Sexta División: Inocencia

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Corría un caluroso día de primavera en el distrito, Demeter tenía solo ocho años ese particular día, acompañaba a sus padres hacia las fronteras de Stuttgart en su automóvil, sentado en los asientos traseros con un cinturón cruzado sobre su torso que lo dejaba inmóvil, en cambio sus padres, se encontraban sobre los asientos delanteros e iban platicando de temas que el pequeño aún no entendía. El camino era rural, las calles eran dibujadas por los trazos de la tierra húmeda y constantemente el auto saltaba ante las imperfecciones del sendero por las piedras, levantando polvo y meneando la hierba mala de sus esquinas. Demeter, curioso de su alrededor levantó de su cuello para mirar a través de la ventana el bosque por el que habían entrado, era un poco tenebroso, parecía que de noche no era nada seguro cruzarlo a solas o con alguien que no supiera una forma exacta de volver puesto que la oscuridad se perdía entre las rocas, hierbas y pinos, habiendo cerros tras la arbolada que caían entre grietas y terminaban como surcos ondulares sobre la tierra árida aguanosa.

Salieron luego de tres minutos de aquella húmeda alameda verdosa en camino recto, atravesando un pequeño canal que dirigía hacia las aguas del manantial, giraron hacia la izquierda y se arrimaron en la esquina de un pequeño santuario que marcaba el inicio, era un pueblo pequeño de varias casas apiladas en hileras que se asomaban tras los arboles, unas en muy malas condiciones, cabañas pequeñas, hogares con tejados incompletos y rejas caídas, mientras que otras parecían abandonadas.

Lizbeth se bajó primero del automóvil y abrió una de las puertas traseras para desabrochar el cinturon de Demeter quien ya gateaba hasta la salida para bajar en un tierno salto, la madre, prosiguió a ordenar de su gabardina color beige, repasando el cinturón negro que le daba un aspecto de pequeño adulto.

—Me la quiero quitar, hace calor.—Reprochó el castaño, neutro y quieto frente al auto.

—¡Pero si te ves tan hermoso! — Exclamo mamá decepcionada, rindiéndose ante la incomodidad del niño por su gabardina, se la quitó con recelo, dejando lucir el elegante pero simple conjunto del niño, un sueter de rombos y un pantalón de chándal negro ajustado bajo la rodilla. Lizbeth dejó la prenda en el asiento trasero y cerró las puertas del auto bloqueando el acceso.

La familia Von Woffgan destacó en medio de los ciudadanos recibiendo miradas polémicas por su llamativa ropa de alta gama, Ernesto llevaba un traje burdeo mientras que Lizbeth se embellecia con un vestido holgado de tela blanca, parecido a un velo, era una mujer esbelta, alta y pálida, a sus jóvenes treinta años mantenía la silueta de una musa, cuidaba de una belleza increíble, lo que le hacía robar miradas por los transeúntes y dueños de locales que tendían la barra.

Ernesto iba adelantado caminado en línea recta por en medio de las casas con las manos en los bolsillos, guiando hasta la dirección del almacén, mientras que su madre lo seguía junto a Demeter que caminaba a la mano de ella mirando con curiosidad el paisaje desconocido.

Sasbachwalden es uno de los otros distritos de la ciudad, por lo que es fácil llegar si tomas cualquier dirección hacia las fronteras, es un lugar boscoso, campestre, lleno de lagunas, ríos y lagos que le hacen ver un paisaje turístico maravilloso, además, es un lugar rural en mayor terreno, la compra de ganadería es común dentro de sus tierras, hay almacenes por doquier y las ventas de loa ciudadanos suelen ser sus propias cosechas y criaderos de ganado. La confianza se encuentra en adquirir vegetales y fiambre de calidad, procesados de manera natural sin la intervención de químicos o excesiva cera, así como frutas cosechadas al instante y a elección del cliente. Lizbeth era la encargada de los vegetales y las frutas a diferencia de Ernesto, que elegía a su gusto el tipo de jamón, carnes y quesos que llevaría a casa, junto a otros suplementos como miel y cereales.

El Banquete de los Dioses existencialistas  [Homoerotica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora