Capitulo X

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Ana, volvió a Hampshire, cuando vio a Lucrecia y Ágata esbozó una pequeña sonrisa y se retiró hacia su habitación. Abrió la puerta, su dolor, los recuerdos,  los olores, las  caricias  apretaban su corazón,  ya nada le quedaba en esta vida, no se podía sufrir más—pensó.

Le faltaba el aire, su rostro estaba caliente, cayendo desmayada, Lucrecia estaba fuera del cuarto y sintió el golpe. Sabía que el parto se adelantaría, por lo que tuvo que llamar al médico; el niño nació débil y Ana no podía recuperarse ya que  comenzó a tener episodios de  fiebre,  y a delirar. Lo que dijo el médico, preocupó a un más a su vieja institutriz.

Los próximos días, permaneció en cama, negándose  a comer  y despertando de forma intermitente.En sus momentos de lucidez, manifestaba ciertas palabras

—Lo he perdido todo, prometí a John que  lucharía por mí y el pequeño Alexander pero él está cada día más débil y yo no tengo coraje para vivir que  egoísta soy—sus ojos se llenaron de lágrimas —porque la vida me castiga de esta forma.

Mientras miraba el techo, con los ojos hinchados de tanto llorar, Lucrecia entró a verla e incluso llevó al pequeño Alexander para  que le hiciese compañía. Sin embargo, ni teniendo a su hijo cerca reaccionaba.

Una mañana aún débil, despertó con ánimos de  ir al escondite de John. Fue a darle un beso al pequeño Alexander y salió de la casa.

—Mi felicidad se inició en ese escondite— manifestó, riendo muy fuertemente.

Por otro lado, Alexander tenia sus propios fantasmas, albergaba ira, cólera, sentimientos que por más que quisiera arrancarlos seguían presentes. Tomó un vaso de Whisky detenidamente y lo acercó a la luz de la vela, tenía un brillo tenue pero al fin y al cabo un brillo. Tal vez eso era lo que necesitaba.

—Debo conocer a mi cuñada, sí ella fue la luz para mí hermano, porque no puede serlo para mí también—exclamó

Abandono esa misma noche Bath, dirigiéndose a Hampshire, pronto se leería el testamento y debía de estar presente. Mandó una nota a Lord Cavendish en la que le pedía que vaya cuanto antes a Hampshire.

Mientras tanto Ana, llegó al escondite toda desorientada gritando en voz alta, estaba perdiendo la razón.

— ¿Porque me abandonaste? yo sólo quería tiempo, quería tu amor, felicidad... Tu me prometiste eso... juraste que me protegerías— arrojando un pedazo de madera

—Dame una respuesta, te exijo que me la des, o mejor aún puedo acompañarte, quiero hacerlo— la mirada que tenía era de una desquiciada,  sacó un cuchillo y se apuñaló, cayendo inmediatamente, la sangre brotaba y  estaba apunto de perder el conocimiento, cuando sintió que unas manos la tomaban, quiso apartarlas con lo poco de fuerza que le quedaba, pero esas  manos se lo impidieron.

—Tranquila, trata de no moverte.

—¿John?— cayendo desmayada, cuando recuperó el conocimiento sentía muchísimo dolor, no sabía dónde se encontraba, miró alrededor y vio que estaba en la residencia de John.

Miró a los lados, era la habitación principal, todo impecable e incluso la ropa de John seguía doblada y colocada en el ropero. Suspiró —Que pesadilla— no recordaba nada, para ella John seguía vivo, la tristeza hizo que bloqueara cualquier recuerdo, era más fácil olvidar que afrontar la verdad.

—Excelencia, debo decirle que la Duquesa  no está en sus cabales, en las últimas semanas que la visité deliraba y  no tenía noción de lo que pasaba a su alrededor. Temo que pueda hacerse daño o al resto.

—Ya veo, no se preocupe cuidaré de ella lo mejor que pueda, ante cualquier eventualidad le haré saber. Gracias.

El medico se retiro y Alexander entró  a la habitación y encontró a Ana despierta

—¿John?

Alexander se quedó callado unos minutos.

—Sí querida.

-Oh John, te creí muerto...Que me pasó?

—Tuviste un accidente, estuviste inconsciente varios días.

—Soñé que habías muerto junto con nuestro hijo.

—Fue una pesadilla, descansa.

—Estoy tan feliz— volviendo a dormir

Alexander, se tocó la frente —Estoy loco, porque no la saque de su error porque!? — saliendo de la habitación. Caminaba por los pasillos de un lado al otro, había olvidado que se sentía estar en esa casa, cuando era niño junto con John solían esconderse detrás de las puertas y luego salir sigilosamente rumbo al despacho y tomar el álbum familiar. Siguió sus pasos y fue a sacar el álbum, allí estaban retratos de él y de su familia. Mientras los miraba se puso a pensar.

—Eran tiempos felices e inocentes todo eran risas, pero mientras más crecía más afloraban mis vicios y ahora estoy en esta situación. Me siento un paria y para colmo de males acabo de engañar a una pobre dama- apretando sus puños.

— Sólo Dios sabe mis pecados— murmuró. Pronto comenzó  a llenarse de ira y a tambalear la cabeza, le faltaba el aire recordó todo lo sucedido en Francia y esa necesidad de ocultarse, e indirectamente ahora estaba haciendo  lo mismo, entró cómo un ladrón a la casa de su hermano. Tomó una copa y la destrozó, su mano sangraba pero simplemente  observó como caía la sangre. Mando a un lacayo a la residencia de Ana, para que alguien viniese por ella. Tendría que dar muchas explicaciones.

Unas horas después, Lucrecia llegó, tenía el pulso acelerado  y una pesadez en el estómago, cuando el mayordomo la anunció no entendía bien  que pasaba.

—Estaría el hermano  de su excelencia presente? — movía la cabeza —debí vigilarla—las ideas  la estaban asfixiando, cuando esperaba en la sala de la entrada, apareció Alexander. Sus ojos se abrieron como platos, nadie le dijo que John tenía un hermano gemelo.

Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora