Claramente le debo una disculpa a Iftia, no solo porque Saphiron me lo dejó claro ésta mañana, sino porque ya era obvia su posición con respecto a la guerra. No puedo seguir tratando así a la clave para poder acabar con todo esto, y para iniciar de cero una relación sana, una disculpa es necesaria.
Todo el día había estado pensando en esto, y la manera de retribuirle mi comportamiento que a la vista de todos es ¨infantil¨. No puedo culparlos, no conocen mis razones, y para ser sincero yo también me las cuestionaba...hasta hoy.
La veo encorvada sobre sí misma y dándome la espalda. Recuerdo esa misma actitud de miedo cuando fui a su celda. «No es mi deseo dárselo».
Sin ningún problema giro la silla haciendo que su rostro de sorpresa aparezca frente a mí. Su piel acaramelada destella con el haz de luz, y me dirige el pensamiento al hechizo de las celdas. Su piel cubierta de suciedad, sus vestidos arruinados y su pelo enmarañado me hace sentir más culpable.
Estiro las manos frente a mí con las palmas hacia arriba, invitándola a tomarlas. Me mira con recelo, pero veo la curva de sus labios elevarse por un segundo. Acepta y me confía sus manos de apoco. Al sentir la plenitud de su piel, llevo una a mi pecho, a la altura del corazón.
Su piel besada por el sol se sonroja bajo sus ojos, pero no parece importarle mucho ya que no deja de mirarme.
—Tuve mis razones para actuar como lo hice, en todo caso, me las guardaré para mi...estoy dispuesto a darte una compensación por lo sucedido.
—Demasiado encantador para tu bien —dice con el ceño fruncido y quita las manos como si le quemase el contacto.
Sonrío por el comentario, no es común que las personas me hablen así ni hagan esa clase de confesiones, mucho menos confesar vulnerabilidad. Aplaudo su confianza y entiendo que tengo la mitad de ésta guerra ganada—. Si ser demasiado encantador me ayuda en algo, entonces bienvenido sea —una sonrisa divertida sella una risilla dentro de su boca— ¿Se me permite tomar esa sonrisa como tú perdón?
—Eso depende, ¿qué tienes para ofrecer? —cierro los ojos e inclino la cabeza invitándola a seguir, divertido de su repentino cambio de imagen a una mucha más confiada y recelosa— quiero poder entrar a la biblioteca.
La miro sin saber qué decir, no esperaba que fuese a pedir permiso de entrar a un lugar que claramente ya no era extraño para ella. Pienso en cómo podría beneficiarme el aceptar oficialmente con mi papel la entrada y la idea de pasar mis tardes de trabajo en su compañía de pronto cobraron otro significado. «No solo voy a poder conocer el total de sus intenciones, sino que podré vigilarla... ¿Será cierto qué...?»
—Concedido, pero no puedes entrar a menos que sea bajo mi vigilancia, por ahora.
No se contiene en mostrar una cara extraña entre molestia y duda. La expresividad que posee me fascina y me divierte a partes iguales.
— ¿y cómo vamos a hacer eso? Por lo que tengo entendido estas todo el día en tu habitación trabajando —dejo de lado su tono demandante con un poco de esfuerzo.
—Iftia, lamento de verdad mi comportamiento y quiero dejar claro que desde ya, no será el mismo— suspiro irritado y la miro por unos segundos antes de continuar— en estos tiempos hago trabajo de papeleo, perfectamente puedo hacerlo de ahora en adelante en la biblioteca.
— ¿Me vas a avisar? —pregunta aún sin creerme en su totalidad.
Asiento y me dirijo lentamente hacia la puerta, la idea de que no es suficiente no se va y una insatisfacción me llena.
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El Rey elfo y la Hija del Bosque
خيال (فانتازيا)El Rey parece tener un problema con la mujer encargada del tratado de paz, no es por su constante actitud desafiante hacia él, ni el que esté husmeando por su castillo todo el día, mucho menos su forma de tutearlo o su afición de estar tras de rejas...