Capítulo 2, Parte 3

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Dos horas después, ya en el rancho, descansaba en la cama observando el frasco de pastillas para dormir pero él pagaría el triple del precio por unas pastillas para no soñar.

—A este ritmo voy a quedar loco, más de lo que estoy.

Comenzó a escuchar unas cuantas canciones con su pequeño reproductor de música. Había escuchado sus canciones favoritas de The dark side of the moon de Pink Floyd y luego se percató que no había almorzado nada, sólo había probado agua desde la taza de café que tomó antes de subir al autobús.

Salió a comprar unas fundas de pan, queso, mayonesa, leche, huevos, jugo de manzana y galletas, lo suficiente para tres días.

Llegó a su habitación en el rancho al cabo de treinta minutos más o menos. Antes de preparar lo que pensaba comer se empezó a desvestir para darse un baño, se colocó una toalla alrededor de su cintura y su cuerpo desde esa zona para arriba estaba completamente desnuda, al desnudo, dejando a la vistan su pecho y la espalda. Mirándose al espejo y notando que ya era hora de arreglase un poco más la barba, escuchó unos toques en la puerta y percibió que tales toques eran ejercidos con prisa, la primera persona que le vino a la mente fue la señora Gertrudis.

Fue hasta la puerta, quitando los seguros y abriéndola decía:

—Me alegro que haya venido señora Ger...

Era ella, estaba parada justo en frente de él con una hecha cola en el pelo.

—Vaya, no sabía que fueras tan indiscreto ¿Ya me estabas esperando?.

—¿Perdona?¿Te has vuelto loca Carmen?

—Tranquilo, sólo estoy bromeando cabeza hueca.

—¡No me llames así! —le gritó Tyrone.

Lo gritó con seguridad porque ya Carmen no tenía derecho para llamarlo de esa manera. Hubo un silencio incómodo y Carmen quitándose un mechón de pelo del rostro preguntó:

—¿Me dejas pasar?

Tyrone con la cabeza cabizbaja y el brazo izquierdo apoyado en el marco mientras sujetaba la puerta con la derecha, hizo un afirmación con la cabeza aún si mirarla a los ojos y quitó el brazo derecho para que ella pudiera entrar, él la siguió y dejó la puerta abierta detrás de ellos.

Él se sentó en el borde de la cama mientras que ella tomó una silla, la colocó en delante de él y se sentó.

—Sé que te debo una explicación.

—No me debes nada, es tu vida y puedes hacer lo que quieras con ella.

—De todas formas te la daré, oye...

—¿Sí?

—¿Puedo fumar?

¿Fumar? ¿Ahora Carmen fumaba? Nunca hizo eso mientras fueron amigos temporales. Un primer cambio, consumo voluntario de nicotina.

—No veo ningún aviso que lo prohíba así que puedes hacerlo, no tengo problemas.

Sacó una caja de cigarros, le hizo un gesto con el que demostraba que le brindaba el contenido de dicha caja.

—No, gracias, no lo hago. —él los rechazó.

Lo encendió con un encendedor que ella llevaba y continuó dialogando.

—También me hiciste falta amigo. Estoy rodeada de de patanes en el aula, en la facultad de leyes y por cierto, ya no estudio medicina, seré doctora en leyes, la medicina ya no es la mío.

Otro cambio, se preparaba para ser abogada.

—Nunca nos volvimos a ver, ni a coincidir, aunque sigo en la misma universidad pero mis clases comenzaban en la tarde y finalizaban ya en la noche aunque tendré que cambiar de horario, he conseguido un trabajo y tendré que estudiar por la mañana.

Tyrone seguía en silencio, prestando atención a cada una de las palabras que Carmen decía y notando que tenía mucho tiempo son su rol de fumadora porque daba unas caladas bastante extensas y al expulsarlas podía ver que su rostro no se inmutaba con el humo que subía a sus ojos, se decía a si mismo que él nunca resistiría ni una sola calada.

—Tres meses, tres meses amigo que no te veía.

El silencio de Tyrone seguía.

—¿No piensas decir nada?

—¿Qué puedo decirte? Un mes más y seríamos unos desconocidos.

—Puedes tratar de preguntar cómo he estado o algo así, no sé, improvisa.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien ¿y tú?

—Bien.

Volvió el silencio.

Ambos sabían que nada estaba bien pero la situación favorecía a Tyrone, no fue él quien se fue sin explicación, no fue él quien decidió dejarlo sólo, sí, eran solo dos semanas juntos pero para sentir cariño por alguien no hay tiempo ni algún formulario. Tyrone le había tomado mucho cariño a ella pero todo se acabó, al menos eso creía.

—Escúchame Tyrone, se que fui única amiga en el aula, no sé si pudiste hacer más amigos pero...

—No, no hice más amigos, comparto con algunas chicas pero no.

—Bien, pero lamento haberme ido sin avisar.

Tyrone la miró a los ojos y para hablar desvió la mirada.

—Es que no tiene sentido Carmen.

—Sé que no tiene sentido y es ahí donde todo se complica, entiendo que me tengas mucho aprecio porque desde aquel día que enfrentaste al maestro pude ver que eras una persona muy noble.

—No digas que soy noble.

—Claro que si lo eres —Carmen se acercó hacía donde él estaba, se arrodilló y le tomó una de sus manos, sus miradas se encontraron -muy noble Tyrone, por eso lamento haberte hecho pasar por eso.

La puerta se había quedado abierta, un intruso vio aquella escena y comentó:

—Vaya, parece que algunos comenzaron la fiesta desde el primer día.

En un ataque de ira Tyrone empujó a Carmen, se levantó y fue tras el mirón pero al sólo contar con una toalla para cubrir su otra desnudez más intima no pudo seguir la persecución, Carmen se incorporó rápidamente y aunque Tyrone se había detenido ella lo atajó, pero si maldijo una y otra vez.

—¡Eres un hijo de perra!¡Ven y dímelo en la cara!¡Ven y dímelo en la calle, maldición!¡Te mataré mal nacido!

—Relájate, no pierdas tu tiempo.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora