—Ala oeste...ala oeste...ala oeste... ¡aquí está!
Casi oculto por la distribución de las estanterías, un arco de piedra aparece frente a mí. ¨Ala oeste¨ se encuentra grabado en la pared, algo borroso por el descuido y la edad. Al acercarme, una mirada feroz de ojos plateados salta en mi mente. Suspiro y me voy sin pensarlo dos veces, no es buena idea venir a este pasillo.
Al darme vuelta una voz conocida me alarma. Me agazapo a la altura de las estanterías mas bajas. Por las pequeñas aberturas entre los libros logro ver una enorme figura blanca.
—...solucionarlo con una construcción cerca de la cascada.
—Eso creo también.
—Aún así va a tener que esperar a que termine la fiesta, luego nos pondremos con los preparativos para que las bodas transcurran mucho más cómodamente que antes. Frente al agua divina y la Luna madre.
Veo como el Rey se sienta a leer unos pergaminos, y lo que parece ser una ayudante, espera en silencio incómodo por unos segundos.
—La gente se preocupa por usted, su majestad.
—Deberían preocuparse más por ellos mismos, yo estoy bien —su actitud despreocupada me molestó hasta a mí.
Sin embargo, la ayudante entra en cólera —. ¡Pero se la pasa trabajando día y noche por nuestro bien! Estamos preocupados porque no duerme, no come y no descansa de ninguna manera. Vemos las luces prendidas de la cámara real hasta altas horas, vemos las comidas que preparamos, volver intactas. Y jamás podemos verlo descansar, aunque sea caminar por el bosque como hacía antes. Incluso luego de décadas de la desaparición de su prometida no logra encontrar otra mujer que se encargue de cuidarle apropiadamente. Señor...
—Entiendo, atenderé sus preocupaciones como un deber más...ahora retírese.
Unos minutos después de su retirada, el Rey se gira en su banco y mira de manera fija en mi dirección.
Ya me atrapó»
—¿Qué haces en la biblioteca? Creo que fui claro con mi orden —su voz grave acaricia mis oídos como seda por mi piel, como si mis sentidos olvidaran en la delicada situación en la que me encuentro.
Resignada me incorporo lentamente, y con la cabeza gacha salgo al pasillo.
El Rey sentado en medio de la biblioteca con su túnica negra y su larga cabellera blanquesina, resalta como una yerbera en medio de la pradera, inolvidable.
La frialdad en su mirada me hiela la sangre y no me deja avanzar.
«Ay mamá, ayúdame» suplico a modo de plegaria.
—Lo...
—Yo también lo siento.
Guardias me rodean en un santiamén, me toman de los brazos, y debido a su altura no puedo siquiera rozar la punta de mis pies en el suelo.
—¡Necesito entrar aquí para poder hacer un gran trabajo! No puedo permitirme que esta guerra estalle otra vez...— bajo el tono de voz casi suplicante— por favor...
El Rey me da la espalda, como siempre cuando nos vemos.
Cuando los guardias se retiran de la biblioteca, siento una jaqueca golpear mi humor, irritado y cansado me alejo de la mesa y me dirijo a los baños.
Por el pasillo se me acerca un general de la armada élfica, el cual camina a mi lado al hablarme.
—Por ahora no hay movimiento en el frente, pero varios espías han sido vistos por los alrededores. Nos hemos asegurado que viesen solo lo que queremos que vean., pero esperamos sus órdenes.
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El Rey elfo y la Hija del Bosque
FantasíaEl Rey parece tener un problema con la mujer encargada del tratado de paz, no es por su constante actitud desafiante hacia él, ni el que esté husmeando por su castillo todo el día, mucho menos su forma de tutearlo o su afición de estar tras de rejas...