Capítulo 2, Parte 2

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Fue hasta el lugar que la señora le recomendó, llegó hasta ese establecimiento, alquiló una modesta bicicleta de color rojo y le preguntó al caballero que le atendió que llevaba unos lentes de unas monturas negras, camisa de cuadros azules y blancos, un pantalón gris y zapatos de marrones, donde habría un lugar bastante tranquilo como para olvidarse de los problemas y olvidarse por uno instantes que alguna vez existió el mundo. El hombre le contestó:

—Bueno, toda esta zona es muy buena para olvidar los problemas y despejar la mente pero tengo conocimiento de un buen lugar para eso.

Buscando de entre una pila de cajas sacó una de ella llena de mapas y polvo.

—Mire —le decía mientras desplegaba el mapa —este lugar es muy provechoso para la labor que piensa hacer. —Le dijo señalando con un dedo un punto en el mapa.

Agradeció las indicaciones y el mapa que el hombre le regaló y partió que allí sin antes comprar algo comer en la pizzería de al lado además de unas botellas de agua.

El lugar que le señaló el hombre era muy cerca de la pizzería , con las condiciones del camino y el buen estado de la bicicleta no tardó mucho en llegar. Llegó en muy poco tiempo y se encontró con un lago en forma circular rodeado de hileras de árboles en alturas alternativas, unos más pequeños que otros pero con su color verde vivo, de distintas longitudes tanto así que casi se confundió al ver si una hilera de la montaña era la misma que la del lago. Un reflejo azul en el agua con manchas de nubes era lo visible en el lago.

La vegetación, el silencio casi ininterrumpido le hacían viajar al pasado y vivir aquellas vacaciones de navidad cuando las pasaba en casa de su tía en un pequeño pueblecito a las afuera de la ciudad. La casa de su tía pocas veces estaba vacía o poca concurrida y esto se debe a que los miembros de la familia siempre pasaban por ahí, nunca fue una casa solitaria. La mayoría de los miembros de la familia eran féminas, tías, primas, sobrinas y abuelas eran la constante de aquella casa y en navidad, o lo que llamaban navidad ya que desde hacía tiempo todo era comercio e hipocresía, era donde más sucedía este fenómeno. Tyrone se lamentaba muchas veces cuando sus queridas primas no iba o cuando tenía que retirarse antes de año nuevo pero las cosas cambiaron, la casa no volvió a ser la misma, algo que le dolía ya que allí había compartido mucho con quizás los familiares que poca veces podía ver en su diario vivir, eran tiempos raros esos días y las navidades ya habían muerto antes de él nacer.

Estar en el lago lo hizo olvidar muchas de las emociones casi desesperantes que había sentido. Con deseos de lanzarse al lago y nadar, convertirse en un pez pero era conversión la anhelaba por la libertad que tenía este pequeño e insignificante animal, todos los pájaros seguían cantando en aquellos árboles alrededor del lago pero con las voces de sus pensamientos no los escuchaba y mirando al cielo como si estuviera en la habitación número veintisiete del rancho "Vida" viendo la televisión, se decía a sí mismo.

—Algún día debería escribir un libro sobre mi vida, no tengo mucho talento para escribir —se detuvo para ahuyentar a un mosquito —pero lo más probable es que a mí me conmueva hacerlo, llorar con mi obra, poder leer lo que viví y ver que no disfruté del todo esos momentos —la voz se le estaba quebrantando —la vida es muy corta para no reír.

El aire que soplaba era fresco pero de todas manera tuvo se dio unos sorbos de una de las botellas de agua que había comprado, tomar ese líquido indispensable era una delicia.

Sin darse cuenta el sol estaba en su punto más alto, anunciando que ya eran las doce del mediodía. Muchas fueron las interrogantes que habitaron su mente y le hicieron perder la noción del tiempo. ¿Qué hizo ella durante esos tres meses y medio sin dar señales de vida?¿Cuál fue el motivo de su ausencia?¿Había cambiado? Con la última pregunta estaba seguro de al menos la fuerza que ejercía su presencia no había cambiado, esa presencia cálida, radiante que la caracterizaba y aquella sonrisa que no había cambiado nunca, una sonrisa que vio tantas veces durante esas dos semanas antes de acabar de manera prematura esa amistad.

Era hora de volver al rancho y decidió hacerlo a pie para poder disfrutar un poco más del paisaje, aún le quedaba una botella de agua completa por lo que no tendría que sufrir del castigo de la sed. A pesar de que no regresaría con la velocidad de la bicicleta, el camino no fue relativamente tan largo ya que las preguntas vibraban con fuerza en cada una de las prisiones de su conciencia, como cuando toda la culpa recae sobre ti por algo que sucedió y el único en sufrir fuiste tú, así era la condena de Tyrone.

Ella, mi diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora