Capítulo VIII

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El día estaba nublado y tranquilo, todo aquel bullicio se  extinguió conforme las horas del día avanzaban, pero aún seguía tendido en una cama, que había adoptado como suya, la fiebre bajó así como los delirios que le hicieron presa día anterior. Tocó su frente estaba seca, se incorporó lentamente, observando  el dormitorio ordenado y sin una botella de alcohol, todas esas botellas desaparecieron para que no siguiera alimentando su vicio. Se reclinó  en la cama  pero la debilidad no le permitía hacer esfuerzo alguno.

Se preguntó, cómo había terminado de esa forma, alcohólico y jugador empedernido, esos vicios sólo le trajeron problemas y estaba pagando por sus actos, inmerso en sentimientos de aversión y rabia la puerta súbitamente se abrió  delante de él y allí estaba ella... La mujer que lo ayudó, la observó  y comprendió que nada en esta vida era gratis, mientras está se acercaba sigilosamente.

—Esto es para usted Monsieur—  sacó una nota, y la extendió, el hombre aún convaleciente, la tomó y sus ojos brillaron con ese tono azul que lo caracterizaba, era su hermano quién se enteró de su situación y estaba dispuesto ayudarlo, se ofrecía sacarlo del país, pero necesitaba un favor. -—¿Que favor?-—Murmuró  tocándose la barbilla no le importo mientras pudiera escapar.

John, esa mañana estaba demasiado débil para levantarse, Ana era muy incrédula supuso que sus malestares eran debido a los negocios que atendía,  jamás se le ocurrió que su esposo estaba muriendo. Ana al estar tan feliz por su embarazo fue a visitar a lady Cavendish quién también se entusiasmó con la idea, la Condesa ansiaba tener un hijo, aún era joven pero al parecer Dios no le concedió el derecho de convertirse en una.

La tarde fue amena,  sin embargo, no se imaginaba que John pidió que se llamará al médico. Una vez en el lugar el Doctor Smith, temió lo que ya  se sabía, a partir de ese día John tendría días buenos y malos hasta que un día no podría levantarse de la cama.

—Su excelencia, debe decirle, tiene que estar preparada.

—Lo sé, le diré en su momento, agradezco sus atenciones.

Por otro lado, Ana llegó y notó que la casa estaba demasiado silencia, Mary se hizo presente.

—Gusta que sirva la cena— con una sonrisa

— Si por favor— mientras ella subía a su recámara a cambiarse. Cuando bajó fue al despacho pero  John no estaba, por lo que tuvo que subir nuevamente dirigiéndose a su recámara, cuando abrió la puerta lo vio durmiendo muy profundamente que no quiso perturbarlo. Sin embargo, sintió unas punzadas en el corazón cómo si presintiera que algo iba mal, pero hizo caso omiso a sus sentimientos, atribuyendo el nerviosismo a su estado.

Alexander, ya estaba repuesto, pasaron  cerca de dos meses desde aquel incidente, sin embargo, los papeles que prometió John para su huida no llegaban y comenzaba a impacientarse, finalmente sus súplicas se hicieron realidad, un hombre llegó y traía los papeles.

—¡Hasta que llegó!  pensé que mi hermano ya no me daría su ayuda— refunfuñó.

— Mi Lord, su hermano es una persona de palabra, aquí tiene los papeles con esto podrá salir de Francia.

Sonrió y dió un gran suspiro, se mostraba satisfecho porque por fin su   su estancia terminaría en aquel lugar, sin embargo, debía esperar unas semanas para que todo saliera bien.

Pasaron los meses,  Ana entraba al quinto mes  de gestación, Alexander escapaba  de Francia y pronto estaría en Inglaterra, John cada día se encontraba  más débil. Pareciese que las fichas comenzaban acomodarse, sin ningún inconveniente a la vista el plan se ejecutaba a la perfección.

Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora