Capítulo 2: VI

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Malkon tenía que probar de lo que era capaz. Al llegar a los laboratorios, aún con la ropa un poco quemada, Subió a uno de los vestuarios de los empleados, y verificó que estuviera vacío. El baño era un rectángulo amplio, de unos 70 metros cuadrados, y de dos ambientes, uno al principio con bancos y casilleros, y otro con dos hileras de duchas de lado, justo al fondo, dejando un pasillo en el medio que interconectaba ambos ambientes. El techo se elevaba a unos cuatro metros.

Le pidió a Bob que encendiera las duchas y verificó que a su orden, hiciera correr el agua sin ningún problema. Esta zona no había sido tocada por el ataque de Livingshtone, pero pensó que aún tenía forma de repararse si algo salía mal. Con paciencia y esfuerzo arrimó los bancos a las orillas del vestuario, para hacer un hueco en el medio. De su bolsillo sacó el dispensador hipodérmico del Factor W y lo colocó en el suelo junto a él. Luego tendría que pensar en algo para hacer que darse la inyección fuese más fácil. Sobre todo porque apenas se la aplicaba, el piquete se cerraba por la acción regeneradora.

Malkom corrió hasta el fondo de las duchas y tocó la pared, y regresó corriendo lo más rápido que pudo hasta donde estaba el dispensador. Le preguntó a Bob el tiempo que se había tardado y este le dijo que nueve segundos en ir y regresar; Luego saltó y trató de tocar el techo con una mano, pero apenas se elevó un metro del suelo. Intentó levantar uno de los bancos sobre su cabeza y apenas lo levantó un poco. Sintió el dolor en la espalda al intentar mover el pesado banco. Se acercó a la pared que separaba el vestuario de una de las duchas y lo golpeó lo más fuerte que pudo con la mano cerrada. El dolor casi lo deja en blanco. Ya tenía sus acciones de muestra, siempre era importante seguir el método científico.

Se aplicó la inyección con el dispensador y sintió la energía saliendo de su cuerpo. Como siempre al principio, era una sensación fría, casi como si la llama menguara. Ya había experimentado dos maneras de dejarla salir, una de ellas era como gritar, sacarla toda de un solo golpe y verse transformado en una antorcha humana. La segunda era como aguantar una represa y dejarla salir poco a poco.

Decidió aguantarla para experimentar. Lo primero que hizo fue intentar correr hasta la pared. Ni siquiera llegó a dar dos pasos, pues al primero salió disparado de golpe hasta la pared golpeándola con todo el cuerpo. Usarse a sí mismo como una bala de cañón no parecía buena idea, ya que la pared se cimbró dejando un hueco que habría que reparar. Aunque cayó de espaldas, apenas sintió el golpe. Su reacción inicial fue reír.

Se puso de pie y caminó hacia la pared. Cerró la mano y su primer instinto fue no golpearla con el puño cerrado, así que abrió la palma nuevamente y le lanzó un golpe con los dedos hacia arriba, conteniéndose un poco. Su mano atravesó la pared como si estuviese hecha de papel, y sintió el fuego saliendo de su mano y golpeando la siguiente pared de la regadera, y la siguiente. Era como si tuviera sensibilidad en la llama que salía de su mano. Incluso sintió los bordes de los azulejos plásticos de la tercera ducha. Jugeteó un poco con la sensación táctil de esa mano ígnea que no estaba allí. Malkon había roto tres cubículos al menos, y ni siquiera sentía dolor. Sacó el brazo del hueco de la pared y miró al techo. Verificó que su fuego no estuviese ardiendo en los otros cubículos rotos, y descubrió que realmente no estaba quemando nada. A pesar de que ahora tenía un penacho de energía ígnea de color violeta saliéndole por las manos, los hombros y la cabeza, y que su chaqueta se estaba quemando, lo que tocaba no ardía como el fuego tradicional. Al parecer las duchas no serían necesarias.

Entonces Malkon volvió a mirar al techo, y dio un salto tratando de tocarlo. Esta vez no solo recorrió los cuatro metros hacia arriba sin problemas, sino que atravesó con medio cuerpo la mampostería y rompió varias tuberías plásticas. Cayó sentado al suelo, y con él un flujo enorme de agua empezó a bañarlo. Su primera idea fue que el agua lo apagaría, pero no pasó. Era interesante verse ardiendo como una antorcha a la vez que el agua lo cubría. Con un movimiento involuntario levantó las manos como tratando de detener el agua y sintió como esta se detenía. Sintió como de alguna manera regresaba la tubería rota a su posición original, como si la tomara con las manos, y cómo la sujetaba con una fuerza imaginaria sellándola. Sintió incluso el agua correr dentro de la tubería. Esto tendría que anotarlo y aprender a manejarlo bien. Pensó que si sus hermanos despertaban, él tendría que ayudarlos a controlar sus nuevos poderes... Cuando, sus hermanos despertaran, se corrigió en el acto con mucha ira. Ya no podría pasar de nuevo por lo mismo, sus hermanos no podían morir como murieron sus padres, con él esperando a que despertara sentado al pie de sus camas. Eso no podía volver a pasar. Su Ira y temor le dio un descubrimiento nuevo. Su fuego se había vuelto oscuro, como si se hubiese ensuciado. Aún con una de las manos elevadas sosteniendo la tubería, intentó con su mano derecha mover el fuego que salía de su brazo y recoger los pedazos de las paredes rotas. No solo los movió, los elevó del suelo y los hizo bailar frente a su cara. Eran una pequeña rueda de pedazos de mampostería haciendo círculos en el aire. Cuanto más complicada se hacía la figura, mayor era su concentración, hasta que sintió el ramalazo de agua fría cayéndole de nuevo en la cabeza. Perdió completamente la concentración y comenzó a reír como loco. Bob debería desviar el agua y llamar a alguien que reparara lo que acababa de hacer. 

Los Cediks:  Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora