Leyenda del primer Rey

191 11 0
                                    

No hay leyenda más hermosa ni famosa que la cría de la naturaleza y el antiguo Rey. Antigua, eso sí, contada por generaciones, la preferida de los amores prohibidos y el romance deseado por las doncellas.

Cuenta el amor entre un simple cazador y la Diosa de la naturaleza, un amor dado aun cuando los hombres solo vivían en aldeas sin líder.

Orofeo, así se hacía llamar. Vivía con su mejor amigo y compañero de caza, Faun.

Relativamente pacífica era la vida que llevaban en la aldea del cazador, eso hasta que una bestia temible sacudió la paz.

Hacía días se rumoreaba de una bestia que comía hombres, los cazaban con otras especies y los torturaban antes de concederle el golpe de gracia. Ninguno que fuera al bosque regresaba con vida, así que no se sabe bien de donde salió. Las personas lo deducían de los gritos.

No pasó mucho para que la estupidez del humano saliera a flote, grupos grandes de hombres entraban a paso seguro y volvía uno intacto pero trastornado del miedo.

Se dice que los que volvían solos se terminaban volviendo locos, quitándose la vida no mucho después de su llegada.

Los huertos comenzaron a morir, fue cuando el sustento se vio amenazado que nuestro cazador salió a buscar a la temible bestia que había maldecido a la aldea.

Hábil con las flechas y confiado sólo llevó al bosque tres. Al entrar notó como el bosque se le cierra y lo lleva por un sendero oscuro y pequeño.

Nuestro cazador oyó un ruido, alarmado lanzó la primera flecha, pero no era nada. Un gruñido a lo lejos lo alarmó y apuntó hacia él. En medio del bosque, extraños ruidos repicaban por todos lados. Alarmado, pero no asustado, el hábil cazador lanzó la segunda. Nada.

Una rama crujió a su derecha y rápidamente lanzó. Nada. Pero arbustos y flores se sacudieron en un camino hacia su espalda. Intentó tomar otra flecha, pero entró en pánico enseguida, ya no le quedaban más. Recuerda el cuchillo que usa para abrir a los animales que siempre tiene en su bota y se armó de valor.

Un arbusto al frente se sacudió y una hermosa doncella, vestida con nada más que verde se levanta. Mirada penetrante, curvas pronunciadas y hermoso cabello dorado como el sol.

El cazador anonadado se le intentó acercar, pero la doncella no le permitió ni un solo paso. Furiosa por el destrozo del cazador le envía especies y árboles andantes a su secuestro.

En el pueblo solo vieron como un simple Orofeo salía corriendo de la franja verde. Curiosos por su cara de asombro y susto le preguntaron.

—Vi la bestia, enorme, negra, y más grande que cualquier oso que haya visto. Gritó enfurecida que no osáramos acercarnos al bosque o sino todos sufriríamos la condena.

Los aldeanos dudaron, pero a la mañana siguiente cuando más cazadores desaparecieron, ya nadie tenía el coraje para asomarse a los arboles del límite del bosque siquiera.

Orofeo había mentido, embobado por la belleza de la dama no había pensado en nada más.

Día tras día volvía al bosque a escondidas para salir minutos después corriendo del miedo. Todo valía la pena por aquella mujer, una belleza que jamás habría soñado con ver.

Con el tiempo la mujer se mostraba más benévola hasta que un día no lo atacó. Es aquí cuando su historia de amor comenzó.

Orofeo pasaba todo el día y la noche con ella. Hablando y paseando. La dama le confiesa que no es humana, sino nada menos que la Diosa de la naturaleza. Los meses pasaron, y una criatura fruto de su amor, nace.

Un dios mayor, celoso de su romance envió enormes criaturas a por el cazador. La naturaleza no podía quedarse atrás, otorgándole un extraño poder a su amado. El don del Rey le llamaron.

El cazador protegió al pueblo, curó a los enfermos y se proclamó Rey de hombres. Convirtiéndose en el primer rey que existió en la raza humana.

Así comenzó la jerarquía. 

El Rey elfo y la Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora