Capítulo 3 El séptimo Cedik

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I

Abelard Livingshtone se encontraba en la más profunda tubería de Alfa, a por lo menos dos kilómetros por debajo del piso -5 de la ciudad. El sitio era lo que más le recordaba a un infierno. Era oscuro, Difícil de salir y sobre todo muy caluroso. Si bien Livingshtone lo había transformado poco a poco en un buen piso franco, el poco tiempo en el que había permanecido allí cada vez iba a llevar insumos en meses anteriores no le había permitido percatarse de lo caliente que sería permanecer mucho tiempo allí sin una ventilación adecuada. Desnudo de la cintura para arriba y sudando copiosamente, el hombre también afrontaba otros problemas: Había empaquetado alimentos para quince días, pero había calculado mal el tamaño de las raciones, por lo que los primeros días cada vez que comía quedaba con hambre, y debía picar en las raciones de otros días. Calculaba ahora que con apenas cuatro días de su huida, le quedaban alimentos sólo para tres o cuatro días más. Tampoco había pensado muy bien en la forma de hacerse con un baño.

Las computadoras funcionaban perfectamente. Incluso utilizando a Sartre como inteligencia asistente, había podido conectarse la intranet de Alfa, por lo que el problema de la comida podría ser solucionado pronto, pero necesitaría saltar otro obstáculo... No podría comprar nada con su propio dinero, o todas las alarmas saltarían.

Mes con mes, el gobierno te depositaba la misma cantidad de dinero digital, a ti y a todos los habitantes de la ciudad. El gobierno de Alfa era además, el que fijaba el precio de todos los productos y servicios, ya que él era prácticamente el único productor. Las empresas que quedaban del sector privado habían sido pasadas a manos del gobierno y puesto a sus dueños a dirigirlas con la venia del gobernador. Alfa era, "la sociedad perfecta" en un sentido muy siniestro.

Entonces Livingshtone había pensado crearse un nombre falso, creándole una personalidad y un año de nacimiento específico, pero entonces debería esperar hasta final de mes para ver si la jugada había resultado, pues como una inteligencia asistente personal, Sartre no era lo suficientemente poderoso como resultaba ser B05, y el que tenía los conocimientos suficientes dentro de su antiguo equipo para hackear todos los datos era Kalvin, quien él mismo había asesinado. Livingshtone la estaba pasando mal.

El hombre ahora mismo se encontraba sentado en un tubo, con la espalda desnuda pegada al plástico de la pared para tratar de mantenerse fresco, jugando con la batería del arma que había construido para revelarse, y que había llamado la lanza dual, cuando Sartre activó la alarma.

– Señor, estoy viendo por la cámara que alguien se acerca.

– ¿Quién? ¿Han logrado encontrarme? Livingshtone hizo una mueca de emoción.

–No. Estoy hablando de una pareja de hombres que aparentemente están haciendo mantenimiento a las instalaciones. –Sartre sonaba cortante. –Quizá la cantidad de energía que estamos usando para conectarnos a la intranet o activar las cámaras en todos los ductos finalmente ha llamado la atención... O quizá no sea nada y es un mantenimiento de rutina.

–Interesante. ¿Sartre, puedes mostrármelo? – Un rectángulo azul de luz apareció frente a su rostro. La imagen mostraba a dos hombres de la raza Xi caminando lentamente por el túnel hasta salir de cuadro. Livingshtone entendió que se habían alejado del alcance de la cámara que había colocado allí hace meses. Tomó entonces la lanza dual y la encendió. Esta chisporroteó haciendo un ruido eléctrico, lo que hizo que el hombre la apagara en el acto. La apoyó contra el muro y desordenó el contenido de la maleta que había sobre una tubería de cables. Luego de revolver un poco en las cosas, sacó un cuchillo de filo plástico, blanco como la leche, que se usaba en las cocinas de los laboratorios para la preparación de los alimentos. Sin embargo era un arma formidable. Medía al menos 25 centímetros y el hombre sintió la envergadura del arma cuando la agitó un poco en el aire. Este tipo de cosas lo seguían llenando de una emoción fría. Caminó lentamente hacia la salida de la guarida, tomó la lanza y recorrió el túnel varios pasos. Finalmente se estaba sintiendo vivo.

Los Cediks:  Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora