Un fuerte estruendo se sintió a causa de la tormenta que caía esa mañana. Ana permaneció en silencio mientras sus ojos brillaban de asombro y se posaron directamente en el rostro de Alexander, quién comenzó a inquietarse desviando la mirada hacia Paul, que a su vez la dirigía hacia na.
Ninguno de los dos sabía cuanto había escuchado, pero una palabra en falso y el teatro se caía.
—Que es lo que ocurre, querida—. Dijo Alexander, apoyando la mano sobre una escultura que estaba cerca la ventana, Paul no dijo nada se abstuvo de cualquier comentario.
Ana dió unos pasos hacia Alexander y se quedó unos minutos parada frente a él, hasta que le tomó la mano.
—Odio las tormentas, me recuerdan varios eventos tristes en mi vida— con tono melancólico.
Alexander sintió una punzada de alivio, ya que al parecer no había escuchado nada, girando su mirada con dirección a Paul que también respiraba más tranquilo.
—John, deja desayunar a Paul debe estar hambriento—con una sonrisa.
—Tienes razón, que descortés soy— saliendo todos juntos al comedor. Alexander pensó que eso estuvo extremadamente cerca, la próxima vez tendría más cuidado.
Una vez en el comedor Lucrecia se hizo presente con el niño en brazos, Ana lo cogió dándole unos cuantos besos, de repente sintió un movimiento cerca su falda era Ágata de quién se olvidó por completo y ahora se acercaba con cierto reproche. Lucrecia, mencionó que Ágata estaba más traviesa que de costumbre buscando atención, a lo que todos rieron; al parecer muchos en la sala requerían de atención.
Después de un momento, el mayordomo entró y entregó una carta a Alexander.
—Su excelencia, tiene una nota llegada de Londres.
Alexander la tomó y el mayordomo se retiró, cuando abrió la nota sus ojos se abrieron como platos y comenzó a sudar frío.
Querido Alexander
No sé a qué estás jugando, debes estar feliz de ocupar el lugar de tu hermano. No creas que olvidé lo que pasó en Francia.... Disfruta de tu felicidad mientras dure.
Sin remitente.
Alexander cerró la nota muy apresuradamente cambiando de semblante, alguien lo había descubierto... pero cómo? sí todo se hizo de la forma más discreta posible o al menos eso se creía.
—John, todo bien?—pregunto Ana.
—Unos cuántos asuntos que debo resolver en Londres—manifestó Alexander.—Si me disculpan debo ordenar unos papeles y se levantó, sabía que era temprano pero necesitaba beber una copa olvidar por un breve minuto lo que tanto le atormentaba: que reluciera su secreto de que era un asesino.
Paul, se dirigió al despacho por segunda vez, dejó a las damas riendo mientras planeaban hacer unos juegos.
—Alexander, qué es lo que ocurre.
—toma la carta y léela.
Paul obedeció y se puso a leer, no podía creer lo que decían esas letras, dobló el papel y se lo entrego nuevamente a Alexander.
—Debemos tranquilizarnos, pensar con calma—tomando aire—por lo pronto es necesario contactar a Manson y que nos traiga información desde tu salida de Francia— se aproximó al escritorio, tomó una pluma y papel, se puso a redactar la nota dirigida a este individuo, pensando —mientras más rápido supieran que estaba pasando, tendrían más tiempo de idear un plan-—. Alexander se acercó a Paul dando una palmada en el hombro.
—Gracias—con un tono preocupado.
La nota se redactó, Alexander llamó a su mayordomo, al cual entregó la misiva y pidió que pese a la tormenta se mandé con suma urgencia.
—Ahora ¿que sugieres que hagamos?
—Volvamos al comedor, trata de actuar lo más normal posible, muchos sucesos para un día—manifestó Paul.
Damas, hoy cuál es el itinerario— con una sonrisa .
—Estábamos pensando hacer una tarde de juegos, ¿qué opinas Ana?
—Esplendida idea.
—Que sugieres Katherine.
—Jugaremos a las escondidas— guiñándole el ojo a Paul, quién se sintió un poco incómodo ante tal comentario.
Ana arqueó una ceja y miró hacia la ventana —Me parece que seguirá lloviendo.
—Creo que Ana tiene razón—replico Alexander.
—No sean agua fiestas— Katherine se levantó con dirección a la ventana y señaló —Observen el cielo comienza aclararse.
—Esta bien, Katherine— encogiéndo los hombros, en horas de la tarde jugaremos, ahora si me disculpan— llevaré a Álex a qué se de un baño —y salió del comedor junto con Lucrecia.
—Que es lo que está pasando Paul, pareciera que hubieran vuelto de un funeral.
—Al parecer, alguien sabe de nuestra farsa, eso es lo que tiene así a Alexander— quién se apoyó en la mesa, agarrándose la cabeza.
—Volveré al despacho, necesito una copa.
En horas de la tarde ambas parejas se hallaban en el jardín, mientras fijaban las reglas del juego, Lucrecia y Camile la doncella de Lady Cavendish tambien se encontraba allí, quienes quedarían al cuidado del pequeño Alexander mientras se desarrollaba el juego.
Paul, sería el encargado de buscar a cada uno quienes tomaron rumbos diferentes. Sin embargo, Ana y Alexander pensaron en un escondite común la pequeña cabaña.
—Por lo visto pensamos en el mismo lugar—replico Alexander.
—Bueno verás...Este sabía que vendrías aquí—sonrojándose—quería estar a solas contigo— Suspiró.
Alexander sonrió y la contempló unos minutos —Esperemos que Paul nos encuentre pronto— pensó.
Cuando Ana sintió de pronto una gota y luego otra, la tormenta nuevamente comenzaba por lo que tuvieron que refugiarse en la cabaña, para pesar de Alexander.
Aquella tarde, se convirtió en un hecho inolvidable porque por primera vez Alexander hablaba sin caretas, estaba siendo él, expresándose libremente sin ataduras, Ana a su vez se sintió muy feliz, porque desconocía aquella faceta y para su sorpresa era de lo más fascinante.
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Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]
Historical FictionAna, es una joven de 17 años que ha quedado huérfana, su padre dispuso que casará con el Duque de Essex. Sin embargo, el Duque oculta que está muriendo y que tiene un hermano gemelo al cual no ve hace muchísimo tiempo. No obstante, el sufrimiento p...