Capitulo VII

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Los gritos y el delirio del desconocido aturdían  cada vez más a esas damas, sea lo que fuere que lo tenía​ en ese estado, no encontraba consuelo en su alma. Una de aquellas mujeres de la vida fácil, subió a ver al caballero, quién se agarraba muy fuerte la cabeza y la tambaleaba. Cerró la puerta muy despacio, dirigiéndose con paso apresurado.

—Madame Claude, es necesario llamar a un médico—entre vacilación y tartamudeó — el caballero... El inglés tiene fiebre.

La mujer se tocó la barbilla— ¿Hace cuanto que no come?

—Días... Lo único que pide es bebida— replicó la muchacha

Madame Claude, se puso de pie y llamó a un hombre fornido de aspecto descuidado al que pidió que fuera por el médico lo más rápido posible. La muchacha, se retiró y la mujer fue a ver a su huésped. Entró a la habitación y está  apestaba a alcohol, el hombre quien  estaba sentado en una silla, frente a esas diminutas ventanas giró la cabeza, sus ojos languidecían y traía un semblante pálido. 

No pudo pronunciar ni una sola palabra, la fiebre era tan alta que cayó. La mujer llamó a dos tipos para que lo levantarán y pusieran en la cama, mientras llegaba el médico.

— Hmmn,  no puede morir, si algo le pasa, tendré más problemas de los que tengo ahora—refunfuñó.

Mientras tanto en Bath, llegó la tan ansiada noche, la cena en la casa del Conde de Cavendish. Ana estaba radiante, aquel vestido elegido por John, era de hermoso  color crema, que resaltaba su esbelta silueta, parecía una muñeca de porcelana.

— John.... Querido, es hora de marcharnos.

— Pensándolo bien, creo que no iremos a ningún lado, muero por quitarte ese vestido y hacerte mía. Ven...—sujetándola del brazo con dirección a su recámara, antes de que pudieran pisar el primer escalón, Ana se detuvo.

—John, no juegues, debemos irnos— tocó el hombro de su esposo dándole  unas pequeñas palmadas y lo condujo hacia la salida.

Una vez, en la casa del Conde, Ana miraba perpleja la majestuosidad de la casa y sus jardines,  que parecían sacados de los cuentos, simplemente era de ensueño. El Conde junto con su esposa dieron un saludo de lo más afectivo, era evidente que John era muy amigo de aquella noble pareja. La Condesa, pidió a Ana que la acompañara para que pudiera conocer a las demás damas presentes. Por otro lado, el Conde se retiró junto con John hacia su despacho.

— Dime ¿lo has encontrado?

—Sí, hace unas semanas... Se encuentra oculto en París— agarrándose la cabeza

—Gracias a Dios, ¿se encuentra bien?— con cierta curiosidad

Asintió con la cabeza— aún sigue vivo, pero como sabes lo necesito aquí, sé que mi plan es egoísta pero también es la única posibilidad que tiene de salir bien librado de su actual situación— suspirando.

—Ya veo, tú salud ha mejorado?— caminando al otro extremo de la habitación.

— Lamentablemente, el Doctor Smith no me dio esperanzas de vida— encogiendo los hombros— lo único que espero es acompañar el mayor tiempo posible a mi esposa.

—Querido amigo, no te preocupes, sabes que velaremos por ella, además  por lo que comentaste, mi esposa ya la considera un miembro más de esta casa— Sonrió.

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—Madame Claude, este hombre está muy débil, debe alimentarse si se niega deben de obligarle— pronunció.

La mujer, siguió al pie de la letra las instrucciones, el caballero valía mucho dinero y le habían dado una buena cantidad para su cuidado.

Semanas después...

— Querido, no te di las gracias por llevarme aquella cena, estuvo de lo más entretenida, la Condesa  es una anfitriona excepcional, pasé muy buena noche— brindándole una sonrisa.

—Me alegra escuchar eso, el día de hoy notó un brillo especial en tu rostro—

Ana se ruborizó — este verás... Hace unos días tenía náuseas matutinas y el estómago revuelto, tú...apenas lo notaste, entonces decidí llamar al Doctor para que me revisase y grande fue mi sorpresa al decirme que estoy en cinta— con cierto rubor en el rostro.

John,  se quedó callado un par de minutos —¡que felicidad debemos de ir a comprar todo lo necesario.... Juguetes, ropas, necesitará una nana...

—Tranquilo, tengo pocas semanas, habrá tiempo.

John apartó la mirada y murmuró — Eso es lo que no tengo... Tiempo— después de la jornada se puso sombrío y prefirió retirarse a su despacho, las noticias que le había dado Ana eran de las mejores. Sin embargo, nunca tendría el placer de cargar a su hijo, cabalgar, entre otras cosas; deseaba vivir, pero ya no había nada que hacer por él.

Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora