Capítulo 2: IX

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Dos pisos más abajo, Eva MacLoady estaba en la barra de uno de los bares del piso -5. El sitio era hermosamente sórdido. Oscuro y algo sucio, pero ella pensaba que siempre ofrecía la mejores bebidas debajo del domo. La mujer tomó un sorbo de algo dorado en un vaso, y miró hacia el escenario. Se le acercó un Rafael, un hombre barbado y calvo, que a pesar de que se veía verdaderamente amenazante, le sonrió un poco antes de buscarle conversación. Ella se limitó a soltarse el cabello rubio y a agitarlo. Llevaba un vestido blanco que le llegaba a las rodillas y una pequeña chaqueta de cuero sintético marrón de su equipo local de Fútbol: Los Cohetes -1. El calvo le preguntó:

–Eva, ¿Cómo sigue tu padre?

–Bien. Está estable. No mejora ni empeora y lleva así mucho tiempo.

–Espero que mejore. Debe venir a escucharte cantar. ¿Sabes que eres la siguiente, no?

–Lo sé, no me tienes que poner más nerviosa. –Eva le dedicó una sonrisa pícara.

–Algún día tu y yo...

–Quizá. Tú eres un facineroso, y yo soy policía. Tenemos buen futuro juntos. –el hombre rio fuertemente y tomó un trago profundo de algo negro y espeso que contenía su vaso. Eva ladeó la cabeza para escuchar los aplausos, y luego miró al calvo. Se quitó la chaqueta, el vestido que llevaba dejaba al descubierto sus hombros. – ¿Me la cuidas? – Le dijo. Caminó hacia la tarima y le pidió a su inteligencia que bloqueara cualquier llamada o interrupción.

Al subir la gente aplaudió. Era noche de micrófono abierto en el bar, todos conocían lo bien que cantaba Eva. La mujer tomó el micrófono y esperó a que la música sonara. Ella era un alma libre cuando cantaba. Comenzó la canción y su voz sonó fuerte y clara en una versión acústica sin efectos especiales que había caracterizado la música en los años que ella vivía. La gente aplaudió. Eva nunca sería cantante, su voz era casi perfecta, y sin dudarlo ella habría elegido serlo (O por lo menos intentarlo) pero los resultados de la prueba genética que la ciudad le asignó la encasillaron en ser policía. Y no le iba mal, sólo que no hubiera sido su primera elección.

Aplausos. Sonrisas. Más bebidas y canciones clásicas del siglo 21 y 22. Hasta cantó también una pieza de Alexa Miyavi. Un par de conversaciones más con Rafael y La jornada se fue rápido. A pesar de que eran las ocho de la noche, siempre parecía tarde por la oscuridad de los pisos inferiores del domo. Tenía que irse ya, pues mañana debería trabajar. A la salida del local Eva se puso los guantes y desprendió un casco rígido del asiento de su motocicleta. Como policía podía manejar por las calles más amplias del domo y conectarse y desconectarse a voluntad a la red de tuberías que atravesaban la ciudad. Subió la pierna derecha a su motocicleta y la encendió. Pero algo la perturbó. Pimententel, su inteligencia asistente, manifestó un pequeño rostro de luz junto a ella.

–Eva, tienes una llamada urgente.

– ¿Qué te pasa? ¿No te dije que no me molestaras? ... ¿Pasó algo con mi padre?

– No. Es una llamada del despacho del gobernador

– ¿Qué? –Pimentel no respondió. Dio acceso a la llamada directamente, y frente a ella se manifestó una imagen de una mujer de cabello corto hasta los hombros, Una blusa que dejaba ver parte de sus grandes senos, y que mantenía una postura rígida y una sonrisa imposiblemente amable. Era Ángela Vásquez, la asistente del gobernador.

–Oficial MacLoady, finalmente. –Eva se irguió sobre la moto y realizó un exagerado saludo militar.

– ¡Oh! No es necesario. Bueno en fin. Mi oficina ha estado tratando de localizarla desde hace un par de horas. Entiendo por sus jefes directos que hoy es su tarde libre, pero igualmente queremos pedirle que se presente inmediatamente en los laboratorios Green, Si es aprobada por su nuevo oficial en jefe, usted será reasignada a un nuevo comando de policía que está por formarse. ¿Ha entendido lo que le digo? – Eva titubeó un instante y luego respondió:

–Por su puesto Señora. ¿Tendré oportunidad de ponerme el uniforme? – Ángela la miró bien por primera vez.

–Por supuesto. Pero dese prisa. Hasta luego. –La mujer sonrió nuevamente y desapareció. Eva miró a los lados para ver si nadie la observaba, y finalmente se relajó. La cuchilla en persona se había comunicado con ella para finalmente, castigarla. Se puso el casco y aceleró su moto. El motor respondió dando un salto hacia adelante, Eva tomó posición y aceleró todo lo que pudo. La moto corrió por la avenida para cabinas rumbo a la tubería más próxima, y a lo que ahora parecía un futuro desconocido.

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Los Cediks:  Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora