Capítulo V

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El capitán tiene sus años ya en el ejército del Rey, participó en más batallas de las que podría contar. Cualquiera diría que su paciencia y humor estarían por los suelos, más ya estando en sus treinta. Pero es la persona más despreocupada que conozco. Es difícil molestarlo.

—Le llegó una carta de su amante —intenta explicar lo demás haciendo teatro con sus manos.

El capitán estira el brazo hacia delante, cierra el puño y lo mueve hacia la derecha dándole en la cara tan fuerte que lo saca del asiento. Un aura asesina lo envuelve mientras mastica con demasiada fuerza la comida.

Todos nos miramos y acordamos en silencio no hablar de eso, por nuestro bien.

—¿Qué es lo que hacen ustedes todo el día? Sé que Erik se la pasa coqueteando.

—¿De qué hablas? Él siempre está... ¡ah! —Eliot pega un salto en el lugar y me sonríe— practicamos en la sala de combate, vamos al bosque...

—Holgazanean.

Asienten en unísono y se ríen a carcajadas.

—No es algo que podamos hacer allá, el Rey es un tanto estricto con las practicas.

—¡Es verdad! Todo el día luchando, se ve que no sabe lo que es hacer ejercicio ese desgraciado

—¡Ey, bocas! Ese desgraciado prepotente y obeso es nuestro Rey.

Toso la comida y me río. Miro a todos riéndose y golpeando la espalda del capitán. Me siento mucho más relajada.

—Si no tienen nada que hacer... necesito unas manos para buscar unas cosas en la biblioteca.

—Prefiero seguir holgazaneando —bromea mi guardia.

—Quién te preguntó de todas maneras.

—Iré contigo, de todas maneras, las elfas no me necesitan.

Erik me sonríe con confianza y mira con el ceño fruncido a Eliot que se acaba de postular.

—Bueno ya somos tres entonces, cuando salga el sol desayunemos y vayamos directo a la biblioteca.

Al caminar a mi habitación veo a los ancianos cuchichear y dirigirse a una de sus habitaciones. Sigo mi camino sin prestar mucha atención, y un grupo de elfos pasa borroso por mi izquierda.

—Señorita.

Una voz profunda me llama, y antes de girarme para verlo ya había terminado de suspirar.

—Rey.

El Rey se ve aún más pálido con la luz de la luna. Sus ojos brillan de manera fría y una sonrisa sínica le hace tener una belleza malvada.

—Me agrada más cuando eres respetuosa.

—Ni se moleste, sus palabras no me podrían afectar. Ya sé que está en sus días...

Desde que vi su rostro no pude evitar sentir una ira desproporcionada. De la nada estaba irritada y molesta con él. Lo de la cárcel me lo merecía, lo admito. Pero lo de la reunión, los elfos a nuestro alrededor. Oí unas cuántas conversaciones en los pasillos, como los que nos rechazan son enviados a nuestras cercanías. ¿Piensa hacernos sentir mal para cometer un error y tener una excusa para matarnos e ir contra Impatiens?

No es el primer Rey que conozco, ni va a ser el último.

Su sonrisa se ensancha aún más a cada paso que da hacia mí. Se inclina hacia mi rostro imponiéndose en mi espacio gracias a su altura y a mi falta de ésta. Me mira de abajo hacia arriba muy lentamente y se detiene en mis ojos.

El Rey elfo y la Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora