Capitulo IX

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"Ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino"

Con cada día que pasaba, la salud de John desmejorada visiblemente, Ana no entendía que pasaba por lo que en su desesperación mandó a llamar nuevamente al médico, quien tenía una frialdad en los ojos.

— Mi Lady, debe estar preparada su esposo tiene un pronóstico reservado, no quiero darle falsas esperanzas—tragando aire— necesitará mucha fortaleza.

Ana, parecía no escuchar, se agarró la cabeza y la movía de un lado al otro en señal de negación.

—¿Como es posible? Es joven lleno de vida, tiene que ser un error.

—Yo recomendé a su excelencia, que debía de hablar de su situación con usted, pero él se negó hasta el final, le sugiero permanecer a su pendiente. Vendré a verlo las veces que sea necesario.

Ana tenía lágrimas en sus ojos, no pensaba con claridad, no podía. Dio vueltas una y otra vez buscando una respuesta.Antes de que se retirase el Doctor, se acercó a éste y le dijo:

— Conoce el paradero de Lord Alexander... mi esposo casi no habla del tema— con cierta pesadez

—Lamentablemente, no se más que usted, ahora sí me permite su esposo desea verla.

Ana entró a la recámara, John tenía la mirada pérdida estaba pálido y demacrado.

—Porque no me lo dijiste—con lágrimas en los ojos.

—No quise preocuparte, se que tengo un pronóstico reservado, pero con tus cuidados saldré adelante— tratando de escucharse positivo.

Ana se limpió las lágrimas y quiso aferrarse a esa idea.

—Mi amor, te traeré algo de comer, verás que te sentirás mejor—y abandono la habitación, con cada paso que daba se sentía más dolida, la muerte nuevamente rondaba su vida, debiendo aceptar con resignación lo que pasaría.

John, sabía que era momento de que Alexander llegué, por lo que llamó a su sirviente pidiendo que fuera por Lord Cavendish, quien llegó al poco de unas horas; Ana se alegró de verlo y se retiró de la recámara porque prácticamente se quedaba todo el día acompañarlo.

—Mi buen amigo— con un tono desesperante— Alexander, esta en Inglaterra debes de traerlo, para realizar el plan, casi no hay tiempo no quiero dejar a Ana sola, no puedo... Lleva a mi hijo en su vientre, debe estar tranquila—sujetando del brazo a su amigo.

—Essex, tranquilo traeré a tu hermano—tomando aire—hoy mismo iré por él, pero debes prometerme que resistirás— apretando su mano.

Lord Cavendish, no se quedó a la cena, volvió a su Mansión y sin dar mayor explicación a su mujer, partió esa misma noche en busca de Alexander, quien rápidamente volvió a sus vicios.

Una vez en Middlebrough, Lord Cavendish observó una riña en una taberna, se percató que el incitador era Alexander, y seguramente era por dinero, no se le hizo extraño encontrarlo en esa situación. Pensó que no había conocido hermanos tan distintos.

—¡Lord Alexander Walker! Exclamó

—Pero si eres tú, mi querido Harry... digo Paul a que debo tu visita a mi humilde morada— con tono sarcástico.

—Es tu hermano... Vengo a llevarte contigo— apretando los puños

—Oh sí, mi hermano—pareció tranquilizarse, tiro unas cuantas monedas a la mesa, tomó su chaqueta y se retiró del lugar.

—Debemos apresurarnos—pero Alexander estaba tan borracho que no comprendía la situación.

—Puede esperar, ven y bebe una copa conmigo— jalándolo

—No seas insensato—lo agarró del brazo y lo metió al carruaje, viajaron durante varios días, solo parando en las pistas para cambio de tiros y cochero. Alexander, sabía que su hermano quería pedirle un favor pero desconocía cuál era.

—Como ya no hay tiempo, te diré que es lo que quiere tu hermano de tí— rebotando en el camino empedrado.

Alexander abrió los ojos, y volvió a la cordura —esta bien, escucho—

—John esta muriendo, como bien sabes—tragó aire, suspiró — quiere que lo suplantes, ama mucho a su esposa y no quiere dejarla sola, ha sufrido demasiado esa dama...

Alexander, miró con desdén —¿Quiere que me meta a su cama y finja ser él? No es tan mala idea, tener una mujer y todavía la mujer de mi hermano, suena bastante interesante—con tono despectivo.

—Yo le dije que es una locura, pero confía demasiado en tí, además que siempre veló por tu bienestar.

Alexander, pensó que después de todo no era una mala idea, podría comenzar de nuevo, olvidar su pasado en Francia, nadie lo extrañaba había estado ausente demasiado tiempo.

—Esta bien, ¿qué necesito saber?

—Tu hermano, te dejó, una serie de instrucciones, haciendo mención a los gustos y preferencias de Ana

—Así que se llamaba Ana—gimió

Alexander asintió la cabeza, sabía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Lamentablemente, cuando llegaron ya era muy tarde, John había muerto dos días atrás y Ana decidió abandonar Bath y volver a la casa de la cuál nunca debió salir.

Alexander y Lord Cavendish, entraron a la mansión de John, estaba vacía.. lo que un día fue risas y felicidad; ahora era una casa sin vida.

Lord Cavendish, fue al despacho seguido de Alexander, —¡todo salió mal!—exclamó el primero, mientras que el segundo sufría en silencio debido a la muerte intempestiva de su hermano quien se desvivió por su seguridad, golpeó la pared y sollozó. Era un único favor que le pidió y le falló.

Por otra parte, Lord Cavendish, se sentía un vulgar ladrón revisando las cosas de John, se exaspero al no hallar la carta, por más que buscó no la encontró.

Ambos se sentaron a meditar el obrar del destino. Sin embargo, no había casi nada por hacer.

—¿Que harás ahora?—dijo Lord Cavendish

— Iré a conocer a mi cuñada—sonrió

Lord Cavendish, sopesó esa respuesta, Ana estaba demasiado delicada tantas emociones seguramente mermaron su salud.

—Tienes que saber algo, esta embarazada.

—Así que lleva al futuro Duque en su vientre, eso es una buena cosa.

Para Alexander, aquello no tenía importancia... en realidad nada lo tenía, el era un prófugo, que llevaba muchas cosas en la conciencia, disoluto y fracasado, los cambios de humor en él, era evidentes.

—Alexander, me retiro estoy afectado por la noticia, si necesitas de mí sabes donde encontrarme—Paul tenía muchas cosas en que pensar, desde la explicación que le debía a su mujer hasta el hecho de haber estado ausente en la agonía de su mejor amigo.

Alexander se quedó solo, tomando todo el whisky que encontró, que se podía esperar de aquel hombre era todo un alcohólico. Pasaron las semanas y Ana dió a luz prematuramente, el niño nació débil y enfermo.

Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora