Décima Octava división: Día Negro

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ー¿Qué está haciendo ahí?

Demeter observaba por la ventana el espectáculo de una tragedia, la tormentosa escena de su madre, su aura era tan notoria que con solo observarla Intuía tal enorme tristeza.

Argos mientras tanto se vestía sentado en la cama, observando a Demeter espectante. Se colocaba un comodo pantalón de tela y la camisa que metía bajo sus pantalones dando un aspecto elegante.

ー¿Quién está ahí abajo?ー Preguntó Argos desconcertado, desde un principio desconocía la causa que mirase como un aguila vigilante, ahora era él quien se asomaba a la ventana mirando como Lizbeth se desplazaba cabizbaja hacia el hogar, Demeter no tuvo por qué contestar, de hecho lo dejó ahí solo para ir a buscarla. Se había vestido primero, luego de haber acabado aquella placentera escena con su pareja y es que le costó, tenía un mal presentimiento desde hace un rato y apenas había terminado se puso de pies para limpiarse y vestirse, Argos no pasó desapercibida su preocupación.

Demeter mantenía el control de su mente evitando los malos gestos y la cascarrabia, pero ahora se sentía confundido, pensaba que tenían un trato y verla así la preocupaba mucho, llegaba a pensar demasiadas cosas turbias con la que se llevaba malas energías, por eso iba bajando las escaleras hasta el salón principal con prisa mientras que Argos iba tras él casi corriendo, tratando de colocar correctamente los suspensores contra el cinturón de su pantalón.

ーMamá.ー Exclamó Demeter cuando vio a Lizbeth entrar con lentitud, la cual se exaltó angustiada con la sorpresa de su hijo.

ーDemeter.ー Respondió en un hilo de voz acelerando el paso, directo para ir a abrazarlo desconsolada, el llanto no tardó en salir y sus sollozos se volvieron escandalosos. Demeter estaba paralizado, aferrado a la mujer que lloraba casi desplomada en el suelo, debía por poco tomarla entre sus brazos para sostenerla y ahí se dio cuenta lo fragil y delgada que estaba, esta mujer no estaba bien.

Argos estaba tan shockeado como Demeter, el llanto de su suegra le hundió el corazón provocandole un nudo en la garganta y una lentitud inútil para reaccionar, cosa que trató de eliminar corriendo hacia ambos, donde ayudó a Demeter tomandola con cuidado para sentarla en el sofá. Se había convertido todo un ritual sentarla ahí cuando su pequeña alma se fragmentaba sin aguantar la enorme pena.

ーDios mio... Argos, trae un vaso de agua con azúcar por favor.ー Pidió casi con aires de apuro, mientras sostenia a Lizbeth que caía sobre su regazo, llorando un poco más suave que antes, rendida, desesperanzada, con sus mejillas rojas y su claro cabello humedecido por sus propias lagrimas.

Argos asintió titubeante y corrió a la cocina a por el vaso, mientras tanto Demeter se encontraba en silencio, totalmente confundido esperando que su madre se tranquilizara, a su vez acariciaba suavemente su cabello intentando que esta se sintiera acompañana. Lizbeth tenía la mirada perdida y dejó de llorar luego de un largo rato en que Argos le había ofrecido el vaso y ella lo negó en un gesto flojo. Ahora estaban los tres sentandos sobre el sofá, donde el único ruido era el resonar de la nariz femenina, junto con sus pequeños sollozos debiles, Demeter no encontraba momento para hablarle y preguntar, Argos lo miraba a los ojos confundido y de parte del otro no era de esperarse la misma actitud, ambos esperaban que ella fuese la primera palabra en aquella nostálgica habitación.

ーTu abuela nos ha invitado a una cena de despedida.ー Lizbeth se reacomodo disponiendo de un espacio en medio de ellos dos y suspiró con voz pasiva. ーEs hoy a las siete de la tarde, no irá tu padre.ー Comentaba mientras limpiaba sus lagrimas con el dorso de la mano y por fin tomaba sorbos de su vaso con agua.

Argos y Demeter se mantenían en silencio, con las piernas estiradas y cruzadas, sus cabezas estaban bajas y el brazo de argos rodeaba el sofá quedando a la altura del hombro de su amante. ーYa veo.ー Respondió Demeter, decepcionado al darse cuenta que una vez más su madre no hablaba de ella y ocultaba nuevamente su pena sin siquiera dar excusas.

ーDesea verte, hijo, antes de que abandonemos esta tierra.ー

Y el día transcurrió con un incomodo silencio ante la presencia del trío. De repente cruzaban miradas y el intento de hablar terminaba en vano, Lizbeth sonreía cuando uno de sus hombres la miraba y luego corría el rostro eliminando rastro de aquella sonrisa que se esbozó falsa alguna vez, finalmente ella se encerraba en su habitación para salir solo al momento de la cena, la cual obviamente tuvo que preparar Demeter al ver que su madre no daba presencia de interés para cocinar.

La cena fue aún más incomoda, de hecho el silencio inoportuno llevó a que Argos prendiera la TV escondida y ausente ante el poco uso de ella para regular la tensión del momento, solo los cubiertos sonaban sl chocar con los platos y las miradas se mantenían cabizbaja por la pena.

Terminando de comer, Lizbeth se levantó.

ーHijo mio, te quedó delicioso. Ahora iré a dormir bebé, muero de sueño.ー Se despidió, caminando a pasos rápidos donde su hijo a quien besó dulcemente de su frente. Demeter se mantuvo estatico y sonrió con falsedad, Argos apretaba la mandibula ante esta tensión y cuando ella se volteó para no volver, llevó sus manos a la cara en un gesto de cansancio a todo esto.

Demeter solo lo miró inexpresivo y prosiguió a tomar su teléfono celular, marcando un número frecuente en la familia. Argos se sintió ignorado por un momento, sobre todo el hecho que lo miró con aires de desprecio, quería creer que estaba equivocado y que habia malinterpretado lo opaco de sus ojos.

Una voz alegre y veterana saludó con entusiasmo a Demeter.

ーHola, Doctor.ー

Detrás del telefono se oía la voz del viejo doctor de la familia. ー¡Demeter! Tanto tiempo pequeño, debes estar gigante ¿No? Jaja...ー

ーHan pasado muchas cosas por esta vida Doctor, frutos no muy buenos que digamos.ー

Un pequeño silencio se oyó luego que Demeter hablara con tanta melancolía.

ーChiquillo.ー Prosiguió el doctor. ー¿Quién se encuentra mal en casa?ー

Demeter vaciló un poco en responder aquello, más porque sabía que no iba a ser facil atender a alguien como su madre que fingía perfectamente las cosas para ocultarlas sin vergüenza. ーMi madre está algo enferma, necesito que venga.ー Anunció. Habia estado mirando erguido al frente que ni siquiera se percató que Argos estaba cabizbajo jugando con una servilleta entre los dedos incomodo.

ー¿Puedo ir mañana?ー Pidió el Doctor con amabilidad, a lo que Demeter terminó por aceptar su instancia, algo distraido ya de esa conversación porque se dedicó a acariciar con mucha suavidad la mano de Argos, a quien en un dos por tres sonrió de vuelta a la felicidad de la vida, amparado por su amante.

Finalmente se despidió de él y cortó de la llamada bloqueando el móvil y dejandolo sobre la mesa, miró atentamente el puesto vacío de su madre suspirando con cierta decepción.

Al parecer todo iría color negro.

El Banquete de los Dioses existencialistas  [Homoerotica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora