Capítulo XII

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—Tengo que ser sincera —declaro con las manos en el aire— estoy muy intrigada, me tienes.

El oscuro personaje no tarda en fingir tener una lista de tareas tan larga que no tiene final y se marcha con prisas. Sin interés en su comportamiento me dejo caer en el pasto, estiro mis extremidades para mayor comodidad y respiro profundo. Allí me quedo, concentrada en la respiración y con la mente en blanco. Cierro los ojos e imagino que una luz recorre mi cuerpo por dentro, cuando inhalo sube por la pierna derecha hacia mi brazo, pasa por mi cabeza, y al exhalar desciende hasta el pie izquierdo. Siento como si mi respiración me recorriese y soy capaz de darme cuenta del cansancio mental que me apabulla. « ¿Hace cuánto no duermo bien?»

—Desde siempre tal vez —susurro de forma inaudible.

Huelo la humedad y el calor mezclarse, y la energía se concentra encima de mí. Imagino vívidamente los rayos formarse en las nubes. Una gota de lluvia en el rostro me advierte pero no hago caso, espero a que me empape. Casi no hay viento, pero el cosquilleo de las hojas sobre mi piel hace parecer que sí. Abro los ojos con dificultad, mis parpados se sienten tan pesados al igual que mis piernas.

Me veo correr en el bosque, mis pequeños pies desnudos pisando la tierra húmeda y el crujir de las hojas hace cosquillas en mis oídos. Corro tan rápido que todo a mí alrededor se ve borroso, una mancha blanca aparece en mi campo de visión y paro mi andar. Sonrío al animal de mirada apacible, viene hacia mí con cuidado de no hacerme daño con sus cuernos. Le acaricio la cabeza y veo mis manos, tan pequeñas y delicadas.

— ¡No le hagas daño!

El grito me desestabiliza y me vuelve a la realidad de golpe, siento mi respiración acompasar el movimiento de las hojas.

Intento formar cualquier clase de pensamiento y no soy capaz, el cansancio me supera. Quiero enojarme conmigo misma por no poder ponerme de pie y seguir avanzando pero tampoco puedo. Me incorporo de apoco apoyándome en las manos, miro alrededor despacio y me pregunto cuánto estuve en el suelo. El día ya se está guardando el sol, el cielo tiene los últimos vestigios de una luz violácea.

Sin dudar ni un segundo me paro, medio que tropiezo y casi caigo al suelo otra vez, pero me recompongo en el último momento. No logro enfocar la vista enseguida, me toma unos minutos. Me dirijo a mi habitación como un hombre sin alma, la cabeza gacha y pasos lentos, balanceándome de un lado hacia el otro y caminando con los ojos cerrados en algunos tramos. Al llegar la puerta se abre y Lastria deja de sonreír para dejar paso a una cara preocupada.

Me deja el paso libre y entro, señala el baño con la cabeza pero no me muevo hasta que me toma por los hombros y me empuja de apoco.

—El agua se siente deliciosa —digo antes de esconderme aún más profundo en el agua.

Me muestra sus manos embadurnadas de un aceite extraño y denso, entiendo y le doy la espalda para que comience a masajear. Sus manos se deslizan libremente y estrujan con fuerza mis hombros, un dolor agudo en la nuca me hace quejar más de una vez. De alguna forma ya no estoy cansada al final del baño y no hago más que mirarla con cara extraña.

Me desliza en una bata de una seda transparente y señala el vestido encima de la cama. Suspiro molesta pero no me niego, solo acepto lo que viene hacia mí hasta que termino de prepararme. El vestido es ajustado y largo, lo único que deja a la vista es la mitad de mi pierna derecha que sale a través de un tajo alto en la falda. Toco la tela extrañada— ¿qué clase de tela es ésta? Es como la seda pero mucho más dura y resistente.

Vuelve a acomodar el vestido y comenta— Es originaria de aquí, el pueblo élfico la creó por siglos. Es una tela resistente y abrigada, bastante gruesa, pero tiene el satín, el movimiento y la elegancia de cualquier tela digna de...de la realeza.

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⏰ Última actualización: Aug 19, 2018 ⏰

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El Rey elfo y la Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora