Capítulo 4, Parte 9

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Sábado en la mañana, día y hora para que los cuatros se marcharán al rancho. En la parada donde tomarían el bus Carmen se encontró con su viejo amigo el pintor, Miguel.

—¡Carmen!

—¡Miguel que sorpresa!

—¿Cómo estás?

—Estoy bien, iré con Tyrone, Maruja y Marcus al rancho.

—¿Ustedes también irán? Genial, estaré entre amigos, yo también iré.

El autobús llegó y los cinco subieron a él. Tyrone, Marcus, Carmen y Maruja se sentaron en la parte de atrás del bus mientras que Miguel se localizó en un asiento delante de ellos. Maruja llevaba audífonos, Marcus leía un libro, Carmen cerró los ojos por un momento y Tyrone y Miguel estuvieron conversando un poco a pesar de no estar sentados más cerca.

—¿Cómo va todo campeón?

—Pues todo va muy bien amigo ¿cómo vas con el arte?

—Pintura, bueno, me está yendo bien. Uno de los maestros me estuvo hablando de que si me interesaba poner algunos de mis cuadros en una pequeña exposición.

—Eso está muy bien ¿qué has decidido?

—Me ayudaría mucho como pintor pero no sé qué hacer, mis cuadros no son los mejores que digamos.

—Oye viejo yo no practico ningún tipo de arte pero estoy seguro de que los críticos más perfeccionistas que existen somos nosotros mismos, arriésgate.

—Haré lo mejor que pueda, gracias hermano.

El recorrido iba muy bien hasta que de pronto el autobús frenó de golpe. A Marcus se le cayó el libro, Maruja se quitó los audífonos de inmediato y Carmen despertó de golpe, al parecer ella estaba dormida.

—¿Qué diablos ha pasado? —dijo Maruja mientras envolvía los auriculares.

—No sabemos nada, he visto que el chofer acaba de bajar, Tyrone lo ha visto ¿o no? —dijo Miguel con las rodillas encima de su asiento para poder tener mejor vista.

—Sí, lo he visto pero no sabemos que ha podido pasar. —respondió Tyrone.

—Lo que faltaba, de seguro nos han secuestrado unos ladrones que piensan entrar en algún banco para fabricar su propio dinero. –decía Marcus mientras levanta el libro que se le cayó de las manos.

—Muy chistoso Marcus ¿por qué no escribes tu guión para una serie? —dijo Carmen un poco soñolienta.

—A ver, cálmense, quizás hay algún animal en el medio y el chofer a decidido para parar quitar de ahí.

—¿Y sí lo atropelló? —dijo Maruja abriendo los ojos.

—Demonios sí, bajemos. —dijo Miguel mientras comenzaba a salir del autobús.

Todos comenzaron a hacer lo mismo para ver porque el bus se había detenido. Al bajar supieron la causa, una de las llantas estaba pinchada.

—No sé cómo diablos ha pasado, es primera vez que me pasa algo así. —dijo el chofer al ver que los chicos habían bajado.

—¿Cuántas veces usted ha tenido usted a brujas como pasajeras? —preguntó Marcus mientras apuntaba a Maruja con un dedo.

—Maldito desgraciado, lástima que el bus no se volcó y te moriste.

—Tranquilos chicos, sólo miren la naturaleza que nos rodea. Vayamos a sentarnos en aquel árbol mientras el señor cambia de llanta. —sugirió Miguel.

Todos aceptaron y fueron hasta el árbol que estaba del otro lado de la calle.

En todo ese rato ahí no pasaron autos, ni un alma excepto las de los pasajeros que bajaron del autobús con la llanta averiada. El cielo estaba nublado con serias amenazas de en cualquier momento empapar la tierra con el fenómeno de la naturaleza de la lluvia, muchas aves pasaron volando y el viento soplaba con fuerzas en ocasiones.

—Mirándolo creo que la escena es digna de pintarla.

—Te gusta mucho el arte ¿no Miguel? —preguntó Maruja.

—Sí, es un estilo de vida.

El chofer lidió rápidamente con el problema de la llanta y a los pocos minutos ya estaban rodando de nuevo camino al rancho.

Haciendo memoria de la primera y última vez que Tyrone estuvo allí notó que la vegetación del camino era igual de abundante, no había cambiado nada y tenía la plena seguridad de que así seguramente estaba el rancho con la única diferencia que ahora estaría más que acompañado por amigos y conocidos, estaría acompañado de la chica a la que amaba.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora