Al llegar al salón los guardias abren las puertas de par en par. Y no puedo evitar sentir que no pertenezco allí.
El salón está lleno de plata brillante, platos, fuentes, arreglos flores incluso. Solo flores luna se lucen en los hermosos floreros de cristal. La gente parece ir de acuerdo a la temática, vestidos suaves y vaporosos, túnicas de colores claros y tonos grises con piedras. Incluso sus pieles parecen ir bien, tan claras y perfectas.
Los elfos hablan en pequeños grupos, cada tanto rotando y moviéndose de aquí para allá, parece un vals. Sus voces apenas se escuchan contra el bajo volumen de un par de arpas. Muy armonioso, como todo lo que hacen.
Me acerco a la bebida y me sirvo un poco, huelo rosas, menta y alcohol. El sabor me resulta extraño, me refresca la boca y al final hay un sabor dulce picante. No pienso mucho y sigo bebiendo mientras camino esquivando a todo el mundo.
Al otro lado del salón veo a Erik solo con su copa llena. Le pusieron una túnica entre azul y plateado, ajustada a su cuerpo haciéndolo ver mas alto y grande. Sus ojos verdes y su piel morena resaltan aún más por el tono claro de la tela.
Dudo si acercarme o no, su rostro serio alejó a las elfas que generalmente pululan a su alrededor.
Dejo de pensar y decido acercarme a paso firme. Cuando estoy enfrente sigue sin darse cuenta de mi presencia. Me inclino hacia delante y lo miro desde abajo con una sonrisa. Enseguida le cambia el semblante.—Estas hermosa... —su voz melosa no es algo que oiga o haya oído hacia mi jamás.
—Estás borracho —le quito la copa de las manos divertida y me la bebo de un trago —. No sabía que eras peso ligero, amigo.
Sonríe e inclina la cabeza hacia un lado —. ¿Estás bien?
Su preocupación me llega— Sí, ellos solo no querían que viniera. Temen que... —una idea aparece por sorpresa uniendo cabos— me interponga en sus intereses.
—Sé en lo que estás pensando, y vas a poder hacerlo.
Me acaricia los hombros y me abraza. Me desoriento por un momento y me tomo con fuerza de su túnica.
— ¿Qué sucede?
—Estoy...algo mareada —un calor agobiante me sube hasta el rostro y me cuesta respirar— Voy a salir por un momento —hace el ademán de seguirme, pero enseguida le niego— será mejor que te quedes, si aparecen los vejestorios...vigílalos.
Veo por encima de las cabezas una puerta de cristal. Al acercarme un poco veo como lleva a un balcón profundo y resguardado con enredaderas subiendo por las columnas y conectándolas por encima. Un banco se encuentra cerca del barandal de mármol que da hacia la caída de la cascada. El viento húmedo hizo que las enredaderas crecieran de la mejor manera.
Me apoyo con el estómago en el barandal, me inclino hacia abajo para apreciar la altura en la que estamos y ver como las grandes masas de agua se mueven antes de caer.
—Nadie podría encontrarte si caes.
—¡¿Qué?!
Me desequilibro del susto y mis manos pierden el soporte inclinándome aún más. Unas manos me toman por la cintura de manera firme. Sus dedos se clavan en mi carne y se toma un momento antes de traerme de vuelta dentro del balcón, como si dudara si soltarme o no. Puedo sentir un tronco firme contra mi espalda, sobre todo el calor que desprende. Los pocos segundos que me sostiene contra sí parecen eternos, y no puedo evitar sonrojarme al ver dónde van dirigidos mis pensamientos.
Al incorporarme veo a un elfo alto, de pelo oscuro y largo, piel pálida y ojos claros. Con una presencia intimidante.
—¿Saphiron? —no soy capaz de distinguirlo bien, siento el efecto del alcohol golpearme de pronto.
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El Rey elfo y la Hija del Bosque
FantasyEl Rey parece tener un problema con la mujer encargada del tratado de paz, no es por su constante actitud desafiante hacia él, ni el que esté husmeando por su castillo todo el día, mucho menos su forma de tutearlo o su afición de estar tras de rejas...