Italia, ese precioso país de Europa con una costa inmensa de mar mediterráneo, tierra donde habitan las más bellas obras de arte y la más enriquecida cultura gastronómica como también músical, país que inspiró a tantos artistas por su pasar qué, dejaba en claro lo precioso que podía llegar a ser disfrutar de sus tierras y por supuesto, el sueño de muchos por conocer, la principal atracción turística de un novato aficionado en viajar por Europa, con lugares tan emblemáticos como la ciudad del Vaticano, Venecia o la maravillosa Roma, ciudad capital.
Demeter se sintió volar por su imaginación, ante la inmensa felicidad que sentiría pisar tierra Italiana en nombre de un Alemán fanático de su arte, había escuchado, pero con comentarios vagos en medio de su mente distraída, a Lizbeth hablar de su descendencia pulcra procedente de Italia, habría tenido unos siete años cuando lo oyó por primera vez, se lo decía a su abuelo mientras colgaba ropa lavada, quien sostenía un rastrillo sobre el jardín en el que Demeter jugaba acariciando las pequeñas flores del césped.
Entonces recordó otro suceso, uno tras otro, donde tiraba del vestido viejo y sucio de su madre la que cocinaba frente al horno, pidiéndole ir a Italia en signo de protesta, su emoción nacía por un viejo libro del maravilloso Miguel Ángel que había leído, en que relataban su historia, su procedencia y las preciosas obras como esculturas que dejó para el disfrute de los más emotivos, Demeter deseaba poder conocer su experto trazo realista en vivo, poder apreciarlo en persona y eso no sería fácil si se mantenía a más de ochocientos kilómetros desde Stuttgart hasta, por ejemplo, Florencia, lugar en que destacaba la más taquillera y popular escultura de Miguel Ángel, el gran David.
–¿Nos mudaremos allí?-– Preguntó Demeter mirando el techo sin dejar de soñar con la ilusión de conocer por fin la tierra maestra.
Lizbeth había tomado un tono serio cuando desató la respuesta ante el nuevo futuro para Demeter, pero verlo tan emocionado le recordaba cuando de pequeño le insistía viajar hasta Italia y llevarlo a conocer los museos. Por inercia sonreía con cariño, asintiendo suavemente con un ademán tranquilo.
Demeter miró entonces a su amante Argos, quien un poco nervioso acentuó su mirada en el herido.
–Iras con nosotros ¿Verdad?– Su mirada irradiaba miedo, de volver a tenerlo lejos, de no poder disfrutar las hermosas construcciones junto a su fiel compañero y Argos, sin responderle aún, entre abrió de sus labios en signo de duda, mirando a Lizbeth un tanto preocupado.
–Bueno— Balbuceó — si se interesan en invitarme claro que acepto encantando poder viajar y formar parte de su familia, pero, esa no es desición mía más que de usted, madre.– Lizbeth soltó una pequeña risa al ver esa mueca infantil y nerviosa en el rostro de Argos, no lo había visto así desde que ambos eran unos niños, como cuando lamentablemente, uno de los dos debía despedirse para volver a casa de sus familiares, dejando a uno de los dos pequeños con pucheros tristes y nerviosos de que esa, fuese la última vez que jugaran juntos.
–Argos, me hace sentir ofendida que me hagas esa petición, para mi ya eres parte de la familia, has sido el hombre más fiel al lado de mi querido hijo, dejarte atrás ante la nueva vida sería insultar tus valores, con mucho gusto estás invitado a comenzar un nuevo rumbo, no saben cuánto me emociona la idea de poder verlos crecer juntos.– La madre tomaba las manos de ambos hombres, mostrando ese vínculo familiar que los tres habían formado, Argos le agradecía en constantes reverencias, con algo de pena al sentirse externo a ellos, ya que no llevaba esa sangre de realeza limpia como un Von Woffgan, si no que traía sangre campesina y pobre.
Pero ese cariño que le entregaba Lizbeth lo hacía sentir que nuevamente era parte de una familia, una unida, fiel y nunca traicionera.
Estuvieron charlando por un buen tiempo, entre risas y caricias adoloridas por parte de Demeter, las enfermeras constantemente entraban y salían verificando que nada le faltase al enfermo y, cuando llegó el cierre en el horario de visitas tras dos horas, la madre y Argos se despidieron con tristeza, deseando quedarse un rato más.
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El Banquete de los Dioses existencialistas [Homoerotica]
RomanceLa filosofía es un estilo de vida, un motivo de sabiduria, de reflexión y protesta, hay que entender que el pensar se extiende de manera ambigua con el paso del tiempo, de pequeño nos acompaña la inocencia, la capacidad del descuido y la curiosidad...