Fugaz

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*SEBASTIAN*

No entendía porque pero cada que la abrazaba sentía como si las cosas estuvieran en su sitio, en el lugar donde debían estar.

Cada que miraba sus tiernos ojos verdes, me daban ganas de quedarme ahí para siempre, a su lado. Pero sus labios, ¡maldita sea! esos labios me invitaban a querer besarlos. Esta noche estuve a punto de besarlos en tres ocasiones pero no podía hacerlo, no podía aventarme así nada más a ella.

Su mirada estaba enfocada en la vista. No miraba nada excepto la gran ciudad desde las alturas.
-Es la vista más hermosa- dijo sonriendome. Pero se equivocaba, la vista más hermosa era ella en este momento. Una estúpida sonrisa se apoderó de mi rostro y ella rápidamente la notó.  -¿Por qué sonríes tanto Sebastian?- preguntó curiosa mientras me lanzaba una sonrisa. 
-Porque me gusta ver tu felicidad- dije mirándola. -Me contagias de una forma increible- reí levemente.  -Eres como un frasco de felicidad- Mia sonrió y se acercó a darme un abrazo.
-Gracias- dijo con ternura. Respiré hondamente y en un segundo me arrepentí de haberlo hecho.
Su aroma quedó impregnado en mis fosas nasales; dulce, suave y tierno, como ella.
-No tienes de que agradecer- la abracé con fuerza y me dispuse a tenerla aquí entre mis brazos, sin movernos. Solo disfrutando de nuestra compañía y de nuestras respiraciones acompasadas. Me ha encantado pasar el tiempo con ella. Esta noche ha sido magnífica, solo ella y yo; y ella es la mayor parte de esa perfección. Mia se giró a su derecha para ver sabe Dios que y no pude evitar pero decirlo. -Te ves perfecta- salió de mi boca. -Quiero decir, para una foto. No te muevas- saque mi teléfono y tomé la foto. Justo en ese momento una ráfaga de aire corrió y terminó de hacer la foto más perfecta. -Quedaste muy bien- dije impactado.
-Ahora ven conmigo- dijo tomándome del brazo. Mi corazón se aceleró. -Necesito mostrarles a mis amigos de Los Ángeles donde estoy- sacó su teléfono. -Tomala tu, sino te tomaré la mitad del cuerpo- dijo entregandome su teléfono; posteriormente pasó sus brazos alrededor de mi cintura y se recargo en mi pecho. Me quedé congelado.  ¿Qué demonios? No sabía que hacer. -Sonríe como si la estuvieras pasando bien- con sus delgados dedos comenzó a hacerme cosquillas. 
Me rei y entonces aquella sonrisa se quedo plasmada en mi rostro. No era porque ella me hubiera hecho cosquillas. Era porque estaba con ella. Porque estaba disfrutando. 

Entre mas tiempo pasaba con ella, más me gustaba la idea de quedarme a su lado, de sentirla cerca. No se que era, solo sabía que ella me hacia sentir bien, lleno de vida.
Platicamos un rato más de algunas cosas mientras caminábamos por las grandes calles de la ciudad; comimos pretzels y reímos a la par de nuestros chistes. La abracé unas cuantas veces y disfrute de su calidez.
-Creo que es hora de irnos- dijo mirando su reloj. -Es algo tarde y mañana tenemos que ir a clase-  sus ojos verdes estaban posados directos en los míos. Bajó la mirada.
-Oh si, claro- toque mi nuca con mi mano. Ella abrazó su cuerpo delicadamente, jalando las solapas de su parka. -¿Tienes frío?- pregunté haciendo amago de quitarme mi chamarra. 
-No, así estoy bien Sebastian- dijo ella apenada mientras caminaba presurosa por las calles infestadas de personas. La tomé de la mano para frenar que se perdiera entre la multitud.
-¿Sebastian?- alguien llamo mi nombre. MIERDA
Me giré para encontrarme al terror andante. Crystal Chandelier, la peor de las ex novias conocidas. Loca, psicópata, desalmada, cruel, ambiciosa y sin escrúpulos; decidida a dañar a cualquiera con tal de llegar y lograr lo que el quería.
-¡Cariño!- dijo emocionada. Rápidamente notó que estaba tomando la mano de Mia. -Vaya, te repones rapido- miró de arriba a abajo a la menuda chica rubia.
-¿Qué quieres Crystal?- pregunté ofuscado y con los labios apretados.
-Quería verte cariño- dijo tiernamente. -Pero veo que ahora te conformas con muy poco- Mia giró los ojos pero en ningún momento se incómodo por el comentario hecho por la morena.
-Crystal, para, ¿Quieres?- dije molesto.  -Con quien salgo y con quien no no es de tu incumbencia- comente. La morena me miró sorprendida y posteriormente a Mia.
-Aléjate de el. Zorra- escupió de manera venenosa.
-No vuelvas a llamarla asi- dije molesto al notar como Mia desprendía su agarre de mi mano. Prontamente Mia se echó a caminar y se alejó de nosotros dos. -Adios Crystal- me eche a caminar detrás de ella, siguiendo sus delicados pasos. Se perdió entre la multitud.
Había mucha gente en la calle y ella no era fácil de divisar, se perdía con facilidad entre el tumulto de personas que habían decidido salirse de sus casas a la calle, a sabrá Dios que.

-Por aqui- dijo al percatarse de que estaba buscándola.  Estaba sentada afuera de una tienda, sentada como una niña pequeña con una sonrisa traviesa.
-Mia, no deberías hacer eso- reproche al verla sentada, con las piernas cruzadas, y una traviesa sonrisa.  Me miró, sus lindos ojos verdes resplandecían con un fuego especial; era una mirada llena de travesura y diversión.  -La gente está apurada comprando, tu eres nueva en Nueva York y nunca sabemos que pueda...- me interrumpió.
-Oh, vamos Rothchild, solo quería jugar- dijo poniendose en pie y caminando hacia mi. -¿Me llevas a casa?- Pero yo no quería que esta noche acabará, no tan pronto.
Asentí levemente, con la mirada perdida en un punto lejano a ella.

La lleve a casa, me despedí de ella con un pequeño movimiento de mano y vi como desaparecía en el umbral de la puerta, tan pequeña y delicada como era, con movimientos calmados y precisos.

Llegue a casa sin causar mucho ruido, caminando directamente hacia el jardín . Tomé un cigarrillo que estaba en la encimera y me lo fume pausadamente junto a la piscina pensando en todo lo que había sido el día de hoy.  Todo lo que había implicado estar con Mia.

-¿Qué carajos haces tan tarde aquí abajo?- me reprimió mi padre saliendo al jardín.  -¿Cuantas veces no te he dicho que esto va a matarte?- dijo tomando el cigarrillo de mis manos para después tirarlo y aplastarlo con mi pie.  《Cómo si el alcohol no fuera a hacer lo mismo》 reproché mentalmente. Su aliento y persona olía a Whisky, seguramente había estado tomando por la tarde, recordando a mama y a la vida que teníamos con ella.
-¿Te importa a caso? ¿Quien es el que huele a alcohol como un borracho de calle?- mi padre alzó la mano, como si fuera a abofetearle, pero en seguida Sebastian le freno en seco. -Apestas- lance su mano a un lado y subí las escaleras con prisa.

Me tire en la cama y estiré la mano hacia el tocador, donde se encontraba el retrato de mi madre y mio cuando aún era pequeño.
-Haces falta ma- la miré tiernamente y acaricié su silueta en la fotografía. Una rabia e impotencia contra la vida se apoderó de mi, un odio feroz que inundaba cada rincón de mi ser, saltó a la brevedad en cuanto pensé en ella; me había arrebatado a la mujer mas importante de mi vida en un abrir y cerrar de ojos.

Maldije interiormente y sentí las lágrimas escocer mis ojos y entonces abracé su retrato, recordando su olor, sus palabras, sus besos; y sin más, las lágrimas corrieron furtivas por mis mejillas.

Mi destino eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora