Capítulo 5, Parte 1

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Otra vez en el rancho y por segunda vez de forma consecutiva pasaría sus vacaciones allá. Al entrar al rancho una chica muy joven, alta, pelo castaño, ojos marrones les atendió.

—Muy buenos días chicos, sean bienvenidos.

Todos respondieron con un gentil "hola" a excepción de Tyrone que respondió con la pregunta que él y Carmen sabían que iba a ser evidente por uno de ellos dos.

—¿Y la señora Gertrudis?

—Al pareces usted ya ha estado aquí. Lamento decirle que mi abuela ha enfermado, no es nada grave pero la familia ha preferido que la abuela tome un descanso, ya sabe, por su edad. Yo estaré a cargo por un tiempo.

La noticia apenó a Tyrone porque le hubiese encantado darle la noticia a la señora Gertrudis de que él y Carmen tenían una relación sentimental.

—Disculpe hermosa dama pero no puedo evitar hacer esta pregunta, por casualidad ¿sus familiares, alguno de ellos es descendiente de la princesa Diana? —preguntó Miguel rescatándose del mostrador.

La muchacha rió, sabía que Miguel le coqueteaba.

—¿Por qué parezco de la realeza? No caballero, no son descendientes de la princesa Diana pero de todas formas muchas gracias por el cumplido pero siga intentando.

Miguel permaneció en silencio pero a través de su mirada hubo un brillo, un resplandor que indicaba que algún flechazo le había tocado pero eso no quitaba el hecho de que su primero intento de seducción falló. Hicieron lo necesario y la joven les entregó tres llaves. Las habitaciones que habían pedido estaban muy cercas, habitación número veinte, veintiuno y veintidós.

—Marcus y yo tomaremos la veintidós.

—Maruja y yo la veinte.

—El llanero solitario la que resta caballeros. —dijo Miguel pidiéndole a Tyrone la llave de la habitación número veintiuno.

—Ya que tenemos lo del lugar donde nos quedaremos resuelto lo mejor sería dejar el equipaje en la habitación que nos tocó e ir a comer algo.

Tyrone le entregó la llave que correspondía a cada uno y se marcharon a dejar las maletas en cada una de las habitaciones. En la habitación veintidós Tyrone se percató de que las cortinas y las sábanas no eran ni de color rojo ni de color azul, en su lugar eran de color verde oscuro lo que significaba que desde la última vez que estuvo allá ya habían ocurrido dos cambios, uno ejecutivo y el otro decorativo.

Se reunieron en el pasillo. Maruja comentó que sería bueno primero ir a comprar lo que se comerían en la primera semana no vaya a ser que los demás vacacionistas se llevaran todo y que luego de haber comprado lo necesario podrían irse a comer sin problemas. Marcus opinó.

—Está bien que me odies españolita pero creo que no merezco una muerte tan dolorosa como lo es una muerte por hambre.

De manera sublime todos rechazaron la propuesta de Maruja.

—Tyrone ¿por qué no vamos a la pizzería que fuimos la vez que estuvimos aquí?

—Chicos vamos todos ahí, no se diga más. —dijo Miguel.

El camino Maruja se volvió a poner sus auriculares, Marcus y Miguel iban hablando y Carmen le recordó a Tyrone sobre la mesera rubia que les atendió a ellos.

—La puta ¿recuerdas?

—Sí, la recuerdo. Pero ese adjetivo nunca me gustó y lo sabes.

—No te gustó porque te morías por tener sexo con ella.

—Nunca dije eso cariño, a ver un beso mi peleona.

Cuando llegaron al lugar donde supuestamente estaba la pizzería pero en vez de eso se encontraron con un establecimiento de comida rápida.

Miguel se detuvo en frente del grupo con el establecimiento en su espalda y dijo.

—Creo que el hambre les está afectado chicos, no era una pizzería. —dirigiéndose a Carmen y Tyrone, se dio la vuelta y fue el primero en entrar.

El local poseían aún las mismas dimensiones, tamaños y espacio que la última vez. Las mismas entradas, las mismas ventanas colocadas en los mismos lugares todo estaba casi igual con el relativo al inmueble pero tenía nombre y muchos productos distintos. Su menú era extenso. Servían hamburguesas, papas fritas, huevos fritos, tocino frito, sándwiches, salchichas, pancakes y muchísimas una gran variedad de jugos y batidas además de chocolate caliente y café.

Maruja y Miguel pidieron huevos fritos acompañados de papas fritas y la primera pidió que al momento que le trajeran su orden también le llevaran mayonesa para echársela a sus papas.

—¿Hablas en serio? —preguntó Tyrone algo asqueado.

—Eso es una delicia amigo y tú ten cuidado con lo que dices infeliz. —le dijo a Marcus con una mirada amenazante, éste se rió al escuchar la amenaza.

Carmen ordenó una taza de café negro con poca azúcar, un sándwich de queso y un vaso de jugo de naranja y Tyrone pidió una hamburguesa con un refresco de limón.

Cuando llegaron las órdenes Maruja comenzó a ponerle la mayonesa a sus papas con una cara de placer que no obstante era un completo contraste con las de sus compañeros que tenían cara de desagrado. Todos comenzaron a comer de inmediato, tenían muchísima hambre, tanta que llegaron a pensar que tendrían que pedir una orden similar a la que devoraban. La primera en terminar de comer fue Carmen quién consultó con la mesera que les atendió para saber si se podía fumar dentro del local, la mesera con mucha gentileza le dijo que sí y al saber que podía hacerlo Carmen sacó su caja de cigarros y antes de encenderlo, con él ya en la boca, Miguel le pidió uno mientras aún estaba comiendo y ella no obstante cedió a dárselo.

Dentro ella no estaba muy conforme y salió para degustar mejor su cigarrillo. Afuera había mucha más calma que dentro del establecimiento donde las risas y el sonido de los platos captaban mucho la atención de ella. El cielo aún continuaba arropado por una inmensa sábana de nubes grises pero que habían aclarado mucho más desde que todos tuvieron que bajar del bus por la avería de la llanta del mismo.

Miguel salió al poco rato.

—Me das el arma pero no las balas. —le dijo levantando el cigarro con dos dedos de su mano derecha.

—Lo siento es que pensaba quedarme dentro pero luego preferí salir.

Ella se acercó para encenderle el cigarrillo y Miguel le agradeció una vez que estuvo encendido.

—Vamos sentarnos en la acera no vayan a pensar que nos iremos sin pagar la cuenta.

—Es mejor escapar y que los chicos pagan nuestras ordenes. —dijo riendo Miguel.

Pasaron sus manos para quitar el polvo en el lugar que habían elegido para sentarse.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora