Capitulo XVI

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Pasaron varias semanas desde esa tarde, Alexander y Ana se convirtieron en cómplices y amantes, las visitas nocturnas, el intercambio de besos a escondidas y uno que otro toqueteo en los pasillos se volvió algo cotidiano.

Cada día, Alexander demostraba que podía ser un buen padre y que su hermano John estaría orgulloso de él; Lord Cavendish y Lady Cavendish tuvieron que marcharse a Bath, debido a una nota que recibió Paul quién a su vez prometió mantenerse en contacto con Alexander, y que lo mantendría al tanto una vez que Manson de la información que tanto necesitaban.

Ana, estaba radiante y feliz para satisfacción de Lucrecia quién pensó que el engaño podia pasar a segundo plano, mientras no hiciera daño no había porque preocuparse.

Ana jugaba en la recámara con el pequeño Alexander y Lucrecia estaba al lado observando la escena, cuando Ana tuvo la idea de leerle libros al pequeño, decidió bajar al despacho por uno de los tantos libros que John tenía en la biblioteca.

Por otra parte, Alexander fue a recorrer las tierras porque pretendía hacer unas mejoras que beneficiarían a los campesinos.

Ana, comenzó a recorrer los libreros que albergaban muchísimos libros, en particular uno le llamó la atención, era Shakespeare "El sueño de una noche de verano" lo habia leido de niña y le fascino la trama, aunque luego de pensarlo un minuto, no era para un niño, cuando quiso ponerlo a su lugar se cayó una carta que tenía el sello del ducado lo tomó entre sus dedos y lo miro detenidamente hasta que la curiosidad pudo más que ella.

Lo abrió y claramente era una carta de John  y para su sorpresa era una lista.

Querido Alexander

Hermano mío, se que lo que te pido es algo descabellado pero amo demasiado a Ana para dejarla sola... Posiblemente cuando leas está carta yo estaré muerto, pero se que te quedas en mi lugar y me voy tranquilo por ese hecho. Al no conocer a Ana te dejo unas cuantas cosas que necesitas saber de ella , el resto las descubrirás tú. Hasta siempre

John.

Ana no pudo seguir leyendo la carta, la arrugó y comenzó a llorar dando un golpe sobre el escritorio y arrasando con todo lo que vio a su paso. No entendía que pasaba, por lo que siguió buscando hasta que encontró una caja la misma que Alexander vio hace meses atrás, dentro de ésta habían retratos y entre uno de los tantos: los hermanos. Ana se agarró la cabeza y elevo la foto hasta la altura de sus ojos. John y Alexander eran gemelos para su sorpresa, entendiendo de esta forma el significado de la carta.

—Planearon una suplantación— pronunciando en voz alta. —Esto no se quedará así— y siguió buscando y forzando la chapa de uno de los cajones. Hasta que halló el testamento, lo leyó detenidamente su mandíbula se desencajó mientras sus ojos brillaban de ira, al parecer todos sabían del engaño excepto ella, que ilusa había sido.

El mayordomo subió todo angustiado a buscar a Lucrecia a la que le dijo:

—lamento molestarla, pero Lady Essex está encerrada en el despacho, y desde hace un momento se escuchan ruidos y objetos que caen.

Lucrecia abrió como platos los ojos y pidió a Cecile la nodriza que se quedará con Alex. Bajo, dirigiéndose hacia el despacho, la puerta estaba cerrada con llave, tocó pero Ana no respondía, por lo que pidió al mayordomo buscar otro juego de llaves.Caminando de un lado al otro preguntándose que había pasado, sin embargo, no podía encontrar una respuesta aparente, hasta que finalmente vio entrar a Alexander por la puerta y con paso apresurado fue hasta donde éste.

—Su excelencia, es Ana lleva como medía hora encerrada en el despacho mandé a Nicolás -el mayordomo- a buscar las llaves pero nada que las encuentra —con tono preocupado.

—Iré a ver que ocurre— prácticamente dio zancadas hasta llegar a la puerta. —Ana estás bien?—preguntó en un primer momento y al rato se escuchó.

—Vete de aquí— con una voz iracunda.

—No me iré— y siguió golpeando la puerta, esperando que Ana ceda y abra la puerta, pero esta hizo caso omiso lo que ocasionó que Alexander se impaciente más, hasta que ya no aguanto y decidió abrir de un golpe la puerta.

Cuando abrió, habían objetos esparcidos por el piso, Lucrecia quiso decir algo ya que se encontraba detrás pero antes de que pudiera hacerlo, Alexander se volteo y pidió que se retirara y fuera con el pequeño .

Lucrecia asintió y se retiró mientras que Alexander entraba con mucha cautela al despacho, hasta que visualizo a Ana con un montón de papeles sobre el escritorio. Una gota fría cayó por su frente  y antes de que de una explicación; Ana habló.

—John o debo decir Alexander—con un tono mortero.

Alexander se quedó petrificado lo había descubierto, no había excusa que valga, sabía la verdad, y lo único que necesitaba conocer, eran detalles.

Ana, apoyo muy fuertemente las manos sobre el escritorio, para darse impulso e incorporarse para increpar a Alexander lanzándole un sopapo.

Alexander seguía parado sin hacer nada aguantó cada uno de los golpes que le daba Ana.

—¡Por que maldita sea¡ ¡porque!; acaso soy un objeto el cual se puede intercambiar—con lágrimas en los ojos

Alexander no estaba seguro de que responder no había excusa valedera; John lo hizo con la mejor de las intenciones, el de protegerla pero para Ana seguramente esa no es una excusa—pensó.

—No es cómo lo imaginas—respondió Alexander.

—Entonces dime cómo es, porque no entiendo.

—Se que en este momento, no entiendes nada, pero John lo hizo con la única intención de protegerte.

—¿Protegerme? vaya forma de hacerlo mandando a su hermano para que cumpla sus deberes maritales—con tono irónico.

Ana quiso seguir discutiendo pero empezó a tambalearse y agarrarse la cabeza ante la mirada atónita de Alexander, al parecer los recuerdos volvían y ésta empezó a palidecer.

—Oh por Dios, trate de suicidarme—tapándose la boca —y ..y alguien me encontró, fuiste tú— con voz temblorosa, llorando amargamente.

Alexander quiso abrazarla y sostenerla pero esta lo hizo a un lado.

—Porque cuando desperté, no hablaste con la verdad.

—Porque te vi tan frágil y recordé lo prometido a mi hermano temí hacerte daño.

—Mas de lo que lo haces ahora?— respiró—te aprovechaste de mi, del momento de  locura por la que pasaba...¡eres un canalla!..No puedo permanecer un minuto más aquí, debo marcharme lo que hicimos no tiene perdón.

Antes de que saliera del despacho Alexander agarró el brazo de Ana

—Por favor no te vayas, no me dejes no te lleves al niño— con tono de suplica.

Ana quién había dejado de llorar con voz firme exclamó— reconozco que eres el tutor legal y no te quitaré tal derecho, pero de ahora en adelante somos un par de extraños—corriendo a su habitación.

Alexander dió un golpe contra la pared y empezó a maldecir su existencia; su peor temor se hizo realidad. La había perdido.

Desesperanza - 1ra Parte de la Saga Sentimientos [PRÓXIMAMENTE RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora