Capítulo III

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— ¿No crees que es demasiado?

Lo miro de manera severa no dejando dudas al respecto.

—Lo sé, solo que es una biblioteca, no es como para que usted se ponga así.

Me detengo al escuchar eso, pero cuando voy a corregirle se me viene a la mente ¨Eres mío¨ junto a sus ojos miel. Tenso la mandíbula y me giro bruscamente sobre mis pies, con un no sé qué en mi pecho.

—Su especie quemó la mayoría de nuestros libros, libros que contenían nuestra historia. Eso es lo único que nos queda—. Vuelvo a mirar al frente y mientras camino sigo— Deberías tener más respeto.

Un silencio le sigue de un golpe en la cabeza.

— ¡¿Crees que no sé eso?! Pero eso es pasado, el ahora está lleno de posibilidades de paz. No deberías ser así de racista con las personas que van a ser nuestros aliados —. Sus ojos cambian a un rojo vivo mientras sigue gritando— ¡Así que comienza a comportarte!

Su tono, ajeno a mi posición me arranca una sonrisa. Le toco el hombro y le sonrío—. Lo haré Saphiron, gracias por ser mi amigo todo éste tiempo.

Pone cara aburrida y levanta una ceja. Sé que no me puedo escapar de su escrutinio. Después de todo nos conocemos desde que nació, hace mucho

Tiene razón, no debería estar afectándome algo así. También debería ponerme de cara al futuro. El pueblo está haciendo lo mismo, no sería justo.

Ya entrada la noche me retiro a mi habitación. Sin embargo, los papeles me siguen. Sobre todo, los que llevan información sobre Clemátis. Estaba claro en las exigencias del grupo de humanos que su reino quiere ventaja, y no es algo que pueda permitir. Economía, historia, uniones y relaciones, toda información que se pudo recolectar debo leerla y analizarla para que mi pueblo no caiga con lo que pudiese verse como paz.

Al sentarme en la cama ordeno los papeles y mis ojos se desvían a mis uñas junto con la escena de hace unas horas.

La tomo fuerte por los hombros y la empujo contra la estantería. Su rostro se comprime del dolor y presiono aún más las uñas en su carne.

—Ten cuidado en cómo me hablas, no tienes idea de lo que tu especie nos ha hecho.

Abre sus labios, pero enseguida los cierra y baja la cabeza.

—Espero que un tiempo tras las rejas aclare lo que tienes en tu mente sobre tu posición.

Debajo de mis uñas tengo sangre, ansioso y cansado de pensar en ese momento tomo un baño caliente. Tallo todo a conciencia y fuerza, sobre todo las uñas y dedos. Al salir me coloco una bata de seda y una capa mullida para todo el trabajo que me espera. La punta del listón roza entre la uña y la carne de mi dedo y vuelvo a viajar a hace unas horas.

Sin darle importancia me dirijo al papeleo y por un buen tiempo no pienso en nada más que en mi pueblo.

La imagen de la luz de la luna reflejándose en sus largos cabellos, su pálida piel y sus hermosos labios destella. Encima mía a horcajadas, la había visto tantas veces así...pero ¿Por qué ahora es distinto? La presión en mi cuello se hace evidente, y su sonrisa macabra teñida de traición me duele más que sus pequeñas manos alrededor de mi cuello.

Una punzada en las esquinas de la frente me quita del sueño, y me incorporo en un segundo. Coloco los dedos para chasquearlos y llamar a mi ayudante, pero se quedan en el aire.

Me vuelvo a recostar y miro hacia la luna. Una presión en el pecho me deja dando bocanadas para calmarme. Cuando el dolor aumenta y se hace insoportable susurro —Eres nuestra Diosa, ¿no puedes hacerme olvidar esto?

El Rey elfo y la Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora