Novena División: Renacer

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Demeter y Argos se encontraban sentados a la orilla de la laguna desnudos, mirando el sol reflejarse sobre el agua, habían terminado hace no mas de media hora el coito, Demeter se sentía menos tenso después de una placentera demasía de besos y empellones contra el cuerpo de Argos, y es que su enjuta anatomía le hacia embocarsela con ferocidad, llegando a olvidar que existía el riesgo de desgarrar a su pobre castaño, le importaba porque después de todo era dañarlo y eso rompería una parte de su enamorado corazón.

Nunca llegaba a cometer el acto si su pareja no estaba de acuerdo al cien por ciento, de otra manera se sentía intranquilo y con aires de barullo. Era lo que hacía increíble y satisfactorio cuando llegaba la hora de hacerlo y ambos estaban completamente de acuerdo. Lo que era casi todas las veces.

—¿Qué estas pensando?— Lo distrajo Argos, que lo miraba con ojos de curiosidad al verlo tan centrado en el mundo de su cerebro.

Nada.— Mintió con tono de befa, riendo muy cerquita del rostro ajeno.

Embustero.— Reprochó el más bajo, contagiado por su linda risa.

—¿No te duele nada?— Soltó de repente Demeter, incorporandose sobre el pasto con tonos de seriedad, Argos alzaba una ceja sin entender su referencia, lo dejó continuar. —Se que suelo ser muy bruto al embestirte, pero temo haberte hecho un daño allí dentro ¿Está todo bien?— Insistió el mayor, mirando con preocupación a su pareja, Argos no pudo evitar soltar una pequeña risa antes de acariciar de su mejilla con el amor que nadie más lo hacía.

Eres un babieca.—Rió— Si algo me hubiera pasado te hubiera detenido al instante, sin embargo conseguiste el efecto contrario, llevarme al eminente refugio de Eros en un colosal sentir de placer y éxtasis que me quemó por completo.— Expresó Argos con su sonrisa infantil. Demeter acarició sus muslos así como de sus genitales por puro cariño ante la inspiración de su pareja que lo dejó tranquilo, antes de volver a recostarse sobre el pasto húmedo.

Sus cuerpos se habían secado hace buenos minutos atras, ahora disfrutaban la desnudez en la naturaleza, era algo que los relajaba a ambos y les permitía sintirse libres, ya que se admiraban con notoria devoción, se tocaban y disfrutaban de sus caricias mutuas.

—¿Qué reflexionaste acerca de lo sucedido?— Argos rompía el silencio luego de que ambos se quedaran mirando a la nada, Demeter suspiraba apenado, pero se dispuso a hablarle a su compañero.

—La vida nos muestra un lado amargo en algunos momentos de nuestras vidas, me siento satisfecho a pesar de que ahora ya rompí completamente la relación con mi padre después de aventarle el empujón.— Del suelo tomaba una pequeña piedra la cual lamzaba contra la laguna, quien por el impacto creaba ondas expansivas que iban ensanchando. —No iba a dejar que abusara de mamá otra vez, no de nuevo. Estoy orgulloso de haber avanzado, de haberla defendido, me sentí renacer en un impulso de fortaleza, luego de haber tenido tanto tiempo acaparando este deseo. Sé que esto no va quedar así, se que papá no volvera con una sonrisa, sé que mamá no podrá volver a dormir tranquila en la misma cama con el hombre que le había jurado amor eterno, debe sentirse horrible, no hay sentimiento más potente que la decepción y la traición, nos vuelve débiles, nos recae a la miseria y nos hace perder la poca fe, la poca esperanza de que podamos sentirlos felices otra vez, el humano se cierra a la idea de que el sufrimiento será el nuevo rumbo de sus vidas y rechazamos lo que puede lograr mejorarnos por el miedo a caer. Siento empatía por mi madre, porque aunque le demos la buena vibra es ella la que esta sufriendo y nosotros solo podemos apoyarla. He pensando que, cuando tenga que quedarme en esta casa solo,mamá no se vaya, que nos quedemos nosotros tres. ¿No crees que sería mejor a dejar que viva sola con un hombre arrogante y con empética actitud?—

Argos se le había quedado mirando, escuchándolo con atención, sus palabras eran sabias, ciertas y dolorosas, asintió ante su pregunta y se atrevió a pensar que Lizbeth estaría mejor con ambos que con un hombre cernícalo y soberbio. Se levantó para comenzar a vestirse y aprovecho de traer la ropa ajena, procesaba lo que Demeter había dicho, realmente no se puede hacer mucho cuando una persona es la víctima y no él, pero se aferraría a la idea de la buena vibra que, a pesar de no verse como la respuesta a su depresión, podía hacer que distrajera fácilmente, adaptandola poco a poco a vivir riendo.

Ambos terminaron por vestirse antes de proseguir a salir del lugar tomados de la mano, fue un día agridulce, por supuesto, pero estaban dispuestos a enfrentar los problemas que se aproximaban, después de todo, lo que hacia a un persona virtuosa era la capacidad de realizar acciones que lo autodenominaran, no la capacidad de decir lo que haría para tener un falso titulo de lo que no es.

El Banquete de los Dioses existencialistas  [Homoerotica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora