*Mia*
Lo miré asombrada. Sebastian me había salvado de lo más cercano que he estado de la muerte. No lo hizo Nate, no lo hizo Seth; lo hizo Sebastian, el chico al que, tan sólo en la mañana, le había dicho que era un pedante.
Su cabello estaba mojado y levemente pegado a su frente, en la cual estaba escrito el cansancio que le produjo el trabajo realizado pero sus ojos reflejaban la alegría que le producía haberlo hecho.
-Gracias- dije sonriendo ampliamente. No quería dejarlo pasar desapercibido.
-Me asustaste tanto- dijo Nate abrazándome levemente. Pero en este momento yo solamente quería agradecerle a Sebastian, quería que supiera que estaba infinitamente agradecida con el por salvarme, por simplemente no dejarme ir.
-¿Estas bien cariño?- dijo mi madre consternada. Tremendo susto que se había llevado al enterarse .
Lógicamente habían sacado a Thea de la fiesta e incluso la habían llevado con los policías para que por lo menos le dieran un castigo de algunas semanas en servicio a la comunidad. Sinceramente, me daba un poco de pena la chica, ¿que sería lo que la orilló a hacer esto? ¿Qué sería lo que hizo que me odiara tanto?
-Solo quiero estar arriba un rato- la miré. Sebastian estaba cerca, aún intentando recuperar el aliento. -Quiero descansar un poco ma- y era eso precisamente lo que quería y necesitaba. Quería olvidarme un poco de la turbulencia que era la vida neoyorquina; en Los Angeles tal vez no era la chica más popular, simplemente pasaba desapercibida, pero aquí solo llevaba dos días y ya había una chica que quería matarme.
-¿Segura linda?- preguntó mi madre aun mirándome como si hubiera estado a punto de perder al tesoro más grande. -¿Quieres que te acompañe?- acomodó mi cabello rubio junto a mis oídos.
-No mama, solo quiero dormir. Estate con Boyd- dije. -Y por lo que más quieras, no le digas ni a papa ni a Finn- supliqué. -No quiero que se preocupen en vano. Estoy bien y eso es lo importante- comencé a ponerme de pie y de inmediato Nate se puso en pie.
-Déjame acompañarte- comentó tomándome del brazo, cosa que a mi parecer fue bastante buena, pues me sentía algo mareada.
Sebastian alzó la mirada al verme poner de pie y después de una breve y diminuta sonrisa, bajo de nuevo la mirada a sus pies mojados.
-Creo que tendremos que cambiar nuestra salida de mañana por una visita en casa- comentó Nate al ayudarme a subir las escaleras.
-Creo que si- dije. -Mama a partir de hoy va a estar completamente protectora conmigo- pero la verdad era que yo no quería salir y tampoco tenía muchas ganas de que Nate me visitará; no por otra cosa,sino que simplemente quería descansar. Quería estar sola y ver un par de películas con un tazón de cereal en mis piernas, con una taza de café o de chocolate, como lo hacía en Los Angeles, quería a mi hermano conmigo, abrazándome y molestandome, no quería otra compañía.
-Así sera- maldije por lo bajo. No quería ser descortés diciéndole que no quería verlo pero simplemente quería estar sola, no quería más compañía que la de cierto rubio enojon que residía en Los Angeles, y si no era el no quería que fuera otro.
-Oh, claro- la poca emoción era palpable en mi voz y para ser sincera, me daba un poco de pena. Nate estaba siendo alguien realmente lindo conmigo y solo quería hacerme sentir como en casa en la gran ciudad. -Bueno Nate,muchas gracias por acompañarme pero creo que es momento de que me quede sola. Quiero darme un baño caliente y dormir, ¿no te molesta?- Di que no por favor.
-No Mia, para nada- sonrió levemente y volvió a acariciar su cabello. -Descansa- dijo para posteriormente darme un beso en la frente. -Lo siento- dijo con las mejillas pintadas de un color escarlata.
-No te preocupes Nate- lo miré parada en el umbral de la puerta. -Hasta mañana- entre a mi recámara.
- Descansa - Nate se marchó unos segundos después dejando el corredor vacío. Cerré la puerta y me desplome por algunos minutos en mi cama dejando que el día de hoy se presentará ante mis ojos.
Unos golpes suaves en la puerta me hicieron enderezarme de la cama y ponerme en pie en seguida.
-Solo quería saber que estabas bien- dijo Sebastian en cuanto abrí la puerta. Tenía el cabello revuelto y en su cara se escribía una destello de pena.
-Hola Sebastian- sonreí levemente. -Estoy bien, gracias por preguntar- Sebastian discurría sus ojos por mi habitación, buscando hacer contacto con todo excepto mis ojos.
-Me da bastante gusto- rasco levemente su nuca, gesto que hacia evidente su nerviosismo. -De verdad quería disculparme por lo de en la mañana, fui un poco, bueno, bastante grosero, y lo único que tu querías era ayudarme- esta vez subió la mirada y enfocó sus ojos en los míos.
-En este momento, eso es lo que menos me importa- dije haciendo una ligera mueca. -Demostraste lo que realmente eres y eso es lo que me importa- lo miré. -Y lo único que puedo decirte es gracias- tomé su hombro con delicadeza y lo apreté levemente. -Si no hubiera sido por ti, no viviría para contarlo- reí levemente ahora que todo había pasado. Sebastian hizo lo mismo y después encogió sus hombros.
-Es lo menos que podía hacer por ti Mia- su semblante cambio de manera drástica. Ahora ya no estaba apenado ni serio, simplemente estaba neutral y casi podría decir que en confianza. -Creo que es mejor que te deje sola. Por lo que he oído tenias ganas de dormir y estar sola- me miró con aquello ojos obscuros que tenían un leve brillo. -Descansa y espero que esto no te haya asustado, no todos en Nueva York somos asi- río de una manera torcida y aquello generó cierta risa por mi parte.
-¡Vaya! Me has quitado un peso de encima- reí francamente. Después de todo Sebastian no me desagradaba tanto.
-Adios Mia- dijo apunto de marcharse. -Espero verte pronto- musitó por encima del hombro dibujando una pequeña sonrisa en mis labios.
Cerré la puerta y volví a recostarme en la cama recordando por pedazos el día de hoy y con todo mi corazón deseé que el Sebastian de hoy se quedará por mucho tiempo; no me refería al héroe sino al chico sencillo, amable, amistoso y fácil de tratar que había sido hoy.Unos momentos más tarde me enfile hacia el baño y ocupe por primera vez el sauna para así poder relajarme a gusto.
Hice mi rutina de baño después de esto y finalmente, después de ponerme la pijama, decidí que era momento de dormir, así que me lance a mi nueva cama y me relaje hasta quedar abrazada por los brazos de Morfeo
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Mi destino eres tú
Roman d'amourCuando era pequeña, solía pensar que la primera persona de la cual te enamorabas, era la persona con la que te quedarías, aquella persona con la que vivirias el tan aclamado "felices por siempre". Años más tarde, descubrí que no era así, que conocer...