleras, por donde podía ver la planta procesadora de cloro a un lado. Si el hombre lograba dañarlas el gas que emanaba de las mismas podía causar un incidente fatal a los habitantes de la ciudad.
La luz lo condujo hasta una puerta cerrada. Ricardo respiró unos instantes y tocó el borde de la misma, lo que hizo que esta se abriera de par en par de manera automática. Sólo era una habitación vacía y una ventana abierta. Cuando Ricardo se asomó por la ventana, vio un cable largo de una de las instalaciones eléctricas de la fábrica que se balanceaba a la mitad de la calle. Aparentemente el hombre lo había utilizado para balancearse y saltar desde la ventana. Maldijo para sus adentros. Revisó con la vista la calle que se extendía a izquierda y derecha, y vio que de pronto, dentro de la reja del edificio de enfrente, los laboratorios Green, una luz se encendía iluminando lo que parecía ser una plaza de ladrillos circular, con una fuente sin agua en el medio. La sombra de alguien corriendo dentro de los laboratorios reactivó la persecución. Ricardo corrió hacia la salida de la fábrica y entró a la carrera hacia el edificio. Miró un enorme vestíbulo blanco, con muchos escritorios, algunos con el plástico protector que indicaba que estaban nuevos y sin usar. Caminó con precaución tratando de no caer en ninguna trampa y se sobresaltó cuando vio que la luz blanca del pasillo a la derecha se encendía completamente. ¿Qué la había activado? Lo averiguaría en el acto. El hombre trotó hacia el pasillo, tomó nota mental de unas marcas de quemaduras en el techo del vestíbulo, pero su objetivo era atrapar al hombre que tenía toda la tarde persiguiendo. Luego investigaría más. Al fondo, vio abrirse una puerta a la izquierda, aunque el pasillo continuaba, no entendió cómo la puerta podía abrirse sola, por lo que corrió hasta ella con los puños en alto. La habitación tenía un par de muebles y un estante alto cuya puerta se cerró cuando él entró.
Obviamente Ricardo corrió hasta el estante y lo abrió de golpe... Estaba vacío, pero la puerta por donde entró se cerró de golpe.
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Los Cediks: Libro Rojo
Science Fiction¿Qué pasa cuando un villano psicópata acepta el reto de acabar con lo que está mal en una ciudad distópica? ¿Y cuando los que se supone que son los héroes están condenados a trabajar para el dictador? ¿Y si además los héroes tienen tanto poder como...